EL MUNDO › HABLA EL BIOGRAFO DE ARISTIDE

De la villa al palacio

 Por Eduardo Febbro

En la época en que Jean Bertrand Aristide era apodado “el cura de las villas miseria”, el país contaba con él para borrar los 30 años de horror, represión y pobreza encarnados por la familia del ex presidente Duvalier (1957-1986). Con la victoria que obtuvo en las urnas el 16 de noviembre de 1996 (67 por ciento de los votos), Aristide tenía las manos libres y un enorme apoyo popular para llevar a la práctica algunas de sus promesas. Su reino fue efímero. El 30 de septiembre de 1991 un golpe militar interrumpió un mandato durante el cual Aristide ya había dado muestras de cierto autoritarismo. En 1994, el mandatario depuesto regresó al poder gracias a la intervención de Estados Unidos y luego de cuatro años de un extraño exilio en que fue “presidente” sin estar en el país que presidía.
Quienes se acercaron a Aristide en esos años pudieron corroborar que detrás del mito del “cura de las villas miseria” se escondía una mirada dura, un aura de frialdad autoritaria que contrastaba con la corona de “santo del pueblo” que llevaba puesta. Christophe Wargny conoce las dos vertientes de Jean Bertrand Aristide. El hombre de antes de 1994 y el que, en su sucesivos mandatos, instauró un sistema no muy distinto al que prometió cambiar. “Teníamos la impresión de que en ese entonces estábamos apoyando al pueblo haitiano en su aspiración a lo que parecía como la justicia”, dice Christophe Wargny. Gran especialista de Haití, ex consejero del presidente haitiano y autor de la única biografía que existe, Todo hombre es un hombre, Christophe Wargny constata que el hombre político cuya Biblia fue la Teología de la Liberación terminó sometiéndose a los cuatro poderes de las sombras: “Dinero, ejército, autoridades eclesiásticas, Estados Unidos”.
La historia de la que Wargny fue testigo es la de un “profeta que se convirtió en un déspota”. Hijo de una familia de campesinos, líder de una parroquia situada en uno de los barrios más pobres de la capital, excluido de los salesianos por “incitación al odio, la violencia y la exaltación de la lucha de clases”, propulsado al rango de “salvador de los pobres” por su discurso y su defensa de las clases oprimidas, Aristide copió al final el ejemplo de sus predecesores. Christophe Wargny recuerda que el presidente haitiano y su movimiento, Lavalas, aplicaron las recetas neolibelares del consenso de Washington e instalaron una batería de útiles represivos que nada tienen que envidiarles a los famosos y sangrientos “Tonton Macoutes” que sembraron la muerte durante la era de los Duvalier.
Las milicias de Aristide, formadas en las villas miseria, fueron decoradas con un nombre mucho más acorde a la espiritualidad del personaje: “Las quimeras”. El Aristide malo se sitúa al final de su primera presidencia, en 1996. Según Christophe Wargny, allí se opera un cambio fundamental marcado por “la creación de su partido, la Familia Lavalas, y la frecuente utilización de organizaciones populares que se convertían en bandas armadas”.
¿Cómo explicar el cambio que se operó en un hombre que avanzó con una Biblia en la mano y un garrote escondido en la otra? Wargny admite que se trata de una pregunta a la que no es fácil responder. Según el especialista, el golpe de Estado de 1991 y la experiencia del exilio –tres años– modificaron sus percepciones. “En contacto con la realpolitik, Aristide reemplazó la noción de progreso o competencia por el interés hacia su propia persona. 1997 marcó la etapa hacia un nuevo tipo de poder: primero personal, luego despótico.” Pero a pesar de la acumulación de errores y el engranaje represivo que Aristide puso en marcha, el mandatario sigue aún gozando de cierta popularidad. Christophe Wargny analiza ese eco popular y acota que éste se explica en parte por “las propuestas y el perfil de sus opositores. Estos, a menudo, tienen escaso contacto con el pueblo. Por esta razón hay sectores del campo y de las villas miseria que no ven en esa oposición una alternativa verosímil frente a un personaje que aún aparece con acentos proféticos”. Por paradójico que parezca, no sólo los habitantes de las zonas marginales apoyan a Aristide sino hasta la misma burguesía. Este fenómeno de doble estructura de apoyo se articula en torno del miedo: “La burguesía, que al principio se opuso a Aristide, es la que hoy lo sostiene. La burguesía tiene miedo de que se produzca una revuelta de las villas miseria, de que los barrios ricos sean saqueados por los menos favorecidos”.
El pronóstico que hace su biógrafo es catastrófico. Christophe Wargny está convencido de que el porvenir puede “ser aún peor que lo que pasó después de la partida de Baby Doc”. La era post Aristide “se presenta con una configuración difícil. No basta con reemplazar a un dictador para crear rutas, escuelas y hospitales. Incluso si traicionó la confianza de su pueblo, Aristide aparece como un presidente legítimo. Los partidos políticos tradicionales están agotados. La oposición política no es ni más legítima ni peor que Aristide. La oposición de la sociedad civil promete mucho, pero no le será fácil impulsar un programa. En cuanto al grupo opositor de los 184, éste presenta un marco para establecer un país pacificado. Pero existe el riesgo de que estalle un conflicto entre la sociedad civil y los viejos partidos políticos de la oposición. Creo que es preciso pensar en una transición conducida por una dirección colectiva”.
Represión, incompetencia, mafias, culto a la persona, las falencias de la gestión del “padrecito de las villas miseria” son aterradoras. Sin embargo, para su ex consejero, la falla mayor radica en que el presidente no supo “introducir” un corte definitivo entre los dos componentes de la cultura nacional: “La sociedad haitiana está dividida entre criollos y bosales, que significa piel sucia. Los criollos están asimilados a la cultura francesa y los bosales son los descendientes de los esclavos africanos. Los criollos dominan actualmente la sociedad urbana y, dos siglos más tarde, los descendientes de los esclavos viven en el campo y en las villas miseria. Aristide tuvo el poder de producir un cambio pero, al final, se alió con los amos”.

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