EL MUNDO › A DIFERENCIA DE 2011, DILMA ARMó UN EQUIPO CUYO CENTRO POLíTICO SE APOYA EN CUADROS DEL PT DE SU MAYOR CONFIANZA

Un gabinete con marcada presencia de dilmistas

Miguel Rossetto, nuevo secretario de la presidencia, fue uno de los avales de Rousseff cuando se afilió al PT; José “Pepe” Vargas estará a cargo de las Relaciones Institucionales y Aloízio Mercadante seguirá al frente de la Casa Civil.

 Por Darío Pignotti

Desde Brasilia

Chimarrao a la orden del día. Desde mañana cuando la gaúcha (estado Río Grande do Sul, sur brasileño) por adopción Dilma Rousseff asuma su segundo mandato, algunas de las oficinas importantes del Palacio del Planalto la bebida oficial será el mate, infusión a la que son afectos Miguel Rossetto, nuevo secretario general de la Presidencia, y José “Pepe” Vargas, a cargo del Ministerio de Relaciones Institucionales, responsable de la relación con el Congreso.

El nombramiento de ambos fue realizado el lunes por la mandataria en el Planalto, donde los efectivos de la guardia de honor, los Dragones de la Independencia, ensayaban el ceremonial de la investidura en la que se espera la presencia de los presidentes Nicolás Maduro, de Venezuela, y el saliente mandatario uruguayo José Mujica junto a su sucesor, Tabaré Vázquez.

También se aguarda al vicepresidente norteamericano Joe Biden, quien posiblemente volverá a invitar a Dilma para que realice una visita de Estado a Washington de la que desistió luego de revelado el espionaje de la agencia NSA contra Petrobras.

Dilma, ella también consumidora del mate brasileño (con yerba molida y cebado en las voluminosas cuias), armó un gabinete cuyo centro político se apoya en cuadros del PT de su mayor confianza, diferente al de 2011, tras su primera elección, cuando no había tantos funcionarios dilmistas puros y sí varios lulistas.

Esto es así especialmente en el caso de Miguel Rossetto, quien fue uno de sus avales cuando Dilma se afilió al PT en 2001, tras dejar el Partido Democrático Brasileño del nacionalista Leonel Brizola, un año antes de ser escogida por Luiz Inácio Lula da Silva como ministra de Minas y Energía.

El tercer brazo de la armadura de un gobierno al que le esperan probables tempestades –disparadas por el escándalo en Petrobras y el ajuste económico– es el actual y ratificado ministro de la Casa Civil, Aloízio Mercadante, tenido como un dilmista de hueso colorado.

Hombre determinante del próximo gabinete, Mercadante fue candidato a vicepresidente de Lula en 1998, es doctor en Economía con una tesis sobre el desarrollismo en Brasil y se perfila como uno de los presidenciables mejor posicionados para 2018. Esto si el dos veces presidente Lula desiste de postularse nuevamente, una candidatura que sería respaldada por el 101 por ciento de los petistas.

No fue fácil para Dilma encastrar las piezas del mecano de una decena de partidos –desde el PC a varios de extracción conservadora– con los que gobernará a partir de mañana, cuando se sucederá a sí misma tras la estrecha victoria en el ballottage del 26 de octubre frente al socialdemócrata Aécio Neves.

Ayer por la noche, luego de otro día de consultas con los aliados, nombró a Juca Ferreira como ministro de Cultura, con lo que aún resta conocer el nombre de 15 colaboradores que posiblemente sean anunciados hoy. Recientemente, cuando ya era citado como candidato a la cartera de Cultura, Juca Ferreira reivindicó la democratización de los medios de comunicación.

“Durante la dictadura luchamos contra la censura del Estado y hoy tenemos la censura del mercado, que es la censura a partir de los intereses de los dueños de los grandes medios”, sentenció Ferreira, que posiblemente contará con el apoyo del próximo ministro de Comunicaciones, Ricardo Berzoini, un defensor de la regulación antimonopólica.

De los ministerios faltantes el más relevante es el de Relaciones Exteriores, para el cual no hay ningún candidato seguro, aunque circulan los nombres del tres veces canciller Celso Amorim (dos de las cuales con Lula) y el actual embajador en Argentina, Everto Vieira Vargas, también gaúcho y probable degustador de chimarrao.

Si Dilma ha tomado todo el tiempo necesario para escoger a la mayoría de sus ministros, esto no fue así con el de Hacienda, el ejecutivo del banco Bradesco Joaquim Levy, a quien le fue ofrecido el cargo un mes después de las elecciones.

La premura fue una forma de aplacar las presiones del mercado financiero urgido en impedir que Dilma escogiera algún economista desarrollista, afinado con la tradición del PT y de la propia presidenta.

Con el nombramiento de Levy, que seguramente no leyó la tesis doctoral de Aloízio Mercadante (y si lo hizo no comparte su perspectiva), banqueros y especuladores recuperaron la calma, sólo por algunos días, porque en las últimas semanas volvieron a presionar: ahora para que Petrobras, acosada por denuncias de corrupción, sea administrada por algún gerente de compañías privadas.

Joaquim Levy prometió un ajuste neoliberal, rechazado esta semana por el secretario de asuntos sindicales del PT, Angelo Dagostino, para quien el futuro funcionario amenaza “precarizar” las relaciones entre asalariados y patrones.

Dagostino fue una de las pocas voces que se pronunciaron explícitamente contra Levy en el PT, donde la mayoría confiesa su disgusto de forma reservada por entender que lo prioritario es apoyar al gobierno.

El PT anunció el envío de centenas de colectivos a Brasilia para garantizar la presencia de militantes en la asunción de la presidenta.

Ayer se ultimaban los preparativos para recibir a la caravana en el estadio Nilson Nelson, junto al mundialista Mané Garrincha, donde se alojarán antes de partir hacia la Plaza de los Tres Poderes, frente al Planalto.

A pesar del sol radiante de ayer, los empleados del Planalto instalaron un toldo en el parlatorio, desde donde Dilma hablará a la población mañana en prevención de que haya una lluvia tan torrencial como la que se abatió sobre Brasilia, durante algunas horas, el 1º de enero de 2011.

Mientras los Dragones de la Independencia continuaban marchando “izquierda, izquier... derecha, der”, los técnicos realizaban ajustes en el equipo de sonido para lo cual se utilizó un CD de Madonna, que seguramente no volverá a escucharse mañana cuando se propalará el Himno Nacional de ese país.

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No fue fácil para Dilma encastrar las piezas del mecano de una decena de partidos con los que gobernará a partir de mañana.
 
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