Dom 14.10.2007

EL PAíS • SUBNOTA  › EL DIRECTOR DE LA MATERNIDAD CLANDESTINA ESTA LIBRE

Los relatos de los partos

› Por Victoria Ginzberg

La maternidad clandestina que funcionó en el sector de Epidemiología del Hospital Militar de Campo de Mayo fue comandada por el médico militar Norberto Atilio Bianco. En el último año, las Abuelas de Plaza de Mayo reclamaron dos veces la detención de este represor, pero el juez Alberto Martín Suáres Araujo se resiste a encarcelarlo. La semana pasada un grupo de familiares de desaparecidos se entrevistó con el magistrado para reclamarle celeridad en este expediente, pero no salió conforme. “Vamos a informar al Consejo de la Magistratura y a la Corte Suprema de las demoras en esta causa”, anunció Abel Madariaga, coordinador general de los equipos de Abuelas de Plaza de Mayo, cuyo hijo nació en Campo de Mayo.

Bianco ya estuvo en prisión, pero por la apropiación de dos menores a quienes anotó como hijos propios. Hasta ahora, no fue arrestado por su rol protagónico en el plan sistemático para apropiarse de hijos de desaparecidos. A diferencia de lo ocurrido en la ESMA, en Campo de Mayo no hay muchos sobrevivientes que puedan relatar detalles del cautiverio de sus compañeros. Pero médicos y enfermeros se sumaron a los pocos ex detenidos de ese sitio y aportaron testimonios que sirvieron para reconstruir los partos y el robo de los niños.

La obstetra Luisa Yolanda Arroche de Sala García dijo que en 1976 y 1977 atendió entre 20 y 30 mujeres embarazadas en Epidemiología. Vio a mujeres con las manos atadas y la cara tapada. Siempre había custodios. “En una oportunidad llevaron a un chiquito de 3 o 4 años a eso de las doce de la noche, pero al día siguiente ya no estaba. En otra oportunidad vi a tres criaturas al cuidado de una monja. No escuché comentarios sobre esos chicos pero ‘evidentemente eran hijos de subversivos’”, aseguró.

Concepción Piffaretti fue enfermera auxiliar en epidemiología. Aseguró que las mujeres que estaban internadas allí tenían los ojos vendados y a veces estaban encapuchadas y que no sabe sus nombres porque se las denominaba NN. “Las que tenían parto natural no volvían, sólo volvían las que tenían cesárea, pero no estaban más de dos días”, afirmó.

Luis Eposto, técnico radiólogo y enfermero, afirmó que “una vez nacido el niño, las prisioneras embarazadas eran separadas de él e inmediatamente desaparecían con destino desconocido”. Y contó que todas las noches salía de Campo de Mayo un avión Hércules con rumbo sur-este. Despegaba entre las once y las doce de la noche y volvía en menos de una hora, El comentario en el hospital era que “llevaba gente que era tirada al mar”.

Los testimonios coinciden en señalar a Bianco, al médico militar Julio César Caserotto (que murió) y Agatino Di Benedetto, subdirector y luego director del hospital, como los responsables de esos partos y de las detenidas.

“Se encuentra probado el desarrollo de una práctica sistemática respecto a mujeres embarazadas detenidas que se extendía desde su secuestro hasta la sustracción de sus bebés y la posterior desaparición de sus madres”, señalaron las Abuelas en un escrito que presentaron a fines del año pasado ante el juez Suáres Araujo y que ampliaron hace diez días.

Allí detallaron que en la guarnición militar de Campo de Mayo funcionaron al menos tres centros clandestinos de detención. Uno estaba ubicado en la plaza de tiro, próximo al campo de paracaidismo y era conocido como “El Campito” o “Los tordos”. El segundo dependía de inteligencia y estaba en la ruta 8, frente a la Escuela de Suboficiales Sargento Cabral. El último era la prisión militar de Campo de Mayo.

La semana pasada Madariaga, Alba Lanzillotto y Juliana García Recchia participaron de un encuentro con Suáres Araujo. Fueron para pedirle que activara las denuncias presentadas por Abuelas. “La verdad es que el juez nos faltó el respeto. Después de 30 años no puede decir que los tiempos de la Justicia no son los nuestros. El argumenta que no hay ‘elementos directos’. Pero en el caso de mi mamá hay una monja que la reconoció, se sabe que estuvo detenida ahí. Le dije que lo ideal sería que viniera mi vieja y le dijera quién se había quedado con su hijo pero que no podía ser porque mi mamá está desaparecida”, cuenta Juliana García Recchia.

Madariaga no esconde su bronca: “Nos llegó a decir que los nacimientos no estaban registrados en el libro del hospital, cuando justamente eso es la prueba de la clandestinidad de estos hechos. Parece que se puede investigar la ESMA, el Pozo de Banfield, La Cacha, es decir, la Armada, la Policía Federal, pero no el Ejército. Yo creo que hay un pacto y si no, que me demuestren lo contrario”.

Nota madre

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