ESPECTáCULOS
El nuevo turno de los tumberos
El periodista Rolando Graña conducirá desde mañana “Pabellón 5”, un ciclo que intentará reflejar el mundo de las cárceles argentinas.
Por Emanuel Respighi
Detrás de cada persona condenada por la Justicia a pasar largos días tras las rejas se esconde una historia. Una historia de vida que seguramente dice mucho más de lo que puede contarle a la sociedad el acto concreto que llevó a una persona a tener que cumplir una pena en la cárcel. “La ola de inseguridad no termina en el asalto: hay un problema social de magnitud en el fondo. ¿Alcanza solamente con decir el nombre del delincuente y su prontuario? Puede que le sirva a la policía, pero la lectura del prontuario no sirve si se pretende una lectura más profunda sobre la problemática, que trascienda los límites judiciales y policiales”, explica a Página/12 Rolando Graña, quien, desde mañana a las 23, se pondrá al frente de “Pabellón 5”, un ciclo testimonial en el que presos de diferentes penales contarán cómo es la vida dentro de una habitación de dos por dos.
La marginalidad está de moda, como la Patagonia. Al menos en el mundo catódico, donde todos los caminos –periodísticos o ficcionales– parecieran conducir irremediablemente a historias periféricas, no habituales para los cánones tradicionales televisivos. La idea de hacer el primer periodístico centrado en el mundo de las cárceles surgió luego del fenómeno generado el último año por “Tumberos”. El programa se dividirá en tres grandes temas: delitos, lugares y fenómenos. Cada envío desarrollará uno de ellos. El primer episodio trata el fenómeno de la “religión tumbera” que se da en el Penal de San Martín, en Córdoba.
–¿Van a contar crímenes pasionales, como en “No matarás”?
–No. La idea de “Pabellón 5” es contar historias de delitos no pasionales. Habla mucho más de la sociedad analizar los delitos sociales que los pasionales. Es superficial creer que reprimiendo se acaban los delincuentes. Por eso es valioso saber quiénes son esos tipos, de dónde salen, qué es lo que pasa con ellos. Las cárceles funcionan como filtros donde se impregnan “marcas sociales”.
–¿Qué tipo de “marcas sociales”?
–Una de ellas es que el 80 por ciento de los presos es pobre, lo cual explica un poco la sociedad y el sistema judicial actual. Cuando uno investiga se va dando cuenta de que hay muchos puntos en común entre los presos. En la mayoría de los casos, uno encuentra en los presos un tabulado compuesto por abandono de padre o madre, desatención familiar, pibes que intentan llenar el vacío de la falta de padre y salen a robar para darles de comer a sus hermanos. O sea: la base del delito es el problema familiar. El cruce de una patología personal con un contexto social determinado da como resultado una persona que tiende al delito.
–¿Es la tarea del Estado lo que falla, entonces?
–Se podría llevar a cabo una política preventiva eficiente estudiando familias en riesgo. Es más preventivo atender las insatisfacciones de esas familias antes que alguno de esos pibes se convierta en un delincuente juvenil. No sólo desde el punto de vista humanitario sino desde la economía del Estado: la plata que se gasta en policía, cárceles, tribunales y reformatorios es cuantiosa y no sirve para nada. El semillero de la delincuencia se corta con educación, trabajo y salud. No es casual que en las entrevistas los presos siempre vuelven a la cuestión familiar.
–¿Cómo es trabajar en un canal relacionado con José Luis Manzano y Raúl Moneta, dos símbolos del menemismo?
–La llegada de alguien tan ligado a la política como Manzano era un factor de inquietud en el canal. Pero no pasó nada. Cada uno de los periodistas de América dice lo que quiere. Incluso Lanata, en su programa “Por qué”, criticó a Manzano por su accionar en el atentado a la embajada de Israel y no pasó nada. Mejor ejemplo de tribuna abierta que ése no hay. En lo político editorial, América es una bolsa de gatos en la que todos nos peleamos. Y está bien que suceda. Creo que en los multimedios hay mayor tolerancia frente al disenso interno. El único momento de tensión que hubo en América fue durante la campaña presidencial, donde nos dijeronque fuéramos prescindentes y no hiciéramos campaña a favor de nadie. Probablemente porque todos tendíamos por piloto automático a ser antimenemistas. En ese caso, mi política fue la que aprendí en CNN: ser muy mesurado y escueto. América es el canal con más contradicciones, justamente porque hay libertad.