ESPECTáCULOS › NICHOLAS CAGE Y CHARLIE KAUFMAN EXPLICAN “EL LADRON DE ORQUIDEAS”, DE SPIKE JONZE

“Esta clase de films necesita un espacio”

El guionista de “¿Quieres ser John Malkovich?” es el centro de una extraña película, incluida en la competencia de Berlín, y en la que Cage encarna a Kaufman y su mellizo. Aquí cuentan cómo fue rodar un film que escapa a las convenciones de Hollywood.

 Por Luciano Monteagudo

¿Quién es Charlie Kaufman? Para cualquiera que a partir del jueves vaya a ver en Buenos Aires El ladrón de orquídeas será simplemente el protagonista de la película, un guionista neurótico y conflictuado, incapaz de encontrar la manera de escribir una adaptación que le acaban de encargar en Hollywood y que, visto en la pantalla, tiene todo el aspecto de Nicholas Cage... un Nicholas Cage que hubiera tomado clases de actuación con Woody Allen.
Pero sucede que Charlie Kaufman no sólo es un personaje, un fantasma hecho de luces y sombras. También existe en la vida real. Los cinéfilos saben que se trata del hombre que gestó las ideas más extravagantes de ¿Quieres ser John Malkovich?, la sorprendente opera prima del videasta Spike Jonze, un film decididamente fuera de norma en las cada vez más rígidas estructuras de Hollywood. Ahora Kaufman vuelve a ser el guionista de la nueva película de Jonze, Adaptation (rebautizada El ladrón de orquídeas para su estreno en la Argentina). Y, además, su personaje protagónico. Si antes se metió en la cabeza de John Malkovich, ¿por qué ahora no podría meterse en su propia cabeza?
“La verdad, no sé muy bien... antes de contestar necesito ir a buscar un café”, dice sin ocultar sus nervios el verdadero Kaufman, el de carne y hueso, por momentos casi tan maniático como el que se ve en la película. No está solo, sin embargo. A su izquierda en la mesa, lo tiene sentado a su alter ego, Nicholas Cage. Ambos llegaron a Berlín para presentar Adaptation, que participa de la competencia oficial, pero a diferencia de lo que sucede habitualmente, aquí el guionista es la estrella. Y no parece muy cómodo con la situación. “La gente asume muchas cosas sobre mí después de ver la película, pero debe saber que no todo lo que ven tiene que ver conmigo”, asegura, no demasiado convencido de sí mismo.
La disparidad más apreciable, en todo caso, está en su aspecto. A diferencia de Nicholas Cage, Kaufman es pequeño, ojeroso, esmirriado y se esconde detrás de una barba profusa y desprolija. Es más, en una mesa con apenas cuatro periodistas (entre ellos Página/12), su voz es casi inaudible, contrariamente al trueno que hace vibrar la habitación cuando Cage toma la palabra. “No diría que hacer de Charlie fue un problema”, dice el actor, que también se asoció al proyecto como coproductor. “La dificultad estaba en encontrar la esencia de Charlie Kaufman, pero sin sentirme obligado a representarlo tal y como es Charlie Kaufman en la realidad. No quería sentirme prisionero de esa situación. Por el contrario, a partir de la persona que conozco, necesitaba alcanzar el grado suficiente de libertad como para construir el personaje. Diría que lo mío es como un bosquejo de Charlie, pero (se ríe Cage) no una encarnación biológica.”
En todo caso, fueron dos. Junto al personaje de Charlie Kaufman en la ficción aparece también su hermano gemelo, Donald Kaufman, interpretado también por Cage. Casi no hace falta decir que estos dos mellizos que propone Adaptation son tan parecidos físicamente entre sí como diferentes en sus maneras de ser. Donald es algo así como la otra cara de la luna: extrovertido, alegre, de fácil comunicación con el resto del mundo -quizás como Charlie querría ser– y optimista y decidido frente al trabajo. Le basta con tomar un curso acelerado con un veterano libretista de Hollywood para escribir de un tirón un psycho-thriller plagado de lugares comunes que no tarda en atraer el interés de las compañías productoras. “Nunca llegué a leer el guión que escribió Donald –bromea Cage–, pero hay diferentes tipos de películas para diferentes propósitos. Y hay lugar para thrillers, para films de acción, que son los que entretienen a todo el mundo y que no siempre son estúpidos. Y también hayespacio, o hay que construirlo, para películas diferentes como Adaptation.”
Como si se tratara de la película misma, Kaufman aprovecha la locuacidad de su otro yo –algo así como los títeres y el titiritero de ¿Quieres ser John Malkovich?– para mantenerse el mayor tiempo posible en silencio, atrincherado detrás de su taza de café. Suspira, hace silencios que parecen eternos y, forzado a responder, aclara que mucho de lo que aparece en el film es un reflejo fiel de su propia experiencia: “En mi vida había escrito una adaptación y tuve la arrogancia suficiente, cuando me propusieron una versión de The Orchid Thief, de Susan Orlean –una periodista de la revista The New Yorker–, como para creer que era algo que yo podía hacer. Bueno, como vieron, salió algo bastante diferente”, se excusa.
¿Con el director Spike Jonze siguen hablando una vez que empieza la filmación, o Kaufman entrega el guión y desaparece? “Hablamos todo el tiempo, durante el rodaje y durante el proceso de edición de la película”, afirma. “Diría que fuimos encontrando la verdadera película durante el montaje. Allí aparecieron posibilidades que no habíamos descubierto hasta entonces, como la pasión que mueve a cada uno de los personajes.” Por cierto, el Kaufman que se ve en Adaptation –un Cage bastante más gordo y pelado que quien se ve ahora en Berlín– se asoma a un día de rodaje de ¿Quieres ser John Malkovich? y peor no le puede ir. Tropieza con todo y con todos, se cruza por donde no debe y termina echado del set. ¿Eso sucedió de verdad? “No... Sí... Bueno, a veces me gustaría ser invisible”, termina confesando Kaufman. “Parte del problema soy yo, lo reconozco, pero parte del asunto también es que un guionista nunca tiene demasiado que hacer en un rodaje. Uno no tiene un lugar ni una tarea específica y molesta, es un hecho.”
A pesar de la pintura que hace de sí mismo (o gracias a ella), a Kaufman no le está yendo nada mal en Hollywood. Aquí en la Berlinale hay otra película escrita por él en la competencia oficial: Confesiones de una mente peligrosa, opera prima como director de George Clooney, en la que Kaufman se animó con otra adaptación, esta vez las improbables memorias del productor y animador de la televisión estadounidense Chuck Barris, una suerte de Roberto Galán del primer mundo, que dice haber utilizado su popularidad como pantalla para ocultar su verdadero oficio, el de asesino a sueldo de la CIA. “Sí, es verdad, todos me dicen que escribo siempre sobre temas que tienen que ver con la doble personalidad, pero no es algo deliberado –se defiende Kaufman–. Tanto El ladrón de orquídeas como Confesiones... fueron ofertas de trabajo, vinieron a proponerme esas adaptaciones.” Y aclara: “No creo tener una doble personalidad. En todo caso, soy tímido, es verdad... pero era mucho peor cinco años atrás”.

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Nicholas Cage es Kaufman, un guionista neurótico que debe cumplir un encargo para Hollywood.
 
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