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La recolección de firmas, novedad del quinto cacerolazo a la Corte

Los organizadores quieren conseguir miles de firmas contra el máximo tribunal para llevarlas al Congreso. La quinta protesta fue más masiva y creativa que las anteriores. Los carteles. Las consignas.

 Por Victoria Ginzberg

@Megáfono en mano, desde las escalinatas del Palacio de Tribunales, el abogado Pedro Kesselman leía el texto de un petitorio que reclama la renuncia de los nueve integrantes de la Corte Suprema: “Estos jueces permanentemente han actuado como custodios jurídicos del gobierno de turno, con total desprecio por la Constitución Nacional y por nuestros derechos”. En la plaza, entre el ruido de las cacerolas de la quinta protesta contra los ministros del máximo tribunal, los manifestantes firmaban las planillas que serán entregadas al Congreso. Después del ya tradicional cacerolazo de los jueves en la Plaza Lavalle, varios jueces sufrieron ayer el abucheo en la puerta de sus domicilios.
“No somos vanguardia. Nosotros vamos atrás de lo que marca la gente”, explicó Luis Ramírez, presidente de la Asociación de Abogados Laboralistas en referencia a la recolección de firmas para pedir la renuncia de los miembros del tribunal. Las planillas de la Junta Promotora para la Remoción de la Corte Suprema –integrada por asociaciones de abogados, Central de Trabajadores Argentinos y Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora– surgieron después de que en los barrios los vecinos comenzaran a hacer circular papeles con ese reclamo espontáneamente. En el petitorio se exige la renuncia, o en su defecto la remoción, de los integrantes del tribunal y se deja “expresa constancia” de que no se admitirá que “sean reemplazados por jueces que no garanticen idoneidad, honestidad, independencia y amplio consenso social”.
“Se va a acabar, esa costumbre de currar” o “Se va a acabar, la Corte de la Impunidad” y “que se vayan todos, que no quede ni uno solo”, eran algunos de los cantos que se escucharon ayer por la tarde, cuando la Plaza Lavalle se convirtió por quinta vez en escenario del cacerolazo contra la Corte. Como cada semana, los manifestantes pusieron su ingenio al servicio de su bronca. Y así, además de los carteles en los que se pedía la devolución de los depósitos en dólares, se pudieron ver leyendas como “Franco Caviglia, estás nominado” (en alusión al diputado que tuvo que salir de un bar custodiado por la policía debido al repudio de los no pesificados) o un enorme sapo de gomaespuma con un cartel en el que se leía “basta de sapos”.
A la protesta asistieron las cada vez más numerosas asambleas barriales: Villa del Parque, Corrientes y Scalabrini Ortiz, Medrano y Corrientes, Saavedra, Congreso, Plaza Rodríguez Peña y Quinta de Olivos, entre otras. Y también congregó a muchos que esperan respuestas de (o fueron defraudados por) la Justicia. La mamá de Maxi, uno de los tres chicos asesinados en Floresta por un policía, golpeaba su cacerola un escalón arriba de un grupo de Madres de Plaza de Mayo, Línea Fundadora, que improvisaron un cartel en el que repudiaban la liberación de Astiz. Gonzalo, un “independiente”, llevó en su mochila quince huevos y los fue arrojando contra las paredes del Palacio con fuerza y puntería para no manchar a los manifestantes. “Es una chanchada, como ellos”, fue su explicación.
A las seis y media los caceroleros salieron de la zona de Tribunales rumbo a Recoleta, donde viven varios de los ministros de la Corte. En la calle Talcahuano pasaron por el costado de un escuadrón de Gendarmería con escudos y lanzagases. Tres mujeres de mediana edad se acercaron a los hombres de boina para preguntarles qué estaban haciendo y por qué tenían tanta cara de perro. “Estamos cuidando las cosas del Estado”, le contestó un gendarme. “Llegaron tarde, ya no hay nada”, le replicó una de las señoras.
La manifestación llegó hasta la puerta de los domicilios del presidente del tribunal, Julio Nazareno y de los ministros Antonio Boggiano, Carlos Fayt y Eduardo Moliné O’Connor, que estaban todos rigurosamente custodiados por la policía. Muchos vecinos de Recoleta recibieron a los manifestantes con aplausos y señales de aprobación. Desde un negocio deantigüedades de Paraná y Quintana Gonzalo salió a la puerta a golpear una bandeja de metal inglés y se convirtió en la envidia de las caceroleras del barrio. “Cada uno hace bochinche como puede”, explicó con humildad.

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Como ya es costumbre hubo miles de personas en las alegres movidas de todos los jueves.
El fin de la movilización fue una recorrida por los domicilios personales de los supremos.
 
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