CULTURA › GABRIELA BEJERMAN

Largo viaje de la novela a la disco

Es autora, cantante y performer. Acaba de publicar el libro Presente perfecto.

 Por Silvina Friera

En el mundo de la disco le dicen “La Bejerman”. Y le sienta bien: ella es una diva alternativa que centellea con sus performances en las que cruza la poesía con la música electrónica. Mientras camina por la calle Echeverría, en el corazón de Belgrano R, Gabriela Bejerman brilla: botas de cuero negro hasta las rodillas, medias blancas, ojazos azules y los labios pintados de rojo. Todos la miran, como cuando se libera en la pista, bailando. Pero también experimenta y se libera con la literatura. Acaba de publicar Presente perfecto (Interzona), que incluye, además, la nouvelle Los dioses cazadores, libro que recibió un subsidio a la creación artística de la Fundación Antorchas en el concurso 2003, con César Aira como único jurado. “Gracias a él aprendí que todo puede ocurrir a cada instante en una novela”, aclara. A los 31 años, la cantante, performer y licenciada en letras comenta que siete de sus novelas, escritas desde los 14, permanecen inéditas. “La lectura es un combustible. Mientras escribía Los dioses cazadores estaba en un camping uruguayo, leyendo En busca del tiempo perdido en francés. Esto creaba una resonancia o un ritmo del que me empapaba: buscar el preciosismo, la saturación de los detalles y palabras que fueran pura densidad”, dice Bejerman a Página/12.
“Siempre quise cruzar las artes, pero era algo que no se daba espontáneamente. En la carrera de letras, muchos desisten de escribir. A mí no me sucedió porque me estimulaba todo lo que aprendía”, confiesa la escritora, que tiene publicados varios poemarios: Alga, Crin y Pendejo, y que fundó en 1997, junto a Gary Pimiento, la revista Nunca nunca quisiera irme a casa, que nucleó a escritores, dj, músicos, diseñadores y artistas plásticos. “La novela implica meterte en el mundo que estás construyendo. La poesía es más fugaz: viene y se va, y es una situación más fuerte, quizá por su intensidad y por su fugacidad, que te da otro tipo de placer”, aclara Bejerman. Aunque no estudió ningún instrumento musical a fondo, “La Bejerman” encontró la forma de poder componer su propia música con la computadora. “Con un par de programas hago la música, es como tener una orquesta con el mouse y la pantalla. En algunos temas utilizo poesía, que queda medio rapeada. Me interesa llevar la discoteca a la novela y la poesía a la discoteca, mezclar la noche con la facultad.”
–¿Es más fácil llevar la disco a la literatura o la poesía a la disco?
–Llevar la discoteca a la literatura quizá sea aburrido para los escritores, pero para los lectores puede resultar interesante. Hay que tratar de revertir las reticencias o meterse donde parece incómodo estar. Y para mí es divertido estar ahí.
–¿Cuál es el atractivo del mundo de la disco?
–La efervescencia. La novela se llama Presente perfecto y lo que pasa en la discoteca es un puro presente en donde todo ocurre en su máxima potencia: el esplendor y la decadencia. Y dentro de su fugacidad es permanente, es una eternidad arrancada del tiempo y es una mezcla, también, entre estar aislado y a la vez en contacto con los otros. En la pista todo brilla: estás expuesto y a la vez escondido, como si estuvieras en un refugio que te protege de lo terrible que es el mundo. El brillo es una forma de comunicación: yo brillo, vos brillás, todos brillamos. La disco es un lugar en donde te podés inventar a cada instante.
–¿Está de acuerdo con que le digan “La Bejerman”?
–Me parece divertido, y no hago nada para que no ocurra sino todo lo contrario: me gusta la ropa y me gusta actuar un poco. Hay como un lado que puede ser carismático o para otros frívolo. Puedo estar en la disco o en la facultad de letras, para mí no son mundos incompatibles. La gracia está en moverse. Cuando yo mostraba la revista en la facultad, el hecho de que fuera diseñada estaba mal visto y muchos reaccionaban: “¿qué es esto?”, “mucha estética y poca ética”. Había que ponerse un pulóver peruano y tener un no-look para ser considerada una persona profunda.

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Bejerman: “Me gusta mezclar la noche con la facultad”.
 
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