EL MUNDO › UNA CARTA REVELA UNA CONSPIRACION DE MESES

Invitados a una defraudación

Por Javier del Pino *
Desde Washington

Una carta que ha comenzado a circular a partir de filtraciones en el Congreso muestra que el presidente de la difunta petrolera Enron conocía bien la situación agonizante de su compañía al menos tres meses antes de su caída, cuando los ejecutivos de la empresa se lanzaban a vender acciones sobrevaluadas sin advertir a los accionistas pequeños de la compañía –la mayor parte de sus empleados– que sus ahorros estaban por evaporarse. La fecha de la carta proporciona una prueba más sobre el grado de conocimiento real de los directivos sobre el desastre financiero de la compañía. Lay ha asegurado hasta ahora que las pérdidas repentinas en el tercer trimestre del año fueron “inesperadas” después de más de 20 períodos consecutivos de crecimiento y beneficios.
El texto de la carta ha sido parcialmente facilitado por varios miembros de la Cámara de Representantes que participan en una de las comisiones encargadas de investigar el caso. Aunque los congresistas mantuvieron oculto el nombre del remitente, The New York Times asegura que se trata de Sherron Watkins, vicepresidenta de un departamento de la compañía.
Watkins envió el texto a mediados de agosto para hacer saber a Lay que se sentía “increíblemente nerviosa porque estamos entrando en una ola de escándalos contables”. Watkins se quejaba del “velo de hermetismo” que oscurecía todo lo referente a asociaciones de Enron con compañías marginales que aparentemente servían sólo de tapadera para esconder las cifras reales del desastre financiero.
Watkins expresaba su “angustia” al contemplar ciertas prácticas contables, especialmente los acuerdos que uno de los altos cargos, Andrew Fastow, usaba supuestamente para inflar de manera ficticia los beneficios de la empresa. Quienes han leído el texto completo de la carta aseguran que en otro pasaje Watkins le cuenta a Lay cómo ella misma ha podido escuchar a un alto cargo decir esto: “Sé que sería devastador para nosotros, pero espero que nos descubran. Somos una empresa de sinvergüenzas”. La carta comenzaba con dos preguntas: “¿Se ha convertido Enron en un sitio peligroso para trabajar? Quienes no nos hemos hecho ricos en los últimos años, ¿podemos permitirnos seguir aquí?”. Watkins también aseguraba a Lay que varios altos cargos cuestionaban “de manera constante y continua” las prácticas contables de la dirección.
Con la carta en su poder, Lay todavía distribuía correos electrónicos entre sus empleados sobre las halagüeñas perspectivas de futuro. La mayoría de los trabajadores tenían sus pensiones invertidas en acciones de la compañía, y las han perdido con la bancarrota. William Lerach, abogado de un grupo de accionistas que ha demandado a Enron, aseguró que todo esto consolida la hipótesis del enriquecimiento apresurado de un grupo de directivos. “Pusieron cientos de millones de dólares en sus bolsillos mientras los empleados y otros accionistas lo perdían todo”, dijo Lerach.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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