Dom 18.09.2016

EL MUNDO  › FLORIDA UNA VEZ MAS SERA LA CLAVE PARA LA ELECCION DEL PROXIMO PRESIDENTE DE EE.UU.

Todo gira en torno al voto de pocos

El más populoso de los estados en disputa, que aporta 29 delegados al colegio electoral, resulta además, este año, ser el más disputado. Apenas medio punto de intención de voto separa a Donald Trump de Hillary Clinton.

› Por Nicolás Lantos

Desde Miami, Florida

Al final, si la tendencia se confirma y este año hay final cerrado en la elección presidencial en los Estados Unidos, cuando la noche del segundo martes de noviembre se haga larga y todo el mundo esté colgado al televisor siguiendo los detalles del escrutinio, todo volverá a girar en torno de Florida. El más populoso de los estados en disputa, que aporta 29 delegados al colegio electoral, resulta además, este año, ser el más disputado. Apenas medio punto de intención de voto separa a Donald Trump de Hillary Clinton, que encabezaba los sondeos por un margen similar hasta hace apenas dos semanas. El candidato republicano sabe que quedarse con el ‘sunshine state’ es condición necesaria (aunque no suficiente) para llegar a la Casa Blanca. La demócrata, por el otro lado, sabe que una victoria aquí es game over para su rival y apuesta a repetir lo que logró Obama hace ocho y cuatro años.

“La historia puede que no se repita, pero rima”, es un dicho popular aquí, muchas veces atribuido en forma apócrifa a Mark Twain. Al observar el escenario en Florida es inevitable remitirse a lo que sucedió en el año 2000, cuando George W. Bush volcó para su lado la elección presidencial al ganar este distrito en los tribunales tras un comicio parejísimo contra el republicano Al Gore. La diferencia final fue de 537 votos y Bush llegó, así, a la despacho oval. “Esa vez casi terminamos a los tiros”, recuerda Joaquín, yanqui, hijo de un veterano de Bahía de los Cochinos, voluntario del Partido Republicano en la zona este de Little Havana desde su adolescencia, que terminó hace varias décadas.

“Esta vez es distinto. ¿Quién va a querer tirarse por estos?”, agrega. Además, cree que va a ganar Hillary “por uno o dos puntos” porque “Trump no está haciendo campaña en los barrios”. Su cuadrilla reparte volantes y carteles en comercios y casas del barrio. Pero la mayoría llevan el nombre de los nominados para representantes ante el estado de Florida, jueces de la corte del distrito y otros cargos locales y ni siquiera mencionan al candidato a presidente. Aunque la comunidad cubana en Miami históricamente fue en su mayoría republicana, la llegada de inmigrantes de otros países de centro y sudamérica y el recambio generacional abrieron el juego demócrata en el barrio y algunos comercios exhiben en su vidriera el cartel que dice, en el español, “Estoy con ella”.

Hace cuatro años, Florida fue el estado en el que menor diferencia hubo entre Barack Obama y su rival Mitt Romney: apenas 0,9%. Sin embargo a Clinton le costará volver a consolidar la coalición que le dio aquella victoria a los demócratas, ya que negros y jóvenes son dos grupos demográficos clave en este distrito y la ex secretaria de Estado no logra entusiasmarlos como hizo el Presidente. La clave estará en el juego territorial, que buscará movilizar a toda esa base el día de la elección. Para eso el partido puso más de cincuenta oficinas aquí. Los republicanos apenas tienen una decena, y la mayoría funcionan a media máquina, como la de Joaquín.

La matanza en una discoteca gay de Orlando a manos de un atacante musulmán de nacionalidad estadounidense dejó un saldo de 49 víctimas fatales en junio de este año. Luego del ataque, los partidarios demócratas hicieron énfasis en la legislación que permite la compra de armas de guerra a la mayoría de los ciudadanos sin mayores trámites; los republicanos en los peligros inminentes que trae el terrorismo internacional. Algunas de estas cuestiones también van a saldarse en las urnas. El bloqueo demócrata en el congreso de una ley que otorgaba presupuesto luchar contra el brote de Zika en Florida también puede costarle caro a Clinton. En una carrera tan cerrada, cada detalle cuenta.

A favor de ella juega una importante mejora en la economía de Florida desde el 2012. Es uno de los estados que más repuntó luego de la crisis económica. El desempleo pasó de ocho puntos a menos de cinco. La inmigración desde Puerto Rico, otro distrito predominantemente demócrata, fue de casi medio millón de personas en estos años. “Creo que podemos volver a ganar por tercera vez seguida”, dice Rose, una peluquera que vino hace tres años y tiene su propio salón cerca del downtown de Miami. Tiene 52 años y votó al mismo partido toda su vida. “Igual que mi mamá y que mi abuela”, agrega. Es una de las pocas personas que escuché hablar de Hillary Clinton con optimismo sincero: “Va a ser una gran presidenta. Nadie está tan bien preparado como ella para gobernar”, se ilusiona.

Miami es una ciudad extraña, que parece varias ciudades superpuestas. En pocas cuadras pasa de ser Punta del Este a ser El Salvador; algunas más y ya parece Puerto Príncipe. En sus playas, que están en temporada alta todo el año, veranean ricos y famosos locales y globales junto a millones de turistas. A pocos minutos de las torres de vidrio y los autos importados, en Little Haiti, las calles no tienen vereda pero una gallina espera sobre un charco, al borde del asfalto, a que pase una camioneta destartalada antes de cruzar, seguida por tres pollitos. El sol del mediodía calienta tanto como si estuviera colgado a pocos metros de la calle. Los aleros de las casas dan unos pocos centímetros de sombra, donde algunos chicos se refugian, jugando al dominó mientras fuman unos cigarros armados con un papel oscuro de aroma anisado.

Tienen poco más o poco menos de veinte años pero entre ellos hablan en creole, la lengua de sus abuelos y de sus padres. Tienen teléfonos celulares de con 4G pero no saben lo que es un millenial. Cuando se les pregunta a quién van a votar responden con sorpresa, como si no se les hubiera ocurrido pensar sobre ese asunto hasta ese momento. “Mamá es demócrata, papá es republicano, yo nunca voté”, dice Mathiel, el más extrovertido de los tres. Lionel, el más grande, votó por Obama hace cuatro años pero ahora no está interesado en los candidatos que hay. “¿Cómo se llama la candidata del Partido Verde?”, pregunta. “¿Cuántos años tiene? No lo sé. A lo mejor la voto a ella. No lo sé”.

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