ESPECTáCULOS › LA DIRECTORA ALBERTINA CARRI CUENTA LOS DETALLES DE SU NOTABLE PELICULA “LOS RUBIOS”

“Lo importante era contar la memoria subjetiva”

La cineasta destaca las pautas con que fue estructurada la película, un documental atípico que se introduce en una historia real utilizando caracteres de ficción. “Al evocar estás investigando y al mismo tiempo construyendo”, dice Carri, quien enfatiza su decisión de “sacarle solemnidad” al tema de los desaparecidos.

Por Ana Bianco

“Odio a las vaquitas de San Antonio y a las estrellas fugaces y las vías de los trenes, y pasar por abajo de un puente y que se caigan las pestañas, y las bandadas de pájaros y los panaderos y el deseo antes de apagar las velitas en cada cumpleaños, porque me pasé años pidiendo que vuelvan mamá y papá. Ahora, cada vez que tengo que pedir un deseo me vuelve inevitablemente a la cabeza que vuelvan mamá, y papá, que vuelvan rápido. El deseo era todo uno, pero lo estructuraba en tres para que mi pedido tuviera más fuerza.” Así, Albertina Carri, directora de Los rubios, evoca con un texto propio a sus padres desaparecidos. La película se estrenó el jueves, luego de recorrer con éxito el circuito de festivales. Carri, de treinta años, es pequeña, delgada y se esconde detrás de una sonrisa y de unos anteojos modernos y rectangulares. Se atreve a ponerle cuerpo y subjetividad a este film provocador, audaz y a su vez pudoroso, y con esas mismas herramientas se presta a la entrevista con Página/12.
–¿Por qué decidió combinar ficción con documental y backstage?
–Tenía claro que no quería filmar un documental clásico sino justamente poner en duda el género. En Los rubios el documental es un modo más de la ficción y además quería sacarle solemnidad al tema. Quería narrar la memoria, que tiene elementos documentales y ficcionales. Así surge la idea de los documentos con la ficción entrecruzada y por momentos enfrentada.
–Extrajo del “Nunca Más” hechos fácticos y políticos. ¿Por qué no eligió del mismo libro las cartas de su madre?
–Como ya estaba escrito, tomé la descripción del Sheraton y la del secuestro de mis padres, que era una forma de sacarme rápidamente el tema de encima. Los que sabían de las cartas insistían para que las usara. No las incluí, porque tendría que haber puesto otras, unas informativas y otras más personales, como la de una madre a una hija, las del tipo que lee tal libro, o que Albertina se porte bien, que Andrea haga natación y que Paula vaya al colegio. Son documentos privados y muy íntimos para exponerlos...
–El film tiene una subjetividad bien marcada...
–Era importante contar la memoria subjetiva y no presentar la memoria en letra mayúscula y objetiva, sino contar ese recuerdo de los rincones, de lo cotidiano, de la vida. Al evocar estás investigando un poco y al mismo tiempo construyendo. Ese cambio tiene que ver con factores internos y externos que te van conformando a lo largo de la vida. Y la identidad como tal se configura a partir de tantas subjetividades... La película me representa. Opté por hablar desde el presente y en presente y desde mi experiencia e incluirme en la memoria y el recuerdo. El evocar es algo subjetivo y propio, que cada uno repasa a su manera. Además referirse todo el tiempo al pasado y nada más es peligroso como mirada, por esto de cerrar algo que no cierra. A mis hermanas las preservé y se resguardaron y participaron activamente en la película, pero fuera de cámara. Yo decido exponerme y es una decisión personal, pero elijo no mostrar a mis abuelas.
–¿Por qué incluyó animación?
–La animación estaba pensada desde siempre y pensé hacer los muñecos con plastilina hasta que me acordé de los playmóviles, que son encantadores. Quería mostrar claramente mi mirada de niña y rescatar esa parte de ficción, pero llevada a la enésima potencia. Es decir, ficción pura. Como el recuerdo se transforma a veces en una cosa alucinada y otras como una invención total, la animación era el recurso perfecto para contar esa mirada de cuatro años y no caer de nuevo en el golpe bajo.
–¿Cuándo volvió al barrio donde vivió con sus padres?
–Volví cuando tenía 12 años, una sola vez, de pasada, rápido y por fuera de la casa. Me volví a reencontrar con esa casa por la película. Volver al barrio fue toda una sorpresa, no pensaba encontrarme con alguien que supiese de la historia, ni mucho menos que hablase. Habían pasado más de veinte años desde el secuestro de mis padres, pero igual tuve cierta intuición y le dije a Analía que si alguien le preguntaba qué estábamos haciendo, le contestara que había vivido ahí cuando era chica. Cuando fuimos, apareció una señora que no sé ni el nombre y nos empezó a contar sola cuando vio que estábamos filmando en una casa frente a la de ella. Nos dijo: “Uy, esa casa”, y empezó a tirar todo un barullo de ideas y después volvimos a buscar otros testimonios. El relato de esa mujer es increíble, es una mezcla entre lo siniestro y lo cotidiano. Como diciendo: “Llovía y fui a hacer los mandados y llegaron los militares”. No tiene ninguna distancia, lo cuenta como si hubiese pasado hace una semana. El montaje de esa escena fue difícil, se hacía complicado cortarla, no engolosinarse y poner todo. También descubrí la mentira de otros vecinos que decían desconocer tales hechos o fingían ser nuevos en el barrio. Sentí la presencia del miedo instalado como si hubiera sido ayer...
–El nombre de la película termina dándoselo esa señora...
–Sí, ella describe a mi familia como “los rubios” y claramente ninguno de nosotros éramos rubios, pero para el barrio sí, y llamábamos la atención. Los rubios da el cruce exacto de lo que yo estaba buscando: la memoria ficcionada. Además, sintomáticamente, en la época en que ocurrieron los hechos, suponías que te ibas a esconder en un barrio, en el partido de Morón, para preservarte, y finalmente resultabas un blanco.
–¿Cómo fue su primer contacto con la comisaría donde antes funcionaba El Sheraton?
–La primera vez estábamos filmando la comisaría por fuera y sin permiso, llamando la atención de los policías que nos preguntaban qué estábamos haciendo. Además veníamos del barrio y estábamos en estado de shock. Bueno, yo entré a la recepción y les expliqué que estábamos haciendo una película sobre las zonas suburbanas. Esa primera vez no está filmada porque ingresamos para pedir la autorización. Pero para mí fue fuerte, por lo mismo: no estaba preparada, pensaba filmar por fuera e irme y finalmente entré. Esa fue una sensación rara. Además, cuando se llevaron a mis padres, a nosotras tres nos dejaron en una comisaría. No tengo claro si fue ése mismo hall. ¿Acá estuvieron ellos? Cuando volví estaba más preparada, pero igual quedé de cama.
–¿Por qué eligió el tema “Influencia” de Charly García?
–Cuando estaba escribiendo el guión llegó a mis manos un demo y me conmovió. Escribí el guión escuchando todo el tiempo “Influencia”. Ese tema me fascinó, y lo bueno es que no logró cansarme nunca. Además me gustaba poner a Charly, justamente porque es de la generación de mis padres. Es una persona tan generacional, que une fans de 10 años, de 50, y en el medio está todo. Cuando le fui a pedir el tema me contó que la versión la había hecho pensando en su padre.

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Albertina Carri señala que no quiso hacer un documental sino “poner en duda el género”.
“Referirse todo el tiempo al pasado y nada más es peligroso como mirada”, reflexiona la directora.
 
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