ESPECTáCULOS

“No entramos en el molde del rock ni del folklore”

A pesar de su “portación de apellidos”, el grupo Semilla intenta trazar un camino propio renovador, sin quedarse en uno u otro género.

 Por Karina Micheletto

“Hacemos folklore, pero con la actitud del rock.” La definición de Camilo Carabajal calza justo en lo que se escucha de Semilla, el grupo en el que toca el bombo legüero y la batería, y que completan Juan Caballero en guitarra, Leandro Bulacio en teclados y Bárbara Palacios en guitarra y voz. Las chacareras, zambas y carnavalitos de Semilla, casi todos con letras propias, respetan las formas de la raíz, pero suenan con una potencia asombrosa, reforzada por la particular voz de Palacios. “Lo nuestro es el funklore”, bromean ellos. “Tocamos fuerte, si hacemos una chacarera nos sale violenta.”
La búsqueda del grupo está clara: “Queremos que cualquier pibe pueda escuchar folklore como escucha a Spinetta, Charly o El Otro Yo”, explican. Este viernes a las 22 se presentarán en La Fábrica (Querandíes 2901). Como en cada una de sus actuaciones, piden al público que lleve un alimento no perecedero. Lo que recauden será destinado al comedor de Barracas “Los niños primero”, que da de comer a 150 personas todos los días, y queda cerca de donde viven Camilo y Bárbara con su hijo de dos años, Lucero.
Los miembros de Semilla guardan más de una relación con la música popular. Camilo, portador de un apellido ilustre en el folklore argentino, es hijo de Cuti Carabajal. Pasó su adolescencia en Berlín, y allí empezó a tocar la batería, porque no tenía bombo a mano. Bárbara es la hija de la cantante, actriz, vedette y candombera Egle Martin. Leandro es hijo del Tucu Tucu Héctor Bulacio. Y Juan Caballero, el más joven del grupo (tiene 18 años) es paradójicamente un “peñero viejo”. El productor Gustavo Santaolalla es cuñado de Bárbara y uno de los primeros fans del grupo, y suele subir al escenario cada vez que puede. “Todos piensan que por ser ‘hijos de’ tenemos las cosas más fácil. A mí más de uno me dijo: ‘¿Y qué esperás para decirle a tu cuñado que te haga un disco?’. En realidad, la carga de responsabilidad es doble, Gustavo escuchó nuestro demo como escucha todos los que le acercan, y si le gusta es porque ve que hay algo bueno. Ahora tenemos que seguir trabajando cada vez más”, dice Palacios.
Todos los integrantes de Semilla militan en otras formaciones. Bulacio está en la banda de Vicentico y tiene un grupo de jazz latino. Palacios canta en un grupo de bossa nova y tiene un dúo. Camilo acompaña a su padre y a su prima Roxana, y Caballero también tiene otra agrupación folklórica. Pero ésta es la primera vez que se largan a componer y arreglar sus propios temas. Las letras son en su mayoría de Palacios, y casi todas fueron escritas después de diciembre de 2001. “Durante mi embarazo y el primer año de Lucero me había alejado bastante de la composición. Después de lo que pasó en diciembre, hubo algo que se encendió en mí. Fueron tres días furiosos, que pasé tocando la guitarra y haciendo canciones, pensando, bueno, acá se termina el mundo, tengo un hijo de un año, ¿qué vamos a hacer?”, recuerda Palacios.
–¿Cómo influyó el 20 y 21 de diciembre en la música del grupo?
Bárbara Palacios: –Nos pasó lo mismo que a casi todos, eso de estar sentados frente al televisor con la boca abierta, pensando que ahí se acababa todo.
Camilo Carabajal: –Después de eso, todos teníamos una bronca profunda adentro. Lo bueno fue que de esa bronca salió mucha reflexión, y la forma que teníamos de sacar afuera eso era con la música.
–¿Por qué creen que al folklore le cuesta tanto salir del ghetto, más allá de los hits de Los Nocheros o El Chaqueño?
B. P.: –Quizá porque se queda con esa cosa de respeto y solemnidad de la tradición, como algo que no se puede tocar. Cuando en realidad es todo lo contrario, la música es algo vivo, que cambia todo el tiempo. Pero no es un problema exclusivamente nuestro. En Estados Unidos, por ejemplo, hay algunos que pudieron salir del country, como James Taylor. Otros no, se quedaron escuchándose entre ellos. C. C.: –Nosotros queremos romper esa barrera, hacer folklore como lo sentimos con la edad que tenemos. Es tan fácil que te guste el folklore... si le entrás a buscar el gustito hay cosas alucinantes.
Juan Caballero: –Sin ir más lejos, fue increíble lo que pasó cuando los chicos de Arbol nos invitaron a Cemento. Entró Cami con el bombo a full y todos se enloquecieron con el ritmo.
B. P.: –Es que el folklore tiene una energía increíble, yo lo siento tan denso como la música de A.N.I.M.A.L.
–¿Y se sienten más cómodos en Cemento o en una peña?
C. C.: –Nuestro lugar es difícil, porque no entramos en los moldes del rock, pero tampoco en los del folklore. En las peñas nos miran como a bichos raros. Imagínese, baja un tipo vestido de gaucho con la guitarrita y subimos nosotros, con Juan de todos colores, o Leandro con remera de mangas recortadas y un tatuaje gigante y extrañísimo en el brazo. No sólo es el look, también nuestra actitud es diferente. Lo bueno es que todavía no nos echaron de ningún lado.

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“Si hacemos una chacarera nos sale violenta”, afirman los músicos.
 
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