EL PAíS › ACTO POR LOS 20 AÑOS DEL ATENTADO A LA EMBAJADA

Dos décadas sin justicia

El vicepresidente Boudou y el ministro Alak destacaron la importancia de la memoria a pesar de la falta de culpables, mientras los funcionarios de Israel apuntaron al “peligro de Irán”.

 Por Sergio Kiernan

Los veinte años del atentado que destruyó a la embajada de Israel en Buenos Aires fueron recordados en un acto llamativo por la emoción contenida y los mensajes en paralelo. Con abundante presencia oficial, incluyendo al vicepresidente y presidente en ejercicio Amado Boudou y a una verdadera delegación de funcionarios israelíes, la ceremonia tuvo una hora larga de discursos en los que los argentinos remarcaron la falta de justicia, aunque destacaron que no pierden la esperanza de alcanzarla, y los enviados del gobierno de Shimon Peres pidieron abiertamente apoyo contra Irán.

El comienzo fue puntual, a las 14.50, que es la hora en que el 17 de marzo de 1992 terroristas todavía no identificados detonaron un autobomba en Arroyo 910. La explosión demolió la casona de estilo francés que ocupaba la embajada y la fuerza del impacto mató e hirió en la iglesia de enfrente, en edificios vecinos y en la calle. En total, hubo 29 muertos y 242 heridos. Veinte años después se repitió a esa hora el ritual de una sirena y el tañido triste de la iglesia, seguido de la también ya acostumbrada lectura de los nombres de las víctimas, cada uno acompañado por un ¡presente! Sobre el muro de la ahora Plaza Embajada de Israel se colocaron nueve ofrendas florales del gobierno nacional, el porteño, el gobierno israelí, la Fuerza de Defensa israelí, los familiares de las víctimas, la comunidad judía argentina, las organizaciones juveniles comunitarias, la Agencia Judía y la cancillería de Israel.

En el palco estaban el vicepresidente, el jefe de Gabinete Juan Manuel Abal Medina; la vicejefa de Gobierno porteño, María Eugenia Vidal; la vicepresidenta provisional del Senado, Beatriz Alperovich; el ministro de Justicia, Julio Alak; el de Defensa, Arturo Puricelli; el senador Daniel Filmus, el legislador porteño Aníbal Ibarra, el vicecanciller israelí Daniel Ayalón, el ministro israelí Yossi Peled, el actual embajador Daniel Gazit y su colega en 1992 Itzjak Shefi, el diplomático y sobreviviente Daniel Carmon y Carlos Susevich, que perdió a su hija en el atentado.

El primero en hablar, en medio de un total silencio, fue Carmon, que sobrevivió al atentado pero perdió a su mujer, madre de sus cinco hijos. El diplomático contó que volvió a Buenos Aires después de muchos años acompañado de “diez parientes en total, todos afectados por lo que pasó aquí”. El viaje tuvo varias razones, “porque soy familiar de una víctima, porque soy sobreviviente, porque soy diplomático y porque me quería reencontrar con esta ciudad en la que viví”. Enseguida, Carmon inauguró lo que sería el hilo conductor de todos los oradores israelíes, el ataque a Irán. “Ahora trabajo en la ONU, donde tengo que tratar con representantes de estados que consideran normal el terrorismo”, entre ellos Irán, “que sabemos es responsable directo de lo que pasó, directamente como país y a través de una organización suya como es Hezbolá”. El sobreviviente se preguntó si se hace lo suficiente para prevenir atentados como el de 1992 y reinvindicó “el derecho a la justicia y el deber de recordar a las víctimas”.

Susevich tocó el tema cuidadosamente evitado por Carmon, el de la conexión local y el de las razones de, justamente, la falta de justicia. El padre de Liliana, que murió por la bomba, le agradeció al gobierno de Cristina Fernández de Kirchner por el proyecto de ley reparatoria que presentó el Ejecutivo y fue aprobado, “por unanimindad y sin reformas” en el Congreso. “Este y el del fallecido Néstor Kirchner fueron los únicos gobiernos que nos recibieron y escucharon” dijo Susevich, “y que le dedicaron muchas horas de trabajo a nuestros temas. Se los agradezco de corazón”. Por primera vez, el público salió entonces de su silencio con un aplauso.

