La Iglesia Católica adelantó que el grueso del material, que sólo se pondrá a disposición de la justicia, de los familiares directos de las víctimas y de los superiores de órdenes religiosas provendrá de unas 3.000 cartas dirigidas a esa institución por los propios afectados. Durante mi trabajo en el archivo de la Conferencia episcopal encontré la Carpeta  “Correspondencia sobre la violencia en la Argentina”, que incluye muchas cartas y sus respuestas. La reacción del presidente Raúl Primatesta era defensiva y su actitud glacial incluso hacia quienes encomiaban con ingenuidad los esfuerzos episcopales. Se convertía en furia abierta contra quienes osaban cuestionar a la jerarquía argentina. Primatesta y el secretario de la CEA, Carlos Walter Galán Barry, usaban varias fórmulas establecidas.

  • A quienes objetaban las torturas aplicadas a los prisioneros por un gobierno católico, les decían que “dejando de lado algunas inexactitudes en los antecedentes de su proposición, le puedo asegurar que los señores obispos de la Argentina saben actuar, gracias a Dios, de acuerdo a su conciencia a la luz del Evangelio”.
  • Una frase habitual reconocía que “sin duda han sucedido en la Argentina cosas bien dolorosas, a partir de la agresión incalificable que elementos que respondían a consignas bien extrañas al ser argentino infligieron a tantas personas e instituciones, provocando a su vez reacciones tampoco justificables en cuanto al modo”. La dictadura no lo decía de otra manera.
  • Al obispo de las Islas Faroe, Ejvind Vilhelm, Primatesta le explicó que “las cosas en general no son exactamente cómo se las dijeron a usted, aunque son bastante serias. Sufrimos y seguimos sufriendo las consecuencias de la subversión y el terrorismo, y de la represión”.
  • El párroco de un barrio de Londres, Oliver McTernan, envió a Primatesta un folleto de Amnesty y una queja de las Madres de Plaza de Mayo ante la insensibilidad y el rechazo de las autoridades eclesiásticas por su sufrimiento. “¿Qué podemos hacer si somos malinterpretados en el exterior? Sólo confiar que nuestros hermanos a través del mundo confiarán un poco en nosotros y pensarán que conocemos cuál es nuestro deber”, respondió Galan Barry.
  • Un periodista británico de origen polaco, colaborador del semanario católico The Tablet, ofreció su ayuda a las personas desdichadas y a la Iglesia argentina. Primatesta le contestó que como periodista “debe saber bien que hay muchas maneras de manejar las noticias, aun las verdaderas, sin entrar a considerar las que no lo fueran”. El periodista, Antoni Pospieszalski, insistió en que no se basaba en el manejo periodístico de las noticias sino en una investigación de Amnesty tan poco tendenciosa que en su último folleto además de la Argentina mencionaba casos de la Unión Soviética. Esta vez le respondió Galán Barry: es evidente que la carta de Primatesta “no ha sido claramente entendida. Queden las cosas donde están”.
  • Al dominico belga Ignace Berten, Galán Barry le contestó que su carta mostraba el poder terrible de los medios de comunicación, que lo habían llevado a la simplificación maniquea de un western, cuando “las porciones de bien y mal están mucho más mezcladas”, ya que “la Argentina ha sufrido un asalto marxista con intento de toma de poder y las Fuerzas Armadas se han resistido. Cómo han realizado esa tarea, ya es otra cosa”.
  • La católica norteamericana Denise Cancellare sabía que “la situación es peligrosa y reclama gran coraje” pero opinaba que quizá no habría represalias si en vez de los miembros individuales se pronunciaba la propia CEA. Galán Barry le contestó: “Su información no es auténtica, puesto que la Iglesia puede hablar y actuar con entera libertad”.
  • “La Argentina está sufriendo las secuelas de una subversión armada y de su represión. Dios Nuestro Señor quiera librar a vuestro hermoso país de problemas semejantes”, escribió Primatesta a tres obispos noruegos.
  • “Benditos sean quienes son perseguidos por buscar justicia”, escribió un párroco canadiense. “Las cosas en nuestro país son distintas de lo que le han dicho y no es tan fácil decir quién sufre persecución por buscar justicia”, le respondió Primatesta (subrayado en el original).
  • Un feligrés británico que oraba por los obispos argentinos y sus esfuerzos por los secuestrados y sus familias fue informado de que “la situación real y sus orígenes no siempre son entendidos en el exterior; a veces la información que aparece en los diarios no es correcta y en consecuencia la gente aprecia mal los hechos reales”.
  • Galán Barry no disimuló su malhumor con los pastores de varias iglesias evangélicas de España, que sólo habían solicitado que la Iglesia argentina pidiera la libertad de los presos políticos y la aparición con vida de los desaparecidos: “Los pastores de la Iglesia en la Argentina conocen su obligación y tratan de cumplirla, pidiendo para ello la gracia de Dios. Por lo mismo, no era necesario que ustedes se molestaran en enviar la carta”.
