EL MUNDO › LA DERECHA FRANCESA CONSOLIDO SU TRIUNFO EN LAS LEGISLATIVAS

Más que giro, un golpe de timón

Con una abstención que creció y una izquierda que continuó su descenso, el presidente francés Jacques Chirac consiguió una mayoría legislativa abrumadora: 400 de 577 legisladores. La izquierda siguió perdiendo votos y sólo se salvó el socialismo. La extrema derecha no entró al Parlamento.

Por Eduardo Febbro
Desde París

A las ocho y un segundo de la noche, los militantes de la derecha reunidos en la sede del partido Unión para la Mayoría Presidencial (UMP) gritaban eufóricos “chau izquierda”. Al cabo de la segunda vuelta de las elecciones legislativas, los electores franceses no manifestaron el más mínimo reconocimiento por la mayoría saliente y confirmaron la doble tendencia del pasado 9 de junio: una nueva tasa histórica de abstención, 38,5 por ciento y un no menos histórico voto a favor de los candidatos que se presentaron bajo las banderas del partido presidencial UMP. Con un total de 400 escaños, la derecha fiel al reelecto mandatario Jacques Chirac se llevó de las urnas legislativas la mayoría absoluta. Los repetidos llamados del Partido Socialista (PS) en pos de una movilización de los abstencionistas de la primera vuelta a fin de evitar la excesiva concentración de los poderes en manos de un solo partido cayeron en oídos sordos. Francia sancionó sin motivos a los socialistas llegando incluso a eliminar a varias personalidades claves del gobierno del ex premier Lionel Jospin. En total, la izquierda francesa, PS, verdes y comunistas, sacó un total de 174 escaños. Entre 1997 y ahora, el PS y sus aliados perdieron más de 100 diputados y algunas cabezas que rodaron espectacularmente.
Entre una izquierda de economía de mercado pero con sensibilidad social y acciones gubernamentales concretas en su haber y una derecha policial, dura y ultraliberal, la sociedad eligió sin ambigüedad el campo conservador. El “paréntesis anómalo” de la cohabitación que se inició en 1986 bajo la presidencia del difunto presidente socialista François Mitterrand quedó cerrado ayer. El único partido de la izquierda que salvó el honor fue el socialista. Con 155 diputados, los socialistas evitaron repetir el oprobio de 1993, cuando, de mayoritarios, pasaron a conservar apenas 53 escaños. El PC, en cambio, no logró ni siquiera salvar el honor. El secretario general del PCF, Robert Hue, fue incluso derrotado en la circunscripción donde se presentó y el único consuelo que le queda al PC es haber salvado su grupo parlamentario con los 20 escaños obtenidos. Con sólo tres escaños, los ecologistas salieron con lo mínimo para mantener su presencia en la Asamblea y en el seno de la “izquierda unida”.
La ola azul que cubrió Francia en las últimas semanas dejó tan pocos espacios libres que los socialistas vieron caer líderes históricos de las últimas dos décadas. En el norte, la ex ministra de Trabajo, la autora de la ley sobre las 35 horas semanales, Martine Aubry, apodada “la señora de las 35 horas”, fue derrotada por un joven de la UMP de 32 años. La misma suerte corrió el ex ministro socialista Pierre Moscovici y la ex ministra de Ecología y secretaria nacional de los Verdes, Dominique Voynet. Mucho más inesperada resultó la derrota del ex ministro de Defensa e Interior Jean Pierre Chevènement. Elegido sin interrupción desde 1973, Chevènement fue derrotado en el territorio de Belfort, una zona obrera y, al menos hasta el domingo, profundamente arraigada a la izquierda. En el mismo Belfort, el socialista Raymond Forni, presidente de la Asamblea Nacional, también fracasó en las urnas. La ola azul hizo rodar muchas cabezas y puso a Francia en una situación inédita. Nunca en la historia de la Quinta República un solo grupo político concentró una suma semejante de poderes y de diputados en la Asamblea Nacional. Esta es además la primera vez que, desde 1981, un solo partido logra detentar la mayoría absoluta en la Asamblea.
