EL MUNDO › A POCO DE LOS COMICIOS BRITáNICOS, LA OPOSICIóN NO SE CORRE MáS A LA IZQUIERDA

El laborismo apuesta a la moderación

El manifiesto del candidato Miliband ofrece una combinación de prudencia fiscal y justicia social. Expertos señalan que el laborismo dejó pasar una oportunidad histórica para cambiar el eje del debate, que hoy es la austeridad.

 Por Marcelo Justo

Página/12 En Gran Bretaña

Desde Londres

El eterno debate entre la izquierda posible y la deseable tiene en el Reino Unido un sesgo tan británico como el volante de los coches a la derecha y las manos de las calles en sentido contrario a la mayoría de los países. Un sistema electoral de locos y tendencias socioeconómicas profundas de esta cuna del capitalismo tienen un peso decisivo a la hora de formular un programa de izquierda de cara a las elecciones del 7 de mayo.

El manifiesto laborista que presentó el lunes pasado el líder partidario Ed Miliband es un claro ejemplo de estos condicionamientos. En los últimos cinco años, Miliband corrió a su partido unos centímetros a la izquierda luego del largo reinado del nuevo laborismo de Tony Blair y Gordon Brown. Según la actual ortodoxia partidaria, más no se puede. Siguiendo el principio de que la política es el arte de lo posible, el manifiesto ofrece una modesta combinación de prudencia fiscal (paulatina eliminación del déficit operativo) y justicia social (aumento de salario mínimo, mayor inversión en vivienda y salud, etcétera).

En el matutino The Guardian, el analista George Monbiot resumió las críticas señalando que el laborismo ha dejado pasar una oportunidad histórica para cambiar el eje del debate. “El actual marco del debate, armado y pulido durante siete años, es que lo único importante es el déficit. Los conservadores impusieron la idea de que la crisis financiera de 2008 no la causaron los bancos, sino el despilfarro irresponsable del gobierno laborista de entonces y que para este problema la única cura posible es la austeridad. Miliband no se ha apartado de este eje”, señala Monbiot.

Estos críticos no proponen la socialización de los medios de producción o la toma del Palacio de Buckingham: su agenda es típicamente reformista. “Un impuesto a las transacciones financieras del 0,01 por ciento recaudaría unos 25 mil millones de libras; la sustitución del anacrónico y regresivo impuesto municipal transferiría miles de millones de libras que hoy benefician a los propietarios para solucionar el problema de la vivienda; una lucha seria contra la evasión fiscal ayudaría a corregir la actual inequidad”, enumera Monbiot.

En un país considerado por muchos especialistas como el paraíso fiscal número uno del planeta un programa así toca fuertes intereses creados y es descalificado por los medios hegemónicos como “extremo”. El sector financiero constituye un 10 por ciento del PBI nacional, proporcionalmente el más alto de los siete países más desarrollados del planeta. En comparación, el sector industrial, diezmado por el thatcherismo, pasó de representar un 41 por ciento en la posguerra a un 14 por ciento hoy. La base política del laborismo sufrió con este cambio: la de los conservadores se reforzó.

Los medios están dominados por intereses vinculados al sector financiero y al quintil más rico de la sociedad. La inmensa mayoría de la prensa escrita apoya a los conservadores. A nivel televisivo y radial, la BBC, corporación pública, logra equilibrar un poco las cosas, pero la cadena de Sky del grupo Murdoch machaca diariamente su respaldo a una agenda pro ajuste, antiinmigración y antieuropa.

Las peculiaridades del sistema electoral británico completan el chaleco de fuerza. El electorado no elige primer ministro: elige los 650 parlamentarios que integrarán la Cámara de los Comunes. En la práctica este 7 de mayo habrá 650 elecciones que se deciden por el first past the post (el primero que llega). El que saca más votos en cada distrito electoral se lleva el escaño: el que tiene más escaños, elige primer ministro.

Este sistema parlamentarista ha favorecido históricamente el bipartidismo. Los partidos ganadores suelen sacar un 35 por ciento de los votos totales y llevarse un 43 por ciento de los escaños. Sucedió con el thatcherismo y con el nuevo laborismo, de Blair y Brown, que gobernaron con mayorías que no reflejaban el porcentaje de apoyo electoral.

Un segundo impacto de este sistema electoral es que inclina a los partidos hacia el centro. Como la disputa es distrito por distrito, una política muy de izquierda puede ser exitosa en ciertas zonas y desastrosa en otras. En Brighton, meca gay británica, hay un fuerte desafío a los laboristas del Partido Verde, que puede restarles votos y terminar favoreciendo a conservadores o liberal demócratas. Un programa más de izquierda sería útil allí y en otros 15 distritos similares, pero resultaría desastroso en el condado de Essex, con fuerte densidad de clase media y media baja con aspiraciones, donde los rivales a vencer son los conservadores. La mezcla de prudencia fiscal y justicia social del laborismo es un intento de mantener contentos a todos.

El éxito de esta apuesta moderada de Miliband dependerá del humor social. El Reino Unido ha vivido bajo la sombra thatcherista en los últimos 34 años: el nuevo laborismo, de 1997 a 2010, fue una política básicamente conservadora con “conciencia social”. Otro de los críticos, Owen Jones, autor de The Establishment and How They Get away with It, cree que el laborismo no ha medido bien el impacto profundo del estallido financiero de 2008 y la austeridad fiscal de los últimos cinco años. “Las cosas han cambiado. Miliband necesita plantear una clara alternativa para recobrar los votantes laboristas que hoy se inclinan por los verdes, por los nacionalistas escoceses y en algunos casos hasta por los nacionalistas ingleses. El énfasis debería ser sobre la justicia fiscal, el salario digno, la seguridad laboral, la vivienda y la equidad”, señala Jones.

Una cosa está clara. Las encuestas perfilan la elección más reñida de las últimas décadas: sólo en las urnas se sabrá cuál ha sido la estrategia adecuada.

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Ed Miliband tiene en contra a la mayoría de la prensa escrita y al sector financiero.
Imagen: AFP
 
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