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Filmus pidió que la Unesco liderara el canje de deuda por educación

El ministro de Educación, Daniel Filmus, propuso en París que la Unesco encabezara las negociaciones para invertir en conocimiento parte de los intereses de la deuda.

 Por Eduardo Febbro

El ministro de Educación, Daniel Filmus, propuso ayer ante la trigésima segunda Conferencia General de la Unesco el plan destinado a canjear los intereses de la deuda externa por inversiones en la educación nacional. El proyecto ya obtuvo el respaldo de los ministros de Educación de la Organización de Estados Americanos (OEA). La idea madre, lanzada hace siete años en el informe La educación encierra un tesoro, elaborado por el ex ministro de Economía de Francia y ex presidente de la Comisión Europea Jacques Delors, apunta a entablar una serie de negociaciones con los organismos internacionales de crédito y los acreedores a fin de que el producto del canje se inyecte en la educación. El principio, ya empleado en otros sectores pero nunca en la educación, apunta a incentivar un sector fuertemente afectado por las crisis políticas y las reformas económicas. La iniciativa de Filmus despertó el entusiasmo de los interlocutores, estuvo acompañada por un acuerdo que le permitió a la Argentina solucionar el problema de las cuentas pendientes con la Unesco mediante un acuerdo de financiación de sus cotizaciones que le posibilita recuperar sus derechos plenos. En esta entrevista con Página/12, el ministro detalla los ejes operaciones de la iniciativa.
–¿En qué consiste el canje de la deuda por educación?
–La Argentina ha planteado junto a otros países latinoamericanos la posibilidad de desarrollar mecanismos de canje de deuda, en particular en lo que atañe al tema educativo. Viendo que las desigualdades educativas en el mundo son tan fuertes y que son los países deudores los que tienen el mayor déficit educativo, nosotros propusimos que la UNESCO encabezara el estudio de los mecanismos para plantearles a los organismos de crédito y a los países acreedores la posibilidad de canjear deuda por educación. Lo que nosotros proponemos es tanto para la educación básica –tenemos déficit de cobertura y de calidad– como para el desarrollo científico tecnológico, a fin de producir conocimientos que permitan aumentar la productividad y la competitividad del país.
–¿Cómo funcionaría la aplicación práctica de la idea?
–Los tipos de acreedores son muy diversos. Hay organismos internacionales, países y tenedores privados de bonos. Esta idea está destinada especialmente a los países y los organismos de financiamiento internacional. Francia, España, Alemania y otros países europeos tienen lo que se llama “fondos de contra valor”. Se trata de una serie de mecanismos que ya se aplicaron de manera bilateral en Bolivia, Perú y varios países centroamericanos y mediante los cuales parte de la deuda fue condonada a cambio de que esos recursos se invirtieran en proyectos sociales o, en el caso de Costa Rica, el canje se hizo contra inversiones en medioambiente. Nuestra propuesta se distingue porque está dedicada a la educación. La única que existe hasta el momento es un acuerdo entre Indonesia y Alemania. Aunque la gente piense que es imposible, existe igualmente un mecanismo aparte para los tenedores de bonos privados. Hay varios países donde esos tenedores de bonos tienen desgravación impositiva si donan los bonos para el desarrollo. La Cumbre de las Américas ya tomó una resolución para avanzar con Estados Unidos en esa dirección. En este momento se está creando un instituto de financiamiento que tomará bonos argentinos y de otros países para que los intereses de esos bonos sean utilizados en el país de origen en el desarrollo de temas educativos. Quiero no obstante precisar que este es otro mecanismo distinto del que proponemos nosotros. La Argentina plantea llevar a cabo la negociación con los organismos de crédito y los Estados para que una parte de la deuda se pueda usar para la educación. La educación no sólo genera productividad sino también ciudadanía, integración social, valores.
–¿Qué porcentaje se calcula que puede destinarse a la educación?
–Es muy difícil decir porque estamos hablando de intereses del servicio de la deuda. Pero si de manera imaginaria uno piensa que la Argentina tiene 150 mil millones de dólares de duda, con sólo sacar el 1 por ciento de esa deuda estaríamos hablando de cifras que podrían mejorar la calidad de la educación. La Argentina todavía no cumple con los diseños de la educación obligatoria que marca la ley, con lo cual tenemos una necesidad muy grande. Además, hay varios trabajos consagrados a la educación por conocimiento que muestran que si esos recursos se invirtieran en el desarrollo científico y tecnológico nacional generarían condiciones de productividad y competitividad que permitirían devolver esos recursos invertidos en el país. Nosotros organizamos en Buenos Aires una reunión con gente de cuatro países que cambiaron el modelo de desarrollo en base al conocimiento: Irlanda, Finlandia, Corea y Malasia. Los cuatro casos explicaron cómo la inversión efectuada en el campo de la educación generó un cambio de modelo de país. Un país era campesino, el otro maderero, pero luego de la transformación pasaron a ser países donde el centro de la exportación es el valor agregado de lo que produce la gente.
–Muchas investigaciones muestran que el abismo educacional entre los países acreedores y los deudores es inmenso ¿la Argentina todavía puede recuperar el lugar que tuvo? ¿Cuántos años de esfuerzo sostenido son necesarios?
–Un sociólogo coreano nos dijo en Buenos Aires que en la década de los ‘60 la Argentina era la luz que ellos miraban para seguir. El mismo sociólogo comparó los sistemas educativos y llegó a la conclusión de que en los años ‘60 Corea tenía tres años menos de educación promedio, mientras que ahora tiene tres años más. El 84 por ciento de los niños llega a la universidad. A mi entender, en la Argentina, desde la Noche de los Bastones Largos, es decir desde el ‘66 en adelante, se conoce un paulatino ocaso. Es muy difícil decir cuánto tiempo necesitamos para salir. Lo que sí nos hacen falta son políticas de Estado que trasciendan los gobiernos de turno. Cuando eso se produce la inversión en el campo de la educación cobra sentido. Si nosotros empezamos y el próximo gobierno no continúa con esto es posible que se caiga. A diferencia de la economía, en la educación no hay ninguna medida mágica que permita cambiar la calidad para el día siguiente. Si yo mejoro la formación de los docentes de hoy voy a mejorar la formación de los que van a enseñar dentro de 20 años. Hay que mejorar la enseñanza de los chicos pero también los niveles de ciencia y tecnología. Si se invierte ahora en ciencia y tecnología y tomando en cuenta la capacidad científica que tiene la Argentina, dentro de dos o tres años se ven los resultados. La Argentina tiene una base que le permite salir: hay excelentes científicos y docentes a los que les faltan recursos. Pero el tiempo promedio para la mejora de la educación básica va a ser largo. Lo que más deterioró la calidad de la educación básica fueron las condiciones de vida de los chicos que van a la escuela. Estamos hablando de un país con un 60 por ciento de chicos pobres. Un chico que tiene la preocupación por comer, por el trabajo del padre, por la estructura de la familia, es muy difícil que aprenda.

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El ministro de Educación, Daniel Filmus, presentó en la Unesco la propuesta ya aceptada por la OEA.
 
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