CONTRATAPA

Coraje

Por Eduardo Tato Pavlovsky

En estos días hubo algo que conmovió a todos por igual. El coraje de la resistencia iraquí frente a un ejército invasor de un enorme poderío bélico y que se comporta además de forma despiadada con la población civil. Allí surgió esa envidiable resistencia que asombró a los mismos soldados norteamericanos, al Pentágono y al mundo entero.
Cuando Hitler invadió la Unión Soviética también pensaba que el pueblo los iba a esperar con los brazos abiertos por la opresión que ejercía el gobierno de Stalin. Bastó que Stalin en 1941 acudiera al nacionalismo soviético y el pueblo luchó con una resistencia feroz que culminó con la masacre de 25.000.000 de rusos. El pueblo luchó con heroísmo contra la invasión alemana aun a costa de las tremendas pérdidas humanas. Luego la heroicidad del pueblo en Stalingrado forjó la resistencia más heroica de toda la guerra.
Hitler se equivocó. Bush se equivocó. Ambos pensaron que pueblos que parecían oprimidos iban a olvidar la concepción de patria y de nación cuando se los invadía.
Esa heroicidad también la tuvieron nuestros soldados en las Malvinas que fueron capaces de luchar frente a un enemigo muy superior con una valentía asombrosa. Por eso es que en estos ejemplos de heroicidad –donde el soldado y el civil se juegan la vida por su patria– uno recuerda por contraste las grandes cobardías, las grandes claudicaciones en la guerra.
Es emblemático el caso de Astiz que comandando las islas Georgias durante la guerra de las Malvinas salió presuroso con su pañuelo blanco y sus anteojos negros a rendirse frente a los ingleses sin tirar un solo tiro. Uno solo. El “asesino” de monjas, el valiente capitán entregador de las Madres de Plaza de Mayo se entregó sin ofrecer ninguna resistencia. Allí no eran mujeres indefensas sus enemigos. Allí estaba el enemigo inglés y donde había que poner lo que el capitán asesino no tuvo: coraje. Dignidad. Valor de soldado. Dicen que salió corriendo con una camisa blanca a entregarse a los ingleses presurosamente. Allí se ven los hombres. Allí se siente la patria, o no se siente.
Por eso la heroicidad del pueblo iraquí desnuda por contraste la cobardía de estos siniestros asesinos del proceso. También le escuché decir al Gral. Menéndez, otro verdugo de la dictadura: “A mí me van a sacar de aquí con los pies para adelante”. Bravuconada de los grandes cobardes que se pagan muy caro cuando no cumplen sus promesas.
Recuerdo que cuando cubrí como periodista de box el combate ClayBonavena de 1970 en Nueva York, Ringo me comentó en una entrevista: “Afuera todos somos guapos y bravucones pero cuando suena el gong, ahí te das cuenta si sos valiente o sos cagón”. El gong sonó de golpe y Astiz fue y será un emblema de la cobardía de un soldado. Un bravucón fuera del ring. Un “ángel” sin dignidad. Un matón de mujeres.

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