ESPECTáCULOS › EL ESCRITOR JORGE EMILIO NEDICH ANALIZA “SOY GITANO”

“Alientan los estereotipos”

El autor, finalista del Premio Planeta con “Leyenda gitana”, acusa a la tira de ofrecer una mirada que fomenta la discriminación.

 Por Julián Gorodischer

Jorge Emilio Nedich, primer escritor gitano de la Argentina, explora en sus novelas la tensión entre la tradición y los cambios que modifican a un pueblo, recorre la historia de los suyos vista en perspectiva e imagina condiciones de posibilidad: ¿Qué pasaría si se establecieran como nación, si se volvieran sedentarios? Autor de tres novelas, finalista del Premio Planeta con su libro Leyenda gitana, el hombre mira con atención la aparición del estereotipo, y lo condena: “Yo no pretendo que la televisión salve el honor del pueblo gitano; yo respeto a los autores porque también hago ficciones. Pero en su goteo cultural hay historias que nos muestran como una colectividad dedicada a ejercer actividades mafiosas”. Se refiere, claro, a “Soy gitano”, la tira de Pol-Ka que atribuye a la comunidad gitana crimen organizado, patriarcas autoritarios, el robo concebido como normalidad, la “intensidad” en los bordes del camp como lenguaje de lo cotidiano.
“No manejan ideas inocentes –dice Nedich–, trabajan sobre el estereotipo y dañan a muchos chicos que están en primaria, son agredidos por sus compañeros, y retirados por sus padres. En un 70 por ciento no pasan el quinto grado”. La contracara, para el escritor, está dada por “El clon” –que también emite Canal 13–, otra mirada que se posa en una comunidad (la árabe) pero que “no por eso los muestra acumulando bombas en un galpón; se ven sus bailes, su cultura”. Jorge Nedich quiere dejar algo en claro: no ejerce un poder de policía gitano, no es el adalid del realismo en la ficción, no tiene intención de imponer restricciones a los creativos. El suyo es un planteo más básico: respeto en el retrato del otro.
–¿Usted cuestiona que “Soy gitano” muestre a la colectividad ejerciendo el crimen organizado?
–La realidad del pueblo gitano es que el nomadismo no permite el robo a gran escala. No podrían huir con un tren de carga, se van con lo puesto. Se roba para superar las contingencias del día. No tiene nada que ver con el robo capitalista. Los gitanos no ingresan en una cuestión delictiva mayor. En esa idea no hay inocencia: los guionistas no pecan de ingenuos cuando dan por aceptada la delincuencia, el orgullo de contrabandear. Yo me pregunto: ¿hubo investigación o es una construcción tomada del estereotipo?
–En la tira el gitano es intenso, en los bordes de lo exagerado. ¿Cómo toma ese retrato de los personajes?
–Es una composición de los autores, pueden jugar con eso, y yo no tengo nada que objetar sobre las decisiones estéticas de un guionista. Cuestiono aquello que alienta la discriminación, que asienta el estereotipo, como los personajes de los padres y los hermanos mayores, por ejemplo, que son tipos siniestros dedicados a destruir las decisiones de sus hijos.
–¿Cómo describiría, en cambio, al patriarca gitano?
–El autoritarismo del patriarca tenía ver con la colectividad, pero hace un siglo. La novela toma el estereotipo y lo pone en un presente que no se corresponde con la realidad. Si por lo menos se ofreciera otra lectura, si mostrara un punto de vista alternativo, serviría, pero no así. En el melodrama, el hijo, por lo general, quiere salvarse, correrse del destino familiar, pero Josemi (Heredia) contrabandea y dice sobre el dinero adquirido “éste es nuestro futuro”. Hay una relación dada, a priori, con el delito.
–¿El suyo es un reclamo aislado o tiene consenso en la comunidad gitana argentina?
–El pueblo gitano puede estar enojado, pero huye al problema; cada vez que presenta una demanda, se lo pone como blanco. En el conflicto limítrofe con Chile, a los gitanos les quitaron las camionetas y nodijeron nada. En Recoleta los expulsaron y no intervino ningún organismo de derechos humanos. Se van porque atrás viene un ataque. Y en esa persecución, Argentina forma parte de los países más racistas. Si una mirada como la de “Soy gitano” se hubiera posado en el pueblo judío, sería un problema legal gravísimo: árabes y judíos salen a defenderse contra la agresión, pero no los gitanos. Yo le hago esa crítica a mi comunidad. En el afán de preservarse, prolongan el problema.

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Nedich plantea: “¿Qué pasaría si se tratara del pueblo judío?”.
El escritor relativiza también el retrato televisivo del patriarca gitano.
 
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