La única excepción que rompe la regla azul es París. La izquierda salvó mucho más que el honor en la capital francesa obteniendo 12 de los 21 escaños en juego. Los socialistas corroboran así la pertinencia de los análisis de los politólogos locales que habían definido al PS como un movimiento que “abandona las clases populares, obreras, en beneficio delas clases urbanas, jóvenes, cultas, con buena conciencia y adinerada”. Además de los comunistas y los ecologistas, el otro partido que salió perdiendo fue el ultraderechista Frente Nacional. El FN de Jean-Marie Le Pen no contará con ningún escaño en la futura Asamblea. Ninguno de los 37 candidatos presentes en la segunda vuelta resultó electo este domingo. La ola azul parece así haber tapado la ola negra que amenazaba con extenderse por Francia luego de que Jean-Marie Le Pen lograra descalificar al socialista Lionel Jospin en la primera vuelta de la consulta presidencial y pasar a la segunda para disputar la presidencia contra Jacques Chirac.
A pesar de esta victoria histórica, los partidarios del presidente francés se cuidaron de dar muestras de triunfalismo. Al igual que la semana pasada, la “modestia” fue la conducta asumida por los líderes de la derecha. La única frase de cierto alcance pronunciada por el Primer Ministro conservador Jean-Pierre Raffarin consistió en decir “sé que tenemos la obligación de no decepcionar”. El jefe de gobierno francés, nombrado al cabo de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales (5 de mayo), puede reivindicar su parte en esta amplia victoria. Desconocido por los franceses hasta su nombramiento, Raffarin llevó a cabo una campaña discreta pero lo suficientemente eficaz como para no asustar a los electores indecisos. En vísperas de la segunda vuelta y no sin humor, la prensa francesa decía que Francia estaba “raffaranizada”.
Del análisis detallado de los porcentajes sobresale una evidencia: el elevado porcentaje de abstencionistas perjudicó sobre todo a la izquierda. Los socialistas, que contaban con un nuevo “sobresalto republicano” para atenuar el avance de la derecha, no consiguieron movilizar a los abstencionistas de la primera vuelta (36 por ciento). La segunda resultó todavía menos movilizada que la primera.
Los estudios de opinión muestran que del 36 por ciento de las personas que no acudieron a votar el domingo 9 de junio, casi el 48 por ciento se declararon cercanos a la izquierda (23 por ciento de la derecha). La abstención perjudicó así a una izquierda todavía demasiado “alterada” por la eliminación política del ex jefe de gobierno Lionel Jospin en la primera vuelta de las elecciones presidenciales (21 de mayo) como para proponer una plataforma verosímil.
Los socialistas y el conjunto de la izquierda se encuentran en una situación paradójica. Crearon más de un millón de empleos en los 5 años que estuvieron en el gobierno, calmaron la hecatombe dejada por el gabinete conservador que gobernó entre 1995 y 1997, aprobaron leyes de largo alcance como la de las 35 horas semanales sin pérdida de salario, llamaron luego a votar por Jacques Chirac para evitar la progresión de la extrema derecha en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales y ayer fueron despedidos del poder sin que se les haya dado, al menos, la posibilidad de protagonizar una oposición más eficaz con un puñado suplementario de diputados. No hubo un solo líder socialista que, anoche, no pronunciara la palabra “injusto”.
François Hollande, el primer secretario del PS, señaló que “este resultado, que se inscribe en el arraigo mecánico que siguió la elección presidencial y el retroceso de la cohabitación, podrá parecerle injusto a la izquierda”. El líder socialista recalcó luego que “los socialistas son la fuerza principal de la oposición”, adelantó que era preciso “preparar las condiciones de una nueva alternancia” y admitió que lo conseguirán únicamente “mediante la unidad y examinando las causas de las sucesivas derrotas”.
Laurent Fabius, ex ministro de Economía del gobierno de Lionel Jospin y animador de la corriente liberal del socialismo, estimó que pese a todo aún “se puede esperar”. Según declaró, “esta noche el color dominante es azul, pero la resistencia será rosa”. Fabius reconoció que los electores le habían dejado al socialismo al menos “un zócalo para reconstruir laesperanza”. El margen de maniobra que le queda a la izquierda es estrecho. El PC y los ecologistas salen de las urnas como fuerzas marginales y el PS con el estatuto de primer y único partido de oposición. Hollande, que salvó su circunscripción de Tulle y con ella su puesto a la cabeza del partido, se pronunció por una “reconstrucción” de la izquierda “sin precipitación pero con obstinación”.

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La sonrisa satisfecha de Chirac: la derecha arrasó como pocas veces se vio en los últimos años.
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