EL PAíS › CEREALERAS, ACEITERAS Y SUPERMERCADOS

Todos exportan todo el aceite

 Por Roberto Navarro

La evolución de los precios de los granos es tan vertiginosa que, por unos pocos meses en que el Gobierno descuidó el seguimiento del tema, se generó una lucha feroz entre los distintos eslabones del mercado del aceite. La puja es por exportar la mayor cantidad posible y así no tener que venderlo a un precio menor al internacional en el mercado interno. Fuentes de la mayor empresa productora de aceite del país señalaron a Página/12 que las cerealeras les vienen retaceando la soja y el girasol porque prefieren exportarlo. Pero el nivel de producción no es tan bajo como para que falte aceite en los supermercados. La razón es que también las aceiteras prefieren exportar que vender en la plaza doméstica. A la vez algunas cadenas exportan y eligen vender afuera antes que ofrecer el producto a sus clientes. Así, en Argentina, el primer exportador de aceites del mundo, llegó a faltar el aceite. En ese contexto el Gobierno decidió subir las retenciones.

El precio internacional del aceite de soja subió un 55 por ciento en 2007 y el de girasol, un 90 por ciento. Y en lo que va de 2008 subió otro 35 y 28 por ciento, respectivamente. En ese lapso el Gobierno sólo subió las retenciones de esos dos productos de 24 a 32 por ciento. Así, el negocio de exportar se volvió magnífico, puesto que trasladar esos precios al mercado interno resulta imposible. No sólo por la presión que pueda ejercer el secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, sino, fundamentalmente, porque son aceites de uso popular que si hubiesen seguido el precio internacional se venderían al público a un promedio de 13 pesos.

“El problema se originó por no haber instrumentado antes un sistema de retenciones móviles, que actualice el porcentaje de impuesto a las exportaciones ante cada movimiento del precio internacional. Cada aumento de precio era una invitación a que las empresas dejaran de vender acá para exportar”, explicó a Página/12 Jorge Schvarzer, economista de la UBA. Desde enero de 2007 el aceite de soja aumentó en los supermercados un 35 por ciento, muchísimo menos que el 95 por ciento que subió el precio internacional. En el mismo período los supermercados elevaron el aceite de girasol un 30 por ciento, contra un 120 por ciento que marca para el mundo la cotización en Chicago.

Los aceiteros no sólo prefieren exportar, sino que pueden hacerlo con facilidad. Los envíos de aceite de soja llegan a más de 100 países y los de girasol a 60. Un porcentaje cada vez mayor del aceite de girasol se exporta refinado y envasado. La capacidad de molienda pasó de 64 mil toneladas diarias en 1996 a 132 mil toneladas en la actualidad, y se continúan realizando obras que en el corto plazo elevarían esa cantidad a más de 160 mil toneladas. La molienda es una industria capital intensiva y al producir al máximo de la capacidad instalada se logran menores costos fijos. La tecnología empleada es de vanguardia, lo que permite trabajar a costos cada vez más bajos, aumentando la rentabilidad.

Se dedican a la industrialización de oleaginosas 47 plantas. En los últimos años se registra una cada vez mayor concentración en ese sensible mercado de un bien de consumo popular: más del 60 por ciento de lo que se produce está en manos de Molinos Río de la Plata y Aceitera General Deheza. “Francia tuvo control de precios durante cincuenta años: de 1936 a 1986. El último producto que liberó fue la baguette”, explicó Schvarzer. “Estados Unidos lo hizo durante toda la Segunda Guerra Mundial. El control de precios en circunstancias como las actuales es absolutamente legítimo. Pero debe hacerse muy bien. Los franceses tenían una secretaría con más de dos mil profesionales para realizar el trabajo, acá lo hace sólo Moreno”, concluyó. El mayor problema de este funcionario es conocer los costos de las empresas, incluso de los productores agropecuarios.

Si el Gobierno no hubiese anunciado el aumento de las retenciones, fuentes de las empresas molineras y comercializadoras de harina ya anunciaban que se venía la falta de harina. Uno de los primeros síntomas del desarreglo en esa plaza fue que los productores agropecuarios estaban recibiendo por sus granos menos de lo que cuesta el producto. Si el precio era de 400 pesos, con una retención del 20 por ciento debían recibir 320. Pero los molineros les estaban pagando 280. Para Schvarzer “esta falta de transparencia en los mercados es generada por las formas erróneas en que interviene el Estado”. Osvaldo Barsky, decano de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Belgrano, por su parte, señaló a Página/12 que “es necesaria una Ley de Agricultura Integral, como la que rige en Estados Unidos, que incluya este nuevo sistema de retenciones móviles, pero que el destino de esos fondos sirva a los ciudadanos”.

El último aumento de retenciones a los granos y sus derivados fue el 6 de noviembre de 2007, hace cuatro meses y una semana. En ese lapso los aceites de soja y girasol subieron más del 40 por ciento en el mercado internacional. Y los granos, el insumo para fabricarlos, un porcentaje similar. Eso desató una puja entre los actores del mercado para ver quién exportaba más. Las retenciones móviles, en parte, vienen a solucionar ese problema.

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Imagen: Eugenia Kais
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