EL PAíS › CURIOSA TEORIA DEL GOBIERNO

La conjura de los nibelungos

 Por Sergio Moreno

Cualquiera sabe que los alemanes son malos, malísimos. Basta ver alguna película de la Segunda Guerra, esas del frente europeo. O africano. O de campos de concentración. O cómo el sargento Sounders, Caje, Kirby y Little John debieron esforzarse para hacerlos torta en “Combate”. La saña de los alemanes, que se desnuda claramente en la más reciente Rescatando al soldado Ryan, con Tom Hanks, no se agota en esa conflagración. También fueron malos cuando, después de perder la guerra, se hicieron comunistas: construyeron el Muro y mataban a sus propios conciudadanos cuando querían saltarlo hacia el sector occidental. Esa maldad, estructural, magmática, subyacente, siempre regresa, aflora. Y el gobierno argentino (al menos algunos de sus principalísimos cuadros políticos) la ha descubierto.
Esa maldad, dicen en la Casa Rosada, ha aflorado en ataques de prominentes funcionarios de origen teutón, e incluso de alguna de las principales empresas-símbolo de la germanidad, contra políticos argentinos, criollazos defensores de los intereses del pueblo. Según esta particular visión de los hechos, las declaraciones de Hoerst Koehler, Anne Krueger (números uno y dos del FMI, respectivamente), Hans Tietmeyer –integrante de la comisión de notables que visitó el país dos meses ha y ex presidente del Bundesbank alemán– contra los esfuerzos vernáculos para acordar con el organismo de crédito, y lo que consideran una oportuna filtración de la empresa Mercedes Benz involucrando a Carlos Ruckauf en la guerra sucia (revelada ayer por Página/12) son, ni más ni menos, que la expresión de una aceitada y concertada operación conjunta que tiene un solo fin: presionar al Gobierno para que reconsidere su decisión de no restituir a la empresa Siemens (adivine el lector de qué origen es) la concesión para fabricar los DNI.
Un ministro, su colaborador y un secretario de Estado expusieron ayer ante este diario la teoría de marras. “Los argentinos somos peronistas, radicales, socialistas y después somos argentinos; los alemanes son, antes que nada, alemanes”, disparó uno de los tres funcionarios mencionados cuando este diario le sugirió que lo que estaba diciendo era, cuando menos, bizarro. “Yo conozco de empresas –terció el colaborador del ministro– y es sugestiva la aparición de un documento interno de Mercedes Benz, justo ahora.” El hombre hacía referencia al documento que la periodista Gaby Weber aportó a la causa por la búsqueda de la verdad que se sustancia en La Plata. En dicho paper se expone que cuando Ruckauf fue ministro de Trabajo de Isabel Perón, en 1975, pidió “eliminar los elementos subversivos de las fábricas”. De la Mercedes Benz argentina desaparecieron 14 operarios durante la dictadura. “Ojo que la nota es impecable, y que Rucu pudo haber hecho eso, pero lo raro es que el documento aparezca justo ahora”, insistieron.
Según estos ponderados funcionarios del Gobierno, la conjura de los nibelungos no esconde más que una vil intención pecuniaria: “Siemens perdió 800 millones de dólares, los hicimos mierda”, dijo uno de los tres contertulios. “Son razones suficientes como para pegar tan fuerte”, remató. La cara de incrédulo del reportero que los observaba hizo que uno de los tres hombres de Duhalde morigerara: “Yo no puedo asegurarlo, pero tantas casualidades me hacen sospechar”, dijo.
El secretario de Estado debió partir –acababa de llegar de viaje del exterior y lo esperaban en su despacho–, y el movimiento interrumpió la plática. El colaborador se dio a la faena de limpiar su pipa y el ministro volvió a encender el puro y preguntó: “¿De qué estábamos hablando?”. Sería bueno saberlo.

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