La familia Monster empieza a desfilar por Washington. Los inventores europeos del populismo de extrema derecha y, por ende, los verdaderos progenitores del trumpismo, se retuercen de satisfacción con la elección de su descendiente y el nombramiento del ideólogo norteamericano del radicalismo blanco, Steve Bannon, como Consejero y estratega en jefe de la Casa Blanca. El resultado electoral en los Estados Unidos es interpretado como un incentivo de cara a las elecciones que se avecinan en Francia, Alemania, Holanda y Austria. La líder de la extrema derecha francesa, Marine Le Pen (Frente Nacional), fue la primera dirigente en saludar a Donald Trump tras su victoria y “al pueblo norteamericano libre”. Signo inequívoco de la filiación entre el linaje ultra de los dos continentes, el británico Nigel Farage, el principal impulsor del Brexit en Gran Bretaña, fue el primer dirigente en ser recibido por Trump luego de su victoria del pasado 8 de noviembre. Las ultraderechas del Viejo Continente sueñan con un “mundo nuevo” forjado en las urnas norteamericanas que vendría a poner fin al reinado de “las elites desconectadas de la realidad que rehúsan ver y oír a los pueblos” (Marine Le Pen). 
Con el Frente Nacional francés a la cabeza del movimiento, los populismos grises apuestan por una reconfiguración planetaria a partir de Washington con, como hilo conductor, una ola mundial decididamente anti multicultural, anti tercermundista y proclive a la defensa a ultranza del terruño en contra de la globalización y las fronteras abiertas. En esa dinámica, “el mundo nuevo” anhelado por Marine Le Pen estaría bajo el signo de las extremas derechas. El muro entre México y los Estados Unidos que Donald Trump proyecta construir es la piedra angular de la ideología extremista europea obsesionada con la idea de trabar las fronteras y vaciar a los países de los inmigrados, vistos como contribuciones tóxicas y destructivas de las culturas nacionales. Es lícito reconocer que estos populismos de cara lavada han cosechado dos éxitos rotundos: el Brexit y la elección de Trump. En el primero de los casos, la totalidad de la ultra derecha europea hizo cuerpo común a favor de la salida del Reino Unido de la Unión Europa. Al contrario, el resto de los partidos de Europa, de izquierda o de derecha, hicieron campaña en contra. El segundo es la misma victoria de Donald Trump. El arco político tradicional cerró filas detrás de Hillary Clinton, la extrema derecha apostó por Trump. 
El Frente Nacional no es el único que ve iluminarse su horizonte. Las intenciones de voto de Marine Le Pen son hoy escalofriantes: está segura de pasar a la segunda vuelta y de dejar a los socialistas sin candidato en la consulta final y, en caso de que se enfrentase al actual presidente socialista, François Hollande, sería electa presidenta con 51por ciento de los votos. En Austria, las perspectivas son todavía más alentadoras. Austria elige jefe del Estado el próximo 4 de diciembre. Heinz-Christian Strache, presidente del ultraderechista Partido de la Libertad (FPÖ) es un trumpista profeso. Cuando ganó el magnate norteamericano, Strache escribió: “la izquierda política, así como el establishment desconectado y clánico, han sido castigados por los electores”. El, al contrario, espera el efecto opuesto. El FPÖ tiene ya garantizada la jefatura del gobierno y la presidencia luego de las elecciones presidenciales y legislativas. Su candidato, Norbert Hofer, va primero en las intenciones de voto. 
La dinámica trumpista impregnó también al Partido Populista Alternativa para Alemania(AFD). El presidente de esta formación de extrema derecha, Jörg Meuthen, interpretó como una “victoria grandiosa” el acceso de Trump a la presidencia. Meuthenestá seguro de que habrá un “efecto Trump” en Alemania y que ello le abrirá las puertas del Bundestag en las elecciones federales de 2017. Todavía más convicto al trumpismo es el extremista holandés Geert Wilders, jefe del PVV, Partido por la libertad. Geert Wilders no sólo calificó de “revolución” la elección de Donald Trump sino que llegó incluso a copiar el slogan de la campaña electoral del republicano (Make America Great Again): Make the Netherlands Great Again. Con los ojos puestos en las elecciones legislativas de 2017, Wilders, quien ya asistió en julio pasado a la convención del Partido Republicano en Cleveland (Ohio), se puso bajo la sombra protectora del recién llegado rey de los neo reaccionarios. 
El nacional populismo norteamericano se prepara a la siembra de sus ideales en Europa. La llegada de Steve Bannon a la Casa Blanca es la carta de la expansión ideológica con la que las euros ultraderechas cuentan (ver página 22). Bannon dirigió la campaña de Trump, es un experto en redes sociales y estaba a la cabeza de Breitbart News, un portal aferrado a la supremacía blanca, a la xenofobia y al antisemitismo. Breitbart News se está actualmente expandiendo al Reino Unido, a Alemania y a Francia. Este personaje y sus hoy aliados europeos comparten valores carnales. Steve Bannon es una de las figuras más representativas de la llamada “alt right”, la derecha alternativa cuyos credos son similares al del Frente Nacional francés, el PVV holandés, el FPÖ austríaco o el Partido Populista Alternativa para Alemania (AFD) :están contra las élites, el establishment, los partidos históricos de gobierno, la inmigración o el pluralismo cultural. Su término preferido es “fronteras”, y lo van a globalizar. En una de las pocas entrevistas que dio, Bannon dice: “nuestro movimiento tiene un rasgo global porque, a través del mundo, la gente quiere el retorno de las fronteras y más soberanía”.
 Con Bannon fluyendo sobre las alfombras de la Casa Blanca las retóricas de la extrema derecha ingresan en el prado del poder más dinámico e influyente. Los márgenes extremistas se movieron hacia el centro del imperio. Su primera socia pública es una de las mujeres políticas miembro de la familia Le Pen, Marion Marechal Le Pen, quien, a través de Twitter, respondió “sí a la invitación de Stephen Bannon para trabajar juntos”. Los neo reaccionarios nunca pudieron soñar con una alternativa más propicia. Primero, desde la década de los 80, araron las tierras de su renacida legitimidad en Europa, principalmente en Francia donde se sacaron las camperas negras y las esvásticas y se pusieron traje y corbata. Limpiaron su imagen en Italia, en Hungría, en Austria, en Holanda, en Grecia, en Suecia, en Alemania, en Bélgica y en Gran Bretaña. Al fin, con el Brexit y Trump, tomaron las riendas del imperio. El trumpismo ha dejado de ser un tropiezo de la historia para convertirse en una alianza de alcance global. 

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