Mié 29.06.2016

EL PAíS  › OPINIóN

No todo es lo mismo

› Por Washington Uranga

Todo tiene que ver con todo… pero no todo es lo mismo. Esto habla de la complejidad de la vida, en primer lugar, de las relaciones humanas y, por supuesto, de la política. Pero como bien lo señala Edgar Morin “la complejidad es una palabra problema y no una palabra solución”. Cuando decimos que algo es complejo asumimos que estamos ante un desafío que tal vez no lleguemos a comprender en su totalidad pero que debe ser afrontado, para correr el velo, para desentrañarlo y, si es posible, para trascenderlo.

Esta es, quizás, una clave para analizar el momento político de la Argentina y, sin exagerar, del mundo. Por eso la afirmación del comienzo: todo tiene que ver con todo… pero no todo es lo mismo. Decir esto último sería sencillamente caer en el error de meter todo en la misma bolsa, desconocer las particularidades, perder de vista la diferencia entre lo negativo y lo positivo, mezclar a justos con pecadores.

Así podríamos señalar que el mundo atraviesa un momento de resurgimiento de las políticas conservadoras. Una manifestación de ello es el resultado del reciente referéndum en el Reino Unido para apartarse de la Unión Europea, un hecho que además refuerza las posiciones del conservadurismo británico y envalentona al nacionalismo de derecha de toda Europa. Algunos asistimos absortos a la sola posibilidad de que Donald Trump, alguien que en plena campaña se atreve a decir que “yo podría estar parado en medio de la Quinta Avenida y disparar contra alguien, y no perdería ningún votante”, pueda aparecer en el horizonte como posible presidente de los Estados Unidos. Y a ello podemos agregar los hechos más recientes en nuestro propio vecindario: el apartamiento de Dilma en Brasil y el triunfo del derechista Pedro Pablo Kuczynski en Perú. Y en casa, donde sufrimos las políticas de la Alianza Cambiemos comandada por el restaurador Mauricio Macri.

Hay un contexto y un clima de época que trae aires de derecha y conservadores. Si bien sería tonto dejar de advertir esta evidencia, el error consiste en pensar que todo lo que sucede es inevitable y que no resta nada por hacer salvo aceptar “la fuerza del destino”.

En la mayoría de los actores populares –organizaciones sociales y políticas, sindicales, agrupaciones ciudadanas de diverso tipo, también organismos religiosos con arraigo en la base social– es evidente la perplejidad y el desconcierto frente al escenario político. “Nadie sabe para dónde agarrar” se confesaba un dirigente social con largas jornadas de luchas a cuesta. Muchos están en las mismas condiciones, con la sensación de “navegar a la deriva”. A la hora de buscar los motivos algunos comienzan a razonar que lo que ahora se vive, si bien tuvo su decantación en las elecciones del año anterior, tiene raíces también en situaciones precedentes. No se discute que desde el 10 de diciembre todo se precipitó y se profundizaron los problemas, pero es más difícil mirar hacia atrás y hacer revisiones que permitan comprender precisamente la complejidad de los problemas. Esto es, por ejemplo, valorar en toda su dimensión la fuerza del adversario, de los enemigos, y asumir los errores propios que facilitaron el avance de las fuerzas que hoy conducen el país. En el listado de estos errores debería incluirse también no haber afrontado nunca, por deliberada decisión o por incapacidad, una profunda reforma del Estado. López es también fruto de esto. Varios se preguntan por qué no se marcaron antes estos temas y la mayoría de las respuestas apuntan a señalar que se puso más fuerza en defender lo ganado que en advertir lo que faltaba o estaba equivocado.

Sin mirar todo lo anterior la complejidad se convierte en una palabra mágica, para simplificar lo que no se puede explicar y, al mismo tiempo, una justificación para la parálisis.

La Alianza Cambiemos está en el gobierno en Argentina favorecida por un clima de época. Pero también porque existen ladrones como José López, así como por la incapacidad de las fuerzas políticas hoy opositoras (especialmente de sus dirigentes) para interpretar las nuevas demandas de gran parte de la ciudadanía y por las dificultades del kirchnerismo en particular para adaptar sus propuestas políticas a la novedosa realidad social establecida como resultado de su propia gestión de gobierno. La falta de discernimiento colectivo y de diálogo político maduro está en la raíz de la fragmentación a la que ahora se asiste y que paraliza la política de la principal oposición pero también, con igual gravedad, a espacios tan vitales socialmente como el sindicalismo.

Sin ningún prejuicio para contradecir todas sus afirmaciones de campaña, el Gobierno utiliza hoy todos los mecanismos de poder a su alcance –muchos de ellos al borde mismo de la legalidad– para intentar noquear definitivamente al kirchnerismo. Para ello cuenta también con aliados peronistas que además de sentirse ideológicamente cómodos junto al macrismo, hacen uso de los favores económicos que vienen del poder de turno.

Todo tiene que ver con todo… pero no todo es lo mismo. Una indagatoria judicial y hasta un procesamiento, no equivalen a un juicio condenatorio. Lo sabe bien el presidente Macri quien asumió el gobierno estando procesado, como también lo están actualmente varios de sus funcionarios. Claro está que el repiqueteo judicial y mediático de noticias sobre procedimientos legales contra ex funcionarios del gobierno anterior es suficiente para crear clima y desviar la atención de otros problemas sociales y de medidas impopulares. No todos los políticos son José López. Más allá de si López es una excepción o representa a un tipo de ex funcionarios, él o todos, son siempre una minoría dentro de una gestión y de un proyecto político cuya principal virtud fue la de mejorar la calidad de vida de la mayoría y restituir derechos. Son muchos más los políticos, los dirigentes y los funcionarios honestos que trabajaron y trabajan por el bien de la mayoría. Y en todo caso la corrupción no es privativa de una fuerza política, sino transversal al sistema. A tal punto que quienes hoy están en el poder exhiben obscenamente sus maniobras de evasión impositiva o de desvío de capitales como si se tratase de una virtud o de un acto de inteligencia. Cierto es que para ello cuentan con una Justicia para la que los Papeles de Panamá no califican como corrupción y que solo mira para un lado mientras se distrae respecto del otro; y con un sistema de medios que actúa como legitimador del relato oficial.

Crece el número de dirigentes peronistas que aisladamente sostiene que la hora exige revisar críticamente lo hecho, mapear de nuevo para reconocer viejos y futuros aliados, caracterizar al adversario sin subestimarlo y entrecruzar todas las coordenadas que permitan un diagnóstico certero. Pero por el momento la oposición como cuerpo, el peronismo en particular, carece de iniciativas firmes en este sentido. No ha sido capaz de asimilar los golpes recibidos y aún los más preclaros y honestos parecen acomplejados como si finalmente aceptaran el señalamiento de que “todos son igual a López”. Frente a esta falta de respuesta y de iniciativa el gobierno de la Alianza Cambiemos sigue demoliendo paso a paso los derechos y las conquistas acumuladas en los últimos años por los sectores populares, y aumentando la verdadera grieta: la desigualdad entre los argentinos.

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