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La Casa Blanca sólo va a mandar un “amor amargo”

El aplastante triunfo republicano en las elecciones de este mes no va a cambiar la indiferencia norteamericana hacia América latina y sus problemas. La Argentina no existe en una agenda dominada por la campaña antiterrorismo y el ALCA.

Por Craig Fagan

En los pasillos del Congreso se sabe que los intereses geopolíticos de la Casa Blanca son claros: si un país o región no está relacionado con la campaña mundial contra el terrorismo, no es un tema prioritario. Para la Argentina y los demás países latinoamericanos, esto significa que la ganancia electoral republicana del 5 de noviembre, que le dio al presidente George Bush el control de ambas cámaras del Congreso, no va a alterar significativamente, ni para peor ni para mejor, el trato que reciben desde Estados Unidos. “La política estadounidense hacia América latina ahora tiene sólo un enfoque, el terrorismo, aunque antes de los ataques el presidente Bush daba más énfasis a la cooperación hemisférica que las administraciones anteriores”, explicó William Leogrande, autor de Nuestro patio trasero y rector interino de la Escuela de Políticas Públicas de American University en Washington.
Página/12 preguntó a seis académicos y asesores legislativos sobre los efectos que podría tener la inédita victoria republicana –es la primera vez desde 1952 que controlan ambas cámaras– en la política hacia América latina. El consenso fue que ya desde antes de las elecciones estaba claro que existen “sólo dos políticas: el ALCA y el terrorismo”. Por eso, ninguno considera la pérdida de la mayoría demócrata en el Senado un paso atrás en las políticas hacia el Sur.
Un asesor legislativo republicano vinculado con temas de América latina vio a los países de la región divididos en dos campos: “Países como Brasil y Chile, y América central, con los que interesa firmar el ALCA, y Colombia y Cuba, que preocupan por el tema del terrorismo”.
“Este enfoque tan limitado significa que, por el momento, va a continuar el descuido de los temas latinoamericanos por parte de la administración Bush”, definió Cynthia Arnson, subdirectora del programa latinoamericano del Woodrow Wilson Center, un instituto de investigaciones políticas sin lazos partidarios. Especialista conocida por su trabajo sobre la región andina, Arnson explicó que “la gran excepción a esta regla es Colombia, que toca todas las preocupaciones clásicas estadounidenses sobre su propia seguridad”.
Esta visión coincide con la de un asesor legislativo demócrata de la Cámara baja, que criticó a la Casa Blanca por la falta de una política propia, consistente y amplia para todos los países latinoamericanos. “En los dos años de la administración Bush no se observa un diálogo fructífero sino destructivo en la región. Específicamente en temas relacionados con el FMI y el Tesoro en sus comentarios y acciones en la Argentina y Brasil.” Otros expertos coinciden, pero agregan que los demócratas tampoco presentaron un plan alternativo al esquema privilegiado por Bush.
Jaqueline Mazza, ex asesora política, ahora profesora en el programa del hemisferio occidental de SAIS-Johns Hopkins University, observó que dentro de esta administración “nunca hubo disputas sobre América latina, dado que los congresistas habían llegado antes de las elecciones al consenso de otorgar al presidente Bush el poder de firmar tratados de libre comercio y aumentar operaciones en Colombia”. Así, los expertos piensan que el dominio republicano de ambas cámaras sólo va a reforzar la tendencia a aceptar lo que diga el presidente sobre América latina y a evitar que se generen cambios. Esto incluye la confirmación formal del subsecretario de Estado para relaciones hemisféricas, Otto Reich.
Los expertos coinciden en que la Argentina tiene escaso peso en esta línea presidencial, que tiende a desvalorizar al país. “No hay canales para tener un enfoque argentino en el gobierno actual”, definió Arnson. La asesora legislativa de un senador demócrata coincidió, estimando que dentro de los comités del Congreso, a los jefes de bloque republicanos no les interesa el caso Argentina, en particular ayudar a que se concrete un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional y el Tesoro estadounidense. Para peor, el consenso de estos expertos en Washington es que la pésima ubicación de la Argentina en la agenda de la Casa Blanca representa las preocupaciones principales del gobierno actual, con o sin una mayoría partidaria en el Congreso. Es “un amor amargo”, como dice Mazza, que en realidad no tiene “nada personal”: es la indiferencia hacia todo lo que se aparte de la agenda que realmente le interesa a George W. Bush.

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Bush ahora controla ambas cámaras del Congreso en Washington, primera vez desde 1954.
Sin embargo, hace tiempo que el Legislativo le cedió autonomía en cuestiones latinoamericanas.
 
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