Susevich habló en varios actos anteriores y siempre con dureza ante la falta de resultados de toda investigación del atentado. Esta vez, señaló sin dar nombres a quienes casi venden la plaza para hacer un apart hotel “ante la indiferencia de muchos en nuestra comunidad” y saludó a León Wasserman, quien impidió esa venta “a costa de quebrar personal y materialmente”.

“Tuvimos que aguantar la indiferencia y la frivolidad de los que tenían que investigar”, agregó Susevich, “y después de veinte años no sabemos quiénes fueron”. El mayor aplauso del día llegó cuando afirmó que “no compramos mentiras internacionales” mientras no se sepa cuáles fueron los contactos locales y los encubridores de los terroristas. Susevich advirtió además, en un mensaje directo, que “no intenten vendernos motivos supremos por encima de nuestros muertos para hacernos callar”. “Queremos saber quienes fueron los autores intelectuales y materiales, y los contactos locales, ya que hubo una zona liberada, y los encubridores.”

El ministro Alak habló a continuación en una línea conceptual similar. Después de definir el atentado como “un brutal ataque terrorista”, Alak definió los hechos de 1992 y la voladura de la AMIA el 18 de julio de 1994 como “profundas heridas que no cicatrizarán si no sabemos encontrar verdad y justicia”. El ministro matizó la idea explicando que su gobierno está haciendo justicia desde la memoria en los casos de terrorismo de Estado, pero que en este otro acto de terrorismo “no encontramos verdad ni justicia”. Alak destacó los fuertes lazos con Israel, recordó que en años de dictadura muchos argentinos fueron recibidos allí, y subrayó que “Argentina rechaza el terrorismo” y es “un actor comprometido en la lucha contra el terrorismo”.

Desde el palco, el ministro señaló a los muy jóvenes alumnos de secundaria que eran mayoría en el acto y los definió como quienes “son muy jóvenes como para haber vivido esto pero participan en el reclamo y la conmemoración”. Estos jóvenes “renuevan nuestro compromiso para que vivan en un país democrático. El olvido y la impunidad no son los cimientos de la sociedad que queremos dejarles a nuestros hijos”.

El ministro Peled habló en hebreo y fue directamente a la mayor preocupación de su gobierno, que Irán tenga armas nucleares. En un mensaje que tocó el atentado en Buenos Aires sólo como ejemplo, Peled explicó que funcionó como un evento que “alentó a los terroristas a atacar a Israel” en cualquier rincón del mundo, ataques “que siempre tienen a Irán por atrás”. El siguiente orador, el embajador israelí en Buenos Aires en 1992, siguió una línea similar. Shefi se definió como un sobreviviente, habló con emoción de los amigos perdidos y hasta se permitió decir que es “una mancha” y “una ofensa” la falta de justicia. Curiosa posición de un diplomático que fue el primero en tratar el tema del atentado con el gobierno de Carlos Menem. El actual embajador, Daniel Gazit, se limitó a leer una carta de Shimon Peres con exactamente los mismos argumentos antiiraníes, sin mencionar conexiones locales.

El orador final devolvió las cosas a un contexto local. Al ser anunciado que hablaría el vicepresidente Boudou, una persona chifló. Se le unió otro, antes de que un aplauso determinado los callara. Boudou definió el ataque de 1992 como un acto “contra los cuarenta millones de argentinos”, por lo que su gobierno lleva “a cada uno de los foros internacionales la lucha, la palabra, la acción contra el terrorismo internacional y su financiamiento”.

“Es momento de memoria pero creo que también es momento de poder mirarnos a los ojos, tomarnos de la mano y saber que podemos seguir trabajando juntos por la verdad y la justicia”, agregó Boudou, quien destacó que “podemos reconocernos iguales en nuestras diferencias”. Todos, explicó, “compartimos que la violencia no debe ni puede ser una forma de resolver ningún conflicto. Ese es el momento que nos podemos proponer hoy. Sabemos que podemos compartir todos, los que pensamos igual o distinto estos conceptos. Podemos confiar entre nosotros y trabajar juntos contra esa maldad imposible de imaginar que es el terrorismo y el terrorismo internacional. Me gustaría que nos comprometamos por memoria, verdad, justicia, y por todos: por los que están, por los que no están y le agreguemos paz y amor”.

Cerca de las cinco de la tarde, se realizó una oración cantada en recuerdo de las víctimas y luego el quinteto Santa Cecilia ejecutó dos piezas de Bach.

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El acto en Arroyo y Suipacha, en la plaza que ocupaba en 1992 la Embajada de Israel.
 
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