  • Más de dos centenares de sacerdotes italianos exhortaron fraternalmente a los obispos argentinos a perseverar con indómito coraje en la obra que estaban realizando por el respeto de los derechos humanos, a pesar de los riesgos y dificultades. “No se puede creer todo lo que publican los diarios europeos sobre este país. La realidad es que ha habido aquí una guerrilla terrorista a la que las fuerzas de represión han contestado a su vez con violencia. Todo lamentabilísimo, pero que conviene no confundir en su significado”, fue la respuesta.
  • Los seminaristas irlandeses Lloyd Bracker y Thomas Walsh, que oraban para que Primatesta pudiera ejercer su liderazgo espiritual en favor de los hombres, mujeres y hasta niños desaparecidos, obtuvieron esta didáctica respuesta escrita por Galán Barry en pasable inglés: “Muchas cosas penosas ocurrieron en este país desde hace diez años, es decir desde el comienzo del cruel ataque de la guerrilla marxista a nuestra comunidad nacional, y su posterior represión por fuerzas militares. Lo sentimos más que ustedes (como fácilmente podrán entender, espero) y la Iglesia en la Argentina hace todo lo que está a su alcance para ayudar a la comunidad y a cada individuo, aunque alguna organización internacional preferiría una acción más política por parte de la Iglesia”.
  • Shirley Kidd reconoció que desde su “segura parroquia en Carolina del Sur” no podía evaluar el riesgo personal o institucional que correría la Iglesia argentina por una “oposición abierta a las políticas opresivas del gobierno”, pero si el cuerpo de Cristo “siempre es doloroso, ¿cómo podemos evitar nosotros, que somos parte de ese cuerpo, compartir ese dolor?” Recibió esta indignada contestación: “No le han informado bien. Aquí en la Argentina se ha vivido un ataque de la subversión marxista (entonces nadie por el ancho mundo se preocupaba por las víctimas) y como consecuencia una represión cuyos efectos aun vivimos y lamentamos, en cuanto afectan a la dignidad del ser humano. La Iglesia no ha dejado de dar su enseñanza, hablando claro de cuanto correspondía hablar. Aquí no se ha callado por miedo”.
  • Al pastor escocés Peter Bowes, quien se disculpó aclarando que no estaba bajo las mismas presiones que sus colegas argentinos, le respondieron que “la Iglesia en la Argentina tiene toda libertad para hablar y manifestarse y lo hace. It is not under pressures” (en inglés en el original: no está sometida a presiones).
  • En enero de 1978, cuando la Unión de Superioras Mayores de Francia pidió que Primatesta usara su influencia en favor de las monjas secuestradas Alice Domon y Léonie Duquet, el propio cardenal contestó que “esperamos que las acusaciones veladas o abiertas de connivencia de sacerdotes o religiosos con asociaciones o movimientos de tipo subversivo inaceptables para el cristiano sean todas aclaradas, y que nadie haya sido culpable de semejante error criminal”. Por algo habrá sido.
  • Cuando la Conferencia episcopal de los Estados Unidos ofrece su apoyo ante el arresto de Adolfo Pérez Esquivel, Galán Barry se toma tres meses para responder que Pérez Esquivel no trabaja con la Iglesia argentina “y no lo conocíamos aquí tan bien como parece serlo en el exterior”.
  • Una organización católica canadiense comunicó su apoyo al “activo compromiso de la Iglesia argentina en defensa de los desaparecidos y sus familias”. La respuesta, que también se repitió en muchas otras cartas, fue que deberían “evitar interpretaciones no tan adecuadas”.
  • Otra fórmula era que “no es fácil, desde lejos, darse cuenta de lo que significa la subversión en un país y las secuelas que deja. Dios haga que nunca la conozcan ustedes en el suyo”.
  • También figura la nota de Galan Barry a Primatesta de 1978, en la cual le informa que el cardenal Aramburu estaba de acuerdo en pedir a la dictadura la cesión del edificio de la calle Suipacha para instalar allí las oficinas de la Conferencia episcopal, “con entrada de autos, muchas oficinas y un gran salón de actos” y “mucho más palaciega” que la casa que ocupaban entonces, que podría venderse “y poner el dinero a renta”. En ese edificio, que Videla les donó en 1981, anunciaron ahora la apertura de archivos.
  • Durante la Asamblea XXXVI de la Conferencia episcopal, en noviembre de 1978, varias madres pidieron ser recibidas y el presidente del cuerpo se negó, como hacía siempre, sin ofrecerles ni siquiera un techo o una silla, aunque fuera bajo un diluvio. En un manuscrito Galán Barry le informa a Primatesta: “Eminencia, fui yo a recibir los ‘testimonios’. La cosa no terminó bien, porque las pobres son irracionales por el dolor”. Al archivar el documento, Galán anotó que se refería “a las madres de los desaparecidos, a quienes la policía no dejaba pasar la rotonda situada a 200 metros de la Casa de Ejercicios. Fue luego monseñor López, pero ya habían sido dispersadas”.

Será interesante ver si estos textos forman parte de la anunciada desclasificación.