ECONOMíA › LA INDUSTRIA COMENZO EL AÑO A
RITMO MAS SUAVE Y REGISTRO UNA LEVE SUBA

Pausa en las máquinas para descansar

En el primer mes del año, que es atípico por las vacaciones, la actividad industrial contabilizó un pequeño freno, al subir apenas 0,4 por ciento respecto de diciembre pasado. De ahora en más, el ritmo de inversiones será la clave para los resultados futuros.

 Por Claudio Scaletta

Con una suba del 0,4 por ciento contra el mes anterior, la actividad industrial mostró un pequeño freno en enero, que suele ser siempre un mes atípico. En términos interanuales, el crecimiento alcanzó el 7,1 por ciento, un nivel también inferior a los registrados en los últimos dos años. De acuerdo con el adelanto del Estimador Mensual Industrial (EMI) difundido ayer por el Indec, la actividad manufacturera todavía crece, pero el crecimiento comienza a mostrar algunos límites estructurales. La expansión continúa produciéndose en dos frentes, bienes intermedios y de base primaria orientados al mercado externo y, salvando a la industria automotriz, productos de baja complejidad tecnológica para el mercado interno. En el mediano plazo, los especialistas destacan que la clave para mantener el crecimiento de las manufacturas se encuentra en el desarrollo de las inversiones y la reaparición global del crédito.
Salvo el sector textil, que creció el 5,8 por ciento, y los productos de caucho y plástico, que lo hicieron el 4,2 por ciento, los restantes diez rubros medidos por el Estimador Mensual Industrial del Indec mostraron durante enero bajas en su producción. Dados los componentes estacionales, esencialmente las vacaciones, el resultado no es una señal de alarma. No obstante, las variaciones interanuales, un mejor indicador de las tendencias principales, también se frenaron en relación con los registrados en los últimos dos años.
Cuando los indicadores económicos muestran signos de desaceleración, los funcionarios del Ministerio de Economía ensayan el argumento de que no es posible mantener indefinidamente las elevadas tasas de crecimiento registradas en los dos años posteriores a la crisis. Esta lógica indica que la expansión de la actividad irá reacomodándose hacia niveles “más normales”, como por ejemplo el crecimiento de enero. Este argumento tiene detrás el fin del efecto “rebote”. Cuando una economía atraviesa una crisis, muchos recursos productivos, como el capital y el trabajo, entran en desuso. Cuando la situación cambia, los recursos vuelven a ser rápidamente utilizados y la producción se acerca rápidamente a sus niveles anteriores a la crisis. A ello se suman los cambios de expectativas de los actores económicos. Muchos consumos reprimidos se hacen efectivos expandiendo la demanda y retroalimentando el crecimiento. En el caso argentino se sumó un elemento extra: el dólar alto. El cambio de precios relativos hizo que a la expansión se sumen sectores sumergidos antes de la crisis, como el textil y el automotor. En una primera etapa, la búsqueda de una reserva de valor fuera del sistema financiero también impulsó a la construcción.
El conjunto de estos factores no está todavía agotado, sin embargo, comienza a mostrar sus límites. Ante la consulta de Página/12, el especialista en economía industrial Andrés López, investigador del Cenit, recordó que todos las períodos de expansión durante la ISI (la etapa de industrialización sustitutiva de importaciones) siempre estuvieron asociados a fuertes procesos de inversión. “Más temprano que tarde, el desafío será cómo se estimula la inversión”, sostiene. Aumentar las inversiones resulta clave para un modelo que se propone “combinar exportación para generar divisas para los pagos externos, con desarrollo del mercado interno, que a su vez aumentará las importaciones”, reflexionó. Para el experto, el desarrollo de un proceso inversor “no se produce de manera espontánea porque la gente quiere consumir más, tampoco se da por la magia del mercado, requiere la acción del Estado”. Si no se desarrollan la inversión y el crédito para todos los sectores se corre el riesgo de continuar consolidando a los mismos rubros que prosperaron en los últimos 25 años, bienes de base primaria e intermedios de produccióncapital intensivo, lo que es lo mismo, producción de commodities con escasa capacidad de creación de puestos de trabajo.
El panorama global de la industria, en tanto, sigue siendo el mismo que en los años anteriores. El uso de la capacidad instalada, aunque lógicamente menor que en diciembre pasado, se mantiene en torno del 70 por ciento. Según el Indec, en enero fue del 66,3 por ciento.
En el tope de utilización de sus plantas se encuentran las industrias metálicas básicas (88,6 por ciento) y la refinación de petróleo (85,7). Se trata de sectores relativamente desvinculados del ciclo interno, netamente exportadores o con posibilidad de compensar las caídas internas con ventas externas. En el límite inferior se encuentra inamovible la industria automotriz, con una utilización del 31,5 por ciento de sus plantas a pesar de mostrar, siempre en enero, una recuperación interanual del 72 por ciento. Además de que la comparación se realiza contra niveles de producción muy bajos, para muchos especialistas la capacidad instalada del sector está “sobrevaluada” debido al creciente nivel de obsolescencia de muchas plantas actualmente detenidas. De todas maneras, un uso promedio en torno del 70 por ciento significa que en el corto plazo el límite del crecimiento, salvo en sectores puntuales, no se encuentra aquí. No obstante, la encuesta cualitativa que revela las previsiones futuras de las empresas mostró que sólo el 10,9 de las firmas cree que en febrero aumentará el uso de sus plantas.

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Roberto Lavagna, ministro de Economía, junto al titular de Trabajo, Carlos Tomada.
 
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