ECONOMíA › NADIE PRONOSTICA UNA CRISIS HASTA FINES DE 2007

Poco impacto sobre Argentina

El derrumbe de los mercados financieros internacionales y la salida de capitales de Latinoamérica, en el corto plazo, impactará poco y nada en la economía argentina. Ante una situación como la que se vivió ayer, en otros tiempos, a mediados de los noventa o en el año 2000, todos en la Casa Rosada hubieran empezado a prenderle velas a la estabilidad cambiaria. Sin embargo, hoy las cosas son muy distintas.

No hay ningún analista sensato que imagine una crisis cambiaria y/o financiera en la Argentina, por lo menos, hasta fines de 2007. Por tres motivos:

1) Este año el Gobierno casi no necesita pedir prestado en el mercado internacional para cerrar el esquema financiero del sector público. Y si hiciera falta (algo menos de 800 millones de dólares, una cifra menor dentro de los parámetros de la economía argentina), ahí está la billetera abierta de Hugo Chávez, siempre dispuesto a cubrir el bache con sus petrodólares. A diferencia de otras épocas, el Estado argentino no tiene déficit sino un gran superávit operativo (antes del pago de intereses, 3 puntos del PBI). Pero, además, gracias al canje de deuda, los vencimientos importantes de capital (a refinanciar) recién se inician a partir de 2008.

2) Aun si la fuga de capitales persistiera en el tiempo, el inédito superávit comercial (entre 10.000 y 11.000 millones) garantizaría el ingreso de dólares suficientes para que el tipo de cambio se mantuviera sin sobresaltos.

3) Los 24.000 millones de dólares de reservas en el Banco Central (ya se recuperó la mitad de los 9800 millones pagados al FMI en enero) son un seguro propio para disuadir a especuladores ante la inexistencia de un prestamista internacional de última instancia, función que se suponía en los noventa cumplía el Fondo, después de imponer un pliego de condiciones al gobierno de turno.

Argentina se encuentra hoy en una situación macroeconómica mucho más cómoda, ante un cambio brusco en el escenario internacional, que países como Brasil y Uruguay, que todavía deben refinanciar anualmente en los mercados cuantiosos vencimientos de deuda para no caer en default.

A mediano plazo, si se desacelerara el crecimiento de la economía mundial y se profundizara la caída en el precio de los commodities, Argentina sí podría sentir el impacto. Pero no en la forma de una crisis financiera sino de una reducción en la tasa de crecimiento: en lugar de crecer al 9 por ciento, la tasa podría rondar entre 4 y 5 por ciento. Claro que imaginar cualquier escenario a esa altura sería hacer ciencia ficción. Nadie sabe cómo podría reaccionar el gobierno de Kirchner ante indicadores económicos no tan favorables como los que disfrutó hasta ahora.

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