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Cómo es viajar en Black Hawk en un Irak ocupado

El Black Hawk, emblema de la ocupación norteamericana, es el helicóptero más atacado por la resistencia iraquí. Aquí, una periodista que subió a bordo de uno en cuenta por qué su vulnerabilidad y lo que se siente a bordo de máquinas que vuelan a 50 metros del suelo.

Por Angeles Espinosa *
Desde Mosul

Vértigo. Eso es lo que produce viajar en un Black Hawk a escasos 50 metros del suelo y a 200 kilómetros por hora. Así de bajo y de rápido vuelan hoy sobre Irak los Sikorsky UH-60, que es el nombre técnico de esos aparatos. Y sin dejar de inclinarse a derecha y a izquierda para no convertirse en un blanco estático. Tres helicópteros derribados por la resistencia en otras tantas semanas han transformado sus desplazamientos en una operación de alto riesgo. Pero para la 101ª División Aerotransportada es rutina.
No hay tarjetas de embarque ni formalidades aeroportuarias. El pasaje y la carga esperan a pie de pista. El pájaro metálico se posa y un soldado gesticula para que todos suban a bordo. Imposible hablar. El estruendo del rotor hace ininteligible cualquier sonido. Aunque las palas giran varios palmos por encima de las cabezas, los neófitos tienden a agacharse, por si acaso. Uno de los fusileros comprueba que los cinturones estén bien abrochados.
Son las 13.15 cuando el Black Hawk 26550 despega del helipuerto del cuartel general de la región norte, en Mosul, con destino a Jaguar Sur, un enorme depósito de municiones junto a las ruinas romanas de Hatra. Cuatro asientos se quedan vacíos. Ni sombra de nerviosismo entre los 11 ocupantes: dos pilotos, dos fusileros, dos oficiales, un soldado raso y cuatro civiles. Pero nadie quita ojo de las ventanas. Los militares, alerta. Los civiles, fascinados. Desde esta altura, el medio centenar de camiones que esperan para descargar en una gravera parecen de juguete, y los rebaños de ovejas, bolas de algodón manchadas de arena.
La velocidad a la que cambia el paisaje produce vértigo. Tal vez también influya el recuerdo de los últimos accidentes. Desde el pasado 25 de octubre, cinco helicópteros (un Chinook y cuatro Black Hawk) se han estrellado, tres de ellos derribados por misiles o lanzagranadas, lo que ha obligado a incrementar las precauciones. “Sólo un Black Hawk de nuestra división ha sido derribado, porque los dos de Mosul chocaron entre sí, fue un accidente”, insiste el coronel Ken Hodges, responsable militar de la provincia de Nínive.
“Desde los últimos sucesos, hemos empezado a volar más bajo y más rápido para dificultar los ataques”, admite, no obstante. Los lanzagranadas y misiles que utilizan los insurgentes requieren una distancia mínima para poder apuntar con precisión, aunque a menor altura los helicópteros son más vulnerables a armas cortas como el omnipresente Kaláshnikov. De ahí el aumento de la velocidad. “Los Chinook, que son más lentos, sobre todo en el despegue y en el aterrizaje, ya no vuelan de día, salvo emergencias”, añade Hodges. De noche, todos los aparatos se mueven sin luces.
Las medidas de seguridad incluyen no revelar los planes de vuelo ni siquiera a los pasajeros. El 26550 desciende de repente en medio de unas casamatas. Es FOB-Q West, una base de reabastecimiento a 100 kilómetros al suroeste de Mosul. Tras repostar combustible, el aparato vuelve a poner en marcha su motor y en menos de un minuto está de nuevo en el aire. Enseguida empiezan las oscilaciones a derecha y a izquierda. Cruza una autovía y a un lado de la carretera hay unos edificios que podrían servir de escondite a un eventual agresor.
Pronto vuelve a cambiar el decorado y la sombra del halcón negro, que eso es lo que significa su nombre, se proyecta sobre una zona de polvorines. Las fortificaciones anuncian la llegada a Jaguar Sur, un punto de almacenamiento de munición. Cuando los fusileros pliegan las ametralladoras es la señal de que se va a aterrizar. Primero baja la cola, como si se apoyara en unas imaginarias patas traseras, y luego, el resto del aparato.
“En Tikrit descendieron como si fuera una pista de aterrizaje, por eso les dieron”, explica Hodges. “También en Mosul solíamos bajar siguiendo elrío en línea recta para posarnos en el palacio”, añade en referencia a la que fuera residencia oficial de Saddam Hussein, hoy convertida en cuartel general de la 101ª División Aerotransportada. “Ahora ya no lo hacemos; tampoco sobrevolamos la ciudad”, concluye. En el viaje de vuelta, los pasajeros comprueban lo que significa la aproximación de seguridad: vuelo rasante, subiendo y bajando, en un continuo vaivén, para mantener la altura. Uno de los civiles vomita, pero el soldado Sketd hasta logra echarse una siesta.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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Un iraquí contempla el vuelo de un helicóptero estadounidense en plena misión.
 
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