PLáSTICA › MALBA: ESTEBAN ALVAREZ Y TAMARA STUBY

Motor, mecanismo y razón

El jueves 22 se inaugura la primera muestra de un nuevo espacio para el arte local y regional en el Malba. Uno de los dos artistas invitados reflexiona en esta nota sobre el sentido de la inminente exhibición.

Por Tamara Stuby *

Yo me pregunto, ¿el último refugio consistirá en huir o en construir? ¿Cómo se podrá construir una buena estrategia para sobrevivir cuando no se sabe bien desde dónde viene la amenaza? El impulso básico de seguir, no necesariamente hacia adelante, sino simplemente seguir, es el motor, luego el mecanismo y después la razón. Lo importante es no parar; y si no aparece una luz al fin del túnel, habrá que estar listo para dibujarla.
Lo necesario podría ser el tiempo o la distancia; un lugar seguro o una clave que nos permita ver o reconocer una solución. Es algo extremadamente íntimo y desgraciadamente visible para todo el mundo. La presión de la necesidad y la inagotable ansiedad del deseo se entremezclan, se atraen y repelen como imanes. De ahí partimos.
La casa soñada es una combinación de estas contradicciones. Está construida de deseos, un lugar para escapar de la mundana necesidad, pero existe como un espacio proyectado de seguridad, definido por lo más íntimo de esa misma necesidad. ¿Cómo se verá el plano de esa casa soñada? La respuesta es un desafío de ensayo y error. Habría que comprobar cualquiera de los dos casos. Sí o no. Habría que saber por dónde empezar, cómo proceder; se necesitan reglas confiables, pero no las hay. En el proceso, uno va buscando, trasladándose de lugar con un lápiz, desplazándose fácilmente sobre un papel. Moviéndose entre una red de guías, la línea cruza latitudes y longitudes, paralelos y meridianos, armando perspectivas y proyecciones. Surgen entonces imágenes de casas de sueños truncos, cuyas construcciones son amenazas inconclusas. Pero si un dibujo funciona mejor (o peor) que otro, si es más o menos complejo que otro, da suficiente aliento para seguir.
La repetición otorga comodidad y la acumulación, casi una sensación de progreso. El Cubo blanco elude todo intento de pensar, comprender o compenetrarse por parte de quienes lo manipulan, aunque lo tengan entre sus manos. Es simple, quizá demasiado. Sus interminables vueltas no dejan ninguna huella como para orientarse. Persiste como problema y como solución, sin ser convincente. Por momentos contenido, también se replica subrepticiamente, en otra escala u orientación.
Desde el paisaje dado, cada uno, mirando alrededor, elige su herramienta, su muleta, su dispositivo, su elemento de construcción. En Un año de aire, es el aire mismo, precariamente contenido/controlado/dosificado, a través de un sistema de botellas de agua mineral vacías, interconectadas, para fabricar un mecanismo de salvación. En la desenfrenada masa se ve un orden caótico, una pelea interminable entre una progresión geométrica y una proliferación enloquecida. Desde lo alto de la aglomeración cuelgan escasas máscaras esperando la emergencia.
¿Cuál es la cuota de aire que salva? ¿En qué momento? (¿y quiénes se salvan?).
Son cuestiones y elecciones. Uno vive recortando, incluyendo y excluyendo, deseando y necesitando, conscientemente y no. También hay cosas que van quedando, no por ser buscadas, sino por no haber sido rechazadas. Así, una casa soñada puede ser una pila de ladrillos hechos de retazos de ropa usada. Y también puede ser un conjunto de pinchapapeles repletos de imágenes que brillan en su seductora condición de prístina novedad. ¿Cuál es el proceso de selección más confiable?
Sin duda nos encontramos en una época de espejos rotos. Sólo juntando muchos fragmentos y astillas es posible armar una imagen comprensible, hasta de nosotros mismos. La vida cotidiana exige cada vez más creatividad de parte de todos y claras distinciones entre lo que es o no lo es, entre quién es artista y quién no: esas fronteras se siguen desdibujando. ¿Qué se puede hacer, salvo relatar lo que se ve desde el punto de vista de cada uno, y escuchar lo que cuentan otros? Quizás así podríamos improvisar unsistema de sondeo por resonancia, una suerte de radar para tratar de entender dónde estamos y qué está pasando.
En esta oportunidad, se trata de mostrar obras en el contexto de un museo en pleno proceso de definición. El museo mismo es paradójico y no solamente por ser una institución en movimiento. Se levanta a una altura imponente, sólido y firme como el mármol con que está construido, pero a la vez, reluciendo al lado del parque, podría ser un espejismo o una quimera, un conjunto de brillos perfectamente encajados para seducir. Encarna y refleja deseos, necesidades y distintas formas de supervivencia.
* Artista plástica norteamericana (1963) residente en Argentina. Junto con Esteban Alvarez (1966) participan actualmente en Berlín y Bonn de la muestra “En el camino a Tumbuktú”. Ambos inauguran –con Andrés Duprat como curador– el jueves 22 de agosto a las 19 en el Malba (Figueroa Alcorta y San Martín de Tours) las instalaciones “Un año de aire”, “La casa soñada” y “Cubo blanco”. La muestra cierra el 7 de octubre.

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“La casa soñada” (detalle) de Tamara Stuby. Recortes ensartados en pinchapapeles.
“Cubo blanco” (arriba), video de Esteban Alvarez. Un juego sin reglas ni resultados.
 
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