Hace tiempo que la nueva modernidad nos transfirió el cerebro fuera del cuerpo.
El odio vive, se alimenta. Está, siempre está. Se construye sobre la convicción de que el otro es una amenaza. Hablamos del espantoso mundo que viene como si no vayamos ciegos a su encuentro.
Al zaguero de Boca le negaron la visa para ingresar a Estados Unidos y por ahora no puede disputar el Mundial de Clubes.
Hace poco leí en las redes una sentencia misantrópica: "Caruso, presidente". Qué empecinamiento humano por habitar la desdicha.
Una mirada sobre el escándalo con el presidente de San Lorenzo que conmueve al fútbol argentino.
Cuando El Gráfico le atribuyó Ruud Krol, capitán de la selección holandesa, unas líneas para su pequeña durante el Mundial 78.
En otros tiempos, el fútbol paraba por cuestiones salariales, de estatuto y de derechos para los jugadores.
La civilización se basa en la palabra, pero la convivencia, esencia de la civilización, se basa en el silencio.
Crece el hostigamiento contra los deportistas que se manifiestan políticamente, ya sea por racismo como por homofobia.
La maldad le fascina a este gobierno. La banalidad del mal que descifró Hannah Arendt palidece frente a la cultura del mal que ejerce Milei.