EL MUNDO › OPINION

Cambios en el tablero

 Por Claudio Uriarte

Una de las consecuencias menos atendidas del colapso argentino es que dejó al Departamento de Estado norteamericano sin su principal estación repetidora en la región. Y la política, como la naturaleza, aborrece el vacío. Detrás de la compleja trama de relaciones inter e intracontinentales, pueden estar surgiendo nuevas vías de acción que apuntan a un cuadro muy distinto del que imperó entre los atentados del 11 de septiembre contra Nueva York y Washington y la renuncia de Fernando de la Rúa el 20 de diciembre.
La Unión Europea está al borde –exactamente al borde– de lo que puede derivar en una guerra comercial con EE.UU. Washington está tratando de poner paños fríos en el asunto, pero los 4000 millones de dólares de sanciones comerciales que la Organización Mundial de Comercio dio luz verde a Europa para que aplique sobre su socio transatlántico pueden tener efectivamente el efecto de “misil nuclear” que el representante comercial norteamericano Robert Zoellick le adjudicó inicialmente, sobre todo para una economía que no necesita mucho más para caer en una franca recesión.
En el panorama estrictamente regional también hay cambios. El principal es el acuerdo para seguir las negociaciones que el grupo de “países facilitadores”, las Naciones Unidas y la Iglesia Católica lograron ayer en medio de un panorama que apuntaba a la guerra de todos contra todos. No es ningún misterio que la administración Bush de los tiempos antiterroristas estaba más que satisfecha ante la perspectiva de un desenlace bélico, ni que su posición influyó fuertemente en el endurecimiento de la política del presidente Andrés Pastrana en los últimos meses. Igualmente, no parece casual que el grupo de “países facilitadores” esté presidido por Francia –un rival tradicional de EE.UU. en casi todos los escenarios–, que la mayoría de ellos sean nuevamente europeos y que los regionales, además de un México en posición de vaivén, sean Cuba y Venezuela, las inequívocas bestias negras de Estados Unidos –además de las FARC, claro– en el escenario continental.
Dentro de esto, hay movimientos que pueden o no relacionarse a estos modificadores, pero que indudablemente catalizan el cambio. La aparente luz verde que la Unión Europea estaría dispuesta a ofrecer a la carne argentina es uno de esos movimientos. Otro, las flexibilizaciones que Brasil está ofreciendo en el comercio bilateral. La esperanza no está muerta, pero inequívocamente ya no pasa por Washington.

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