EL MUNDO › EN KYRIAT SHMONA PIDEN QUE ISRAEL PROSIGA LA OFENSIVA

“Con Hezbolá no se dialoga”

 Por Georgina Higueras *
Desde Kyriat Shmona

“No va a gustarle la respuesta”, afirma Sagi Tsipori, de 40 años y uno de los miembros del kibutz (antigua comuna) de Kefar Giladi, donde el domingo murieron 12 soldados israelíes por la explosión de un katiusha lanzado por Hezbolá desde el sur de Líbano. “Con Hezbolá y quienes les ayudan no se dialoga, se los extermina.”

El radicalismo se ha adueñado de buena parte de los habitantes de Kryat Shmona, la última ciudad antes de la frontera, rodeada de colinas en las que los antiguos kibutz se han reconvertido en hoteles rurales. La lluvia de katiusha con que Hezbolá castigó ayer a los 5000 habitantes de Kryat Shmona que resisten encerrados en refugios –la población es de 22.000 personas– no hizo más que profundizar el abismo que se abre entre Israel y sus vecinos.

“Esto no es una guerra contra Hezbolá, sino para librar al mundo de fanáticos fundamentalistas. Somos los únicos capaces de luchar contra el terrorismo internacional”, decía el vicealcalde Sami Malul, de 52 años, mientras retumbaban sobre el refugio del Centro Municipal de Emergencia las explosiones de los katiusha y los bombardeos de la artillería israelí.

El primer ministro Ehud Olmert visitó de madrugada el Comando del Norte para discutir con los mandos militares la estrategia a seguir. “No podemos tener a un millón de personas viviendo en refugios. Contra esto el ejército no tendrá límites”, dijo. Como si de un reto se tratara, nada más hacerse públicas –hacia las once de la mañana– las palabras de Olmert, Hezbolá comenzó a lanzar sus katiusha y las explosiones se sucedieron durante más de dos horas.

Sin embargo, la hermana de uno de los soldados muertos el domingo, durante el entierro y entre desgarradores sollozos, hizo un llamamiento a todos los militares creyentes para que vuelvan a sus casas y no sigan combatiendo. Kyriat Shmona es una ciudad fantasma. Ni una persona, ni un coche circula por sus calles, sobre todo después del domingo, en que además de los 12 muertos en un kibutz cercano, los katiushas mataron a otras tres personas en Haifa, la tercera ciudad de Israel, a unos 70 kilómetros al sur. La relativa confianza que llevó a volver la semana pasada a centenares de los que habían huido hacia el sur del país al iniciarse la contienda, el pasado 12 de julio, se tornó en terror y rabia.

Las tiendas están cerradas, al igual que las puertas y las persianas de las casas. Según el vicealcalde, cerca de 1000 han resultado dañadas. Por la calle se ven los cristales rotos por las explosiones y los árboles quemados por el fuego. Las verdes colinas, que son el principal atractivo de la zona, tienen grandes manchas pardas y negruzcas, a consecuencia de los ataques.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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