EL PAíS › OPINION

Ideas, no regalitos

 Por Martín Granovsky

¿Qué quiere la Argentina de Alemania? Fondos, muchos fondos. ¿Qué conseguirá la Argentina de Alemania? Fondos, sin duda, no. A lo sumo medias palabras de aliento que en los últimos días parecen calcadas. El Fondo Monetario Internacional, el Tesoro norteamericano y la Unión Europea repiten el mismo texto. Primero el libreto decía: “Estamos dispuestos a colaborar con la Argentina cuando la Argentina tenga un plan sustentable”. Ahora dice: “La Argentina va por el buen camino hacia un plan sustentable, y cuando lo tenga la vamos a apoyar”. Palmada más, palmada menos, ningún país desarrollado y ninguno de los organismos financieros que fijan la agenda internacional pateó el tablero, y es difícil que Gerhard Schröder lo haga hoy en la Argentina.
Igual, el Gobierno de Eduardo Duhalde no puede quejarse mucho. El primer ministro alemán no suspendió la etapa argentina de su gira, que comenzó con México y Brasil, a pesar de la inestabilidad aquí y que desde que la planeó pasaron cinco presidentes. En mantener vigente la cita jugó un papel importante el jefe del Fondo, el alemán Horst Koeler, a quien Schröder consultó este mes, pero sobre todo pesaron los intereses del gobierno de Berlín.
El primer interés es propio. Alemania no tiene en la Argentina la gravitación política de los Estados Unidos, y tampoco de España, Francia o Italia, y cualquier gesto que eleve el nivel de negociación servirá a Schröder. Es cierto que está el caso de Siemens, para la que Alemania quiere una reparación por el negocio de los DNI, pero en general las inversiones alemanas tienen más relación con la industria y el mercado interno, o el Mercosur, que con los servicios públicos privatizados.
El segundo interés es europeo. Como Francia, el interés de Alemania en la región apunta al Mercosur. En parte por motivos de escala económica: la Argentina no es lo mismo con Brasil que sin Brasil. Y en buena medida por razones políticas: Alemania sabe que el Area de Libre Comercio de las Américas, el ALCA, es inevitable, pero desearía que el Mercosur oscile entre el ALCA y la Unión Europea sin convertirse en un protectorado de los Estados Unidos.
¿Y el interés argentino? El Gobierno se equivoca si cree que, como en un club de trueque, puede cambiarle a Schröder una reparación a Siemens por apoyo en el Fondo Monetario, al estilo del esquema iluso de voto contra Cuba a cambio de unas palabritas del Tesoro estadounidense.
No es que Berlín, como Washington, desprecie los negocios. En absoluto. Es que busca un marco político para hacerlos. Cualquier diálogo sincero con un funcionario alemán termina con este mensaje: “Ustedes tienen una cotización internacional con Mercosur y otra, mucho menor, sin él”. Es una forma de decir que sin ideas la Argentina solo quedará forzada a buscar, cada vez, un regalito distinto.

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