EL MUNDO › UN RECORRIDO POR LOS CENTROS DE VOTACIóN EN BARRIOS HUMILDES Y ACOMODADOS DE LA CAPITAL PERUANA

Unos y otros votan mirando al futuro

En Villa El Salvador son más los que muestran preferencia por Ollanta Humala; en cambio, en el aristocrático barrio de San Isidro, una mayoría está con la hija del ex dictador Fujimori y reivindica al padre.

 Por Carlos Noriega

Desde Lima

Es mediodía y en el patio principal de la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI), en la zona norte de la capital, la gente apura el paso para buscar el pabellón de aulas donde se encuentra su mesa de votación. La UNI es el centro de votación más grande del país. Ahí votan unas 40 mil personas en cerca de 200 mesas. El proceso electoral se desarrolla sin problemas, como en el resto del país.

Juan Herrera camina presuroso para ir a depositar su voto. Se queja de su mala suerte porque en su mesa hay una larga cola mientras otras están vacías. “Yo voto por Ollanta, porque yo soy de los que no ven en el bolsillo el crecimiento económico del país y quiero que eso cambie”, nos dice Juan, empleado en una empresa, mientras espera para votar. Una señora que está en la cola se acerca y dice que Humala es un riesgo para el país y por eso ella apoya a Keiko Fujimori. Se arma un debate en la fila de la votación. “Keiko nos da seguridad para que el país siga creciendo, ese Humala quiere estatizar todo y las empresas se van a ir y nos vamos a quedar sin trabajo”, opina Hermilda Campos, ama de casa y esposa de un pequeño comerciante de ropa. “Fujimori fue un dictador y un ladrón”, interviene un joven. “Todos los políticos roban, y mano dura es lo que necesita este país”, contesta cortante Hermilda.

Las opiniones en la fila están divididas. Fernando Franco, taxista informal, dice que a él no le gusta ninguno de los dos pero que votará por Humala porque lo considera “el mal menor”. “El fujimorismo no puede regresar al gobierno. Eso no. Ojalá Humala cumpla lo que ha dicho y no sea igual que (Hugo) Chávez”, dice Fernando. Para Elena, estudiante de enfermería, el “mal menor” es Keiko y acaba de votar por ella “sin entusiasmo, pero no me quedaba otra, qué vamos a hacer”. A la salida de la UNI le preguntamos a una joven que llega apurada a votar por quién lo hará. “Mire –contesta María, estudiante de derecho– le voy a responder repitiendo lo que le escuché decir a una actriz en un reportaje que le hicieron: ‘Si dicen que Humala es el salto al vacío, Keiko es un salto directo al desagüe’. Y yo prefiero saltar al vacío a ver con qué nos encontramos, antes que saltar al desagüe y ahogarme embarrada.”

En el aristocrático barrio de San Isidro, las cosas están más definidas. Ahí la mayoría está con la hija del ex dictador Fujimori. Katia Paredes, que estudia administración en una universidad privada, dice que el triunfo de Humala “sería una tragedia”. Le preguntamos por las violaciones a los derechos humanos y la corrupción del régimen fujimorista. “Keiko no es su padre. Además, para mí el gobierno de Fujimori no fue tan malo como dicen porque terminó el terrorismo. Toda guerra tiene un costo, esas personas que mataron seguro eran terroristas”, responde. Quienes la rodean asienten en señal de aprobación. El fantasma de Hugo Chávez parece acompañar, como una presencia amenazante, hasta las urnas a quienes votan en ese colegio privado de San Isidro. “Con Humala nos hundiremos. Si gana será un dictador como Chávez y nos convertiremos en otra Venezuela, que está muy mal. Dios nos libre de Humala y de Chávez”, afirma Víctor Hernández, gerente de una compañía exportadora.

Cuando hablan de Humala algunos no pueden evitar sacar a relucir sus sentimientos racistas. “A Humala lo apoyan los indios, los ignorantes. No podemos entregarles el país a ellos”, opina, alzando la voz, Jorge, que nos dice ser funcionario de un banco, pero no nos quiere dar su apellido. En esa escuela solamente encontramos a un par de jóvenes que nos confesaron, a media de voz, que apoyaban a Humala.

Lejos de ahí, en Villa El Salvador, donde viven esos cholos que Jorge desprecia, Juan Pacari, obrero de construcción con empleos eventuales, sale de votar de una precaria escuela. “He votado por Ollanta, porque está con los pobres”, dice y se marcha rápido. Pero en ese barrio, que nació de las invasiones de los desposeídos, Keiko Fujimori también capta simpatías. María Huamán, empleada doméstica, que vive en una casa de madera y sin agua, en los cerros de arena que miran al Pacífico, se prepara para votar por Keiko porque “su padre ayudó al comedor popular de mi zona y ella ha ofrecido ayudarnos”. Mariano Huamaní, obrero de una fábrica, acaba de votar con Humala con la esperanza, dice, de que las cosas cambien para los pobres. Las colas comienzan a crecer en el arenal. Son más los que dicen que votarán a Humala, pero no son pocos los que lo harán por Keiko Fujimori. Al final de la elección, todos ellos volverán a sus vidas de carencias y pobreza, tal vez con algo más de esperanza en el futuro.

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Una mujer vota en un centro de votación en Lima; hubo largas colas en algunas sedes educativas.
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