EL PAíS › TOMAS ABRAHAM, FILOSOFO

“El oficialismo entra en una etapa difícil”

Considera que “el Gobierno sorteó etapas duras bastante bien”, pero que en los dos años que le quedan hasta las próximas elecciones deberá renovar su estructura discursiva y “comenzar a explicarle a la sociedad la realidad”. En su visión, ello lleva a lo que el “progresismo llama una derechización”. Descree de las posibilidades de Macri para encabezar la oposición y prefiere no olvidarse de Duhalde.

Que su tono siempre es provocador, nadie lo puede discutir. Ahora, el grado de certeza de sus pronósticos, hoy por lo menos, resulta más difícil de comprobar. En diálogo con Página/12, el filósofo Tomás Abraham analiza el mapa político después de las elecciones y no ahorra comentarios filosos. Considera que el Gobierno va a tener que realizar lo “que se llama un giro a la derecha”, en su intento por “evitar la marginación del país y crear posibilidades de desarrollo”. Compara la capacidad de liderazgo de Mauricio Macri con la de Fernando de la Rúa y considera al juicio político contra Aníbal Ibarra como una derrota del oficialismo. Puesto a imaginar el futuro, cree que si el proyecto de Kirchner empieza a tener dificultades, siempre está la posibilidad de un “rejunte” del PJ alrededor de la figura de Duhalde.
–¿Podemos decir que después de las elecciones finalmente que quedó afianzada la gobernabilidad que tanto le preocupaba a Kirchner?
–En realidad su mejor momento ya pasó y hoy comienza una etapa de dificultades, en el sentido de que el contexto del que proviene ya no es el desgobierno y la caída del 2001, sino su propia política desde hace dos años. El Gobierno hará lo que se llama un giro a la derecha, a partir de arreglos con el FMI, aumento de tarifas y restricciones del gasto estatal. Eso sí, dicho cambio debe ser entendido en su intento por evitar la marginación del país, creando posibilidades de desarrollo. Sin embargo, los que lo apoyaban por izquierda pedirán rectificación y hasta denunciarán traición. Los gestos de enfrentar empresarios o bajar retratos de generales no alcanzan para satisfacer a sectores que exigen simbología adecuada para sueños, o pesadillas, postergados.
–De acuerdo con esta lectura, ¿debemos entender la dura respuesta a la Iglesia por el documento de la Conferencia Episcopal sólo como una concesión a estos sectores?
–Bueno, el grito a la Iglesia nunca es excesivo porque la Iglesia Católica usa el hambre como medio de presión para apropiarse de la educación, y este gobierno por suerte no se la ha regalado.
–¿Cómo ve el panorama de acá al 2007?
–Mal que bien, cabe la posibilidad de durar dos años más, para llegar con el mismo discurso hasta la reelección. En ese caso, será difícil postergar ciertas decisiones y todo dependerá, más que de resultados en términos de descenso de la pobreza y crecimiento fuerte de la economía, de la distribución de prebendas entre los que ocupan espacios de poder en la Argentina. El oficialismo entra en una hora difícil. Sorteó etapas duras y lo ha hecho bastante bien. Es mucho mejor gobierno que el que muchos esperaban y por eso hay quienes lo odian. Pero ahora se queda sin resto simbólico y debe comenzar a explicarle a la sociedad la realidad, la de la necesidad de inversiones, la de la urgencia de atraer capitales para no fabricar más miseria. Deberá terminar con el mito de la redistribución de la riqueza sin inversiones, exportaciones que casi sólo se sostienen en gases y granos o una educación sin prioridades ni exigencias.
–Luego de las elecciones, ¿podemos afirmar que se dieron los primeros pasos hacia la consolidación de una fuerza opositora, con Mauricio Macri a la cabeza?
–No creo que Macri ni ningún otro desde lo que se llama derecha presente alternativas importantes. Macri se parece a De la Rúa metido en una nueva UCeDé, un pusilámine de derecha, un hombre frágil que apenas quemen las papas no sabrá a quien consultar. No tendrá a un Bianchi en la política ni a un Maradona que lo salven como hasta ahora. Al gobernador de Neuquén sólo lo mueve la envidia respecto de su colega santacruceño. No veo que Macri-Sobisch sea una fórmula seria. Ante la primera muestra de autoridad que quieran hacer, todo el país se les va encima y corren de vuelta para sus pagos. Por ahora creo que la alternativa de la derecha vendrá desde el mismo peronismo.
–Sin embargo, ese sector que apareció en la urnas representado por Duhalde quedó muy mal parado después de octubre...
–Habrá que ver qué pasa con Duhalde. Su veinte por ciento puede convertirse en un cinco, porque su gente no quiere perder espacios de poder y hacen alianza con el oficialismo. Pero si comienzan a haber dificultades, se pasan para el otro bando, al igual que Moyano, y otros gremios también, piqueteros incluidos. Y ahí estará Duhalde esperando, y sí, quizás invitando a Sobisch, Macri, Scioli u otros para tejer alianzas.
–Hablar de un frente entre todos estos sectores hoy parece, sin embargo, un tanto utópico...
–No será la primera vez que el peronismo rejunte todo. Pero no estoy diciendo lo que va a pasar, sino lo que también es posible que pase. Moyano e intendentes de la provincia de Buenos Aires, tienen más afinidades ideológicas con Duhalde y hasta con Menem que con un Kirchner que se apoya en ex Montoneros. Esto, por supuesto tiene una explicación. El desastre social que heredó lo obligó a jugar el juego de la bronca contra el rico, que no es lo mismo que la lucha de clases ni el crecimiento económico sostenido.
–¿Mientras tanto qué pasa con el centroizquierda?
–El centroizquierda es una entidad ambigua que habla de un modo y hace de otro, porque no tiene margen económico para que le dure el discurso, como sí lo tiene Zapatero en España u otros en Europa. Miremos a Chile, la centroizquierda y la derecha oscilan alrededor de un eje, es el eje de una economía de mercado que debe funcionar a base de confianza de los inversores internacionales, el resto es a conversar. Entre nosotros, los empresarios tranzan, los gremios amenazan, el Gobierno grita.
–Con todo esto, veo que considera casi imposible esta cristalización del mapa político que se viene planteando, con la consolidación de un frente de centroizquierda y un frente de centroderecha.
–A ver, tomemos el caso de Ibarra. Su juicio político fue una derrota del oficialismo. El Presidente no hizo más que seguir de manera peor lo que comenzó mal cuando se moría gente en Cromañón y él no se movió de Calafate. Hizo la de Napoleón, solo y grande en su isla. Sostuvo a Ibarra en defensa de los intereses de los dos Fernández y Bielsa. Pero todo se cayó. Esto nos lleva a hablar de una grave crisis representacional pero de un beneficio para la democracia en tanto muestra que a veces los reclamos legítimos de la sociedad civil pueden hacerse oír.
–Ahora bien, más allá de esta crisis que usted plantea, pudimos ver algunos intentos de articulación política, como el caso de la transversalidad...
–El proyecto transversal es el sueño de los héroes. Todos y hace tiempo quieren juntar un poco de todas partes y con eso hacer un “gran mucho”. El tema es que del pan se hacen migas, pero con migas no se hace un pan. La transversalidad por ahora produce atragantamiento. Y, no hay que olvidar, la mejor cotización todavía la sigue teniendo el sello PJ.

Reportaje: Carolina Keve

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