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Los técnicos proponen qué hacer para mejorar la calidad del fútbol

Tras la finalización del Apertura, un pobre torneo, Angel Cappa inicia la ronda en una serie exclusiva de notas.

Por Angel Cappa

La realidad del fútbol argentino es lamentable, admitámoslo. No sólo porque los partidos que se juegan sean malos –que lo son y mucho– sino porque se sufre una desconceptualización tal que ya es casi imposible distinguir su identidad. Me decía Lillo, un amigo entrenador español, que “antes pedíamos a los clubes un 5 argentino porque nos ordenaba el equipo. Ahora cuando llega un 5 de Argentina, lo primero que tenemos que hacer es ordenarlo a él”. Posiblemente el afán por vender cuanto antes jugadores a Europa hace que tratemos de que se parezcan inmediatamente a los europeos. Frecuentemente terminan sin ser una cosa ni otra. Casi todos hablan de actitud, de lucha, de correr, de pelear, de meter, y casi nadie piensa que quizá jugar bien, o jugar mejor, sería el camino adecuado. La viveza ventajera y muchas veces estúpida (como entrenar a los carritos de los lesionados, por ejemplo, para que salgan lentamente si vamos ganando, o rápido si perdemos) tiene más valor que afinar la precisión para tratar de hacer 3 pases seguidos. El vivo bolichero “del año cero”, que mamó los tópicos más ridículos con los que elaboró su “sabiduría” en largas noches de insomnio y whisky barato, está mejor considerado que aquel que trata de profundizar en nuestra riquísima historia para descubrir los secretos de un juego tan espléndido como inagotable.
No se trata, por supuesto, de querer jugar como en los años ‘40 (lo que no estaría mal después de todo), pero sí de aprender de esos años y todos los demás, para saber cómo somos y poder transitar por el camino correcto, lo que no excluye, naturalmente, incorporar lo que creamos que pueda ser un aporte de cualquier otra cultura futbolística.
Lo primero que habría que exigirle a un entrenador es sensibilidad para sentir y entender el fútbol desde el placer y no desde la angustia, e inteligencia para pensarlo y mejorarlo. Hablo del juego, no de la táctica, que tiene una importancia relativa y supeditada a los nombres propios. No es lo mismo Redondo de 5 que José Lachofa, o Riquelme de enganche que mi primo Julián. Entonces, hablar de tácticas, llenar pizarrones con flechas que doblan, es tan vacío como ocioso. La táctica no es más que repartir los espacios y los esfuerzos con inteligencia y equidad según los jugadores que se tengan. La preparación táctica de un equipo no puede ocupar más que el tiempo mínimo imprescindible. Mucho más útil y más práctico (ya que tanto se habla de practicidad) es enseñarle a un 4 cómo se juega de 4 y a un 9 de 9, teniendo en cuenta sus propias virtudes y defectos.
Sin embargo, los principales programas de televisión y radio están saturados de 4-3-3, 5-4-1, 4-4-2 y discusiones bizantinas al respecto sin ningún contenido futbolístico. Si le quitáramos la palabra fútbol, no sabríamos si están hablando de rugby, de un ejercicio militar, o de cómo transitar la 9 de Julio evitando los embotellamientos. Es que los principales medios de comunicación de la Argentina son portadores del pensamiento único, también en fútbol, y partidarios de los avances científicos que aconsejan el uso de paracaídas en los entrenamientos, junto con las últimas novedades en pesas y las pelotas de rugby en los picados, además de recomendar las faltas tácticas como el último grito de la picardía criolla. Es asombroso comprobar cómo derrochan ignorancia, y no sólo futbolística.
Cierto es, también, y posiblemente el primer motivo por el cual llegamos a este estado de descomposición de nuestro fútbol, que la deplorable situación económica que vivimos por nuestra dependencia del poder económico mundial, obliga a la venta permanente de jugadores que a veces ni llegan a jugar dos campeonatos cortos. El vaciamiento está tocando fondo. Ahora las disputas ya son por los pibes de 12 años. La ética y el capitalismo nunca se llevaron bien.
Los clubes cambian hasta 10 y 12 jugadores cada campeonato y así es imposible pretender hacer un equipo. Los campeonatos cortos generan histeria más que emoción, y violencia. A los entrenadores, siempre enentredicho, los tranquilizan más los jugadores musculosos que no paran de correr adversarios, que aquellos que ponen la pelota en el piso y tratan de dársela a un compañero. Perder tres partidos es sinónimo de despido. La paciencia no existe fuera de la cancha y tampoco dentro, donde prácticamente se eliminó la elaboración de la jugada.
Ahora se fuerza, que es más rápido. Todo es urgente. Todo es nerviosismo. Y si a alguien se le ocurre pensar que el fútbol es un juego para disfrutar, o está loco o no entiende nada, o es un romántico, o un antiguo, o un pelotudo que no tiene lugar en este mundo práctico. Pero, ¿hay algo más práctico que jugar bien y divertirse? Y algo curioso para completar el cuadro: a pesar de las incesantes ventas de jugadores, los clubes están en bancarrota y las privatizaciones, solapadas o francas, no solucionan nada. Más o menos como en las demás instituciones.
Ya sabemos que las recetas del Fondo Monetario Internacional sólo sirven para llenar los bolsillos de los ricos con el esfuerzo de los pobres. A mí me parece que es hora de hacer algo. El fútbol argentino está perdiendo prestigio, dinero, jugadores y conceptos. La Selección es un espejismo que de ninguna manera refleja nuestra realidad.
Para empezar, a mí sólo se me ocurren preguntas. ¿No sería mejor que se democratizaran los medios de comunicación más importantes para que tengan cabida otras opiniones y no sólo esta onda del fútbol empresario-científico-práctico?
¿No serían mejores los campeonatos largos, para desinflar la histeria?
¿No sería conveniente pensar cómo podríamos hacer para jugar mejor?
¿No se puede hacer nada para frenar el éxodo constante de jugadores?
¿Qué tal proponer contratos no menores de un año a todos los entrenadores para que puedan tener tiempo de enseñar y no sólo de entrenar?
¿No estaría bien leer o releer lo que dejaron maestros como Peucelle, Cesarini, Pedernera y tantos otros maestros de nuestro fútbol?
¿No estaría bien repasar todos los conceptos que nos dieron y nos siguen dando tipos como el Gitano Juárez, el Flaco Menotti, por ejemplo, sin caer en absurdas y falsas polémicas con gente que jamás tuvo una sola idea de fútbol?
De una cosa estoy seguro: algo hay que hacer.

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“La realidad del fútbol argentino es lamentable”, opina Cappa.
 
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