EL PAíS › OPINION

Por favor, otra vez no

Por María Elena Naddeo *

Las definiciones de Ruckauf y Redrado en Washington vuelven a sumergirnos en esa horrible sensación de vergüenza ajena y humillación política nacional que tuvimos una y otra vez con Menem y –para muchos de nosotros dolorosamente– también con De la Rúa y Cavallo.
“Genuflexos con los poderosos, duros con los humildes” parece ser la consigna de la dirigencia política más granada de los últimos tiempos. Como si no se advirtiera el hartazgo generalizado que ha enraizado en el corazón y la conciencia de la sociedad se sigue ejerciendo el poder político como un juego histriónico caracterizado por la articulación de múltiples y contradictorios discursos. “Si no fuera presidente sería piquetero”, “se respetarán los ahorros depositados en los bancos” “eliminaremos las medidas dirigistas heredadas del pasado” (sic) y el broche de oro, corolario infaltable de última, enorme, desgarradora prueba de amor, el acto consumado de cópula final con el señor del Norte: la ferviente postura argentina de condena a la República de Cuba.
Hay un duro contexto y una realidad obviamente heredada por el actual gobierno que explican –aunque no compartamos– las ambiguas decisiones tomadas hasta el momento y la compleja intencionalidad de llevar adelante este proceso sin afectar intereses que puedan desestabilizar aun más la coyuntura política. Hoy ya no es posible mantener dobles discursos o medias tintas. La amarga, bochornosa experiencia de la gestión de la Alianza nacional mostró sin dudas que el núcleo duro del poder concentrado no repara en ningún costo social, ético o institucional para mantener su proceso de acumulación y reproducción de ganancias y ejerce una extraña -y muchas veces suculenta– seducción sobre la dirigencia política de todo tipo, rápida para mostrar su disciplinamiento.
Al pueblo cubano, a Fidel, a la revolución que sobrevivió todos los ataques, todos los derrumbes, desde el debate fraterno, desde la aspiración a profundizar la reflexión crítica y autocrítica, a esa sociedad que sigue siendo ejemplo del ejercicio del derecho a la educación y a la salud, mientras todos retrocedemos, les volvemos a decir –aunque ellos ya lo saben– que la condena expresada por la Cancillería argentina no expresa ni el sentimiento ni la convicción de este pueblo ni la del conjunto de los sectores políticos populares.
Para los compañeros y militantes del Frepaso, a los diputados nacionales que siguen actuando al margen del proyecto y de la gente que los consagró representantes, estos ejes deberían ser suficientes.

* Presidenta del Consejo de Derechos del Niño, ciudad de Buenos Aires.

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