ESPECTáCULOS › CAETANO VELOSO Y OTRA CEREMONIA PARA EL RECUERDO, EN EL GRAN REX

Un gentilhombre en cualquier idioma

El show con el que el bahiano presenta A foreign sound demuestra hasta qué punto en su arte no existen las fronteras: su voz y los arreglos de Morelenbaum destilan una sutileza que es pura emoción.

 Por Karina Micheletto

“El rock and roll es basura”, dice Caetano Veloso, y presenta un disco en el que se apropia de canciones estadounidenses que van de Cole Porter a Bob Dylan, de Gersh-win a Stevie Wonder. “El rock and roll suena falso. En su mayoría lo cantan, lo tocan y lo escriben cretinos, y por el solo hecho de su reiteración imbécil llegó a ser la música marcial de cada delincuente patilludo del planeta. Es la más brutal, fea, desesperada y viciosa forma de expresión que tuve la desgracia de escuchar”, dice Caetano que dice Frank Sinatra, y entre esas canciones que eligió para A foreign sound rapea el después del rock de Bob Dylan. “Ivan Lins es música; Nirvana es basura”, dice Caetano, el más ro-
ckero de los tropicalistas, y canta de nuevo –vuelve nueva– Come as you are, y su voz se vuelve cada vez más bella sobre el contrabajo. Una voz que a los 62 años guarda intacta, y una de las más finas de la canción popular latinoamericana, con la que puede jugar durante más de dos horas sin transpirar ni un poquito.
Aquí está el bahiano gentilhombre, siempre elegante, cantando sentado como si no hubiera esfuerzo en lo que hace, contando sin que medien palabras cuáles fueron los hitos de la cultura estadounidense que nutrieron su canción –su vida– y la de muchos. Y mostrando lo que sale cuando el Imperio pone el ojo en lo Otro y viceversa. Así, The Carioca, elegido para el bis final, es una de las primeras representaciones que Holly-
wood hizo del Brasil en el ’30, en Flying going down to Rio, con Fred Astaire y Ginger Rogers. Caetano pone el acento en la ironía alrededor del molde de la alegría brasileña for export. Y está el superclásico Feelings, que pasó por tantos otros films y tantas otras gargantas, que en realidad fue creado por un carioca. Si cantar standards con ritmo de bossa nova es un camino repetido, Caetano no quiso evitarlo, sino meterse allí para mostrar lo que puede hacer con el cliché. El show arrancó con la pegadiza Diana, de Paul Anka, con guiño de la canción tropicalista de los ’60 Baby, que incluía a su vez un guiño a Diana. La Orquesta Sinfónica Brasilera que participa en el disco fue reemplazada por una orquesta argentina. Y entre el cruce de lo acústico y lo eléctrico sobresale la guitarra por momentos muy extraña de Pedro Sá, que nunca pierde el color tropical.
Caetano canta Manhattan con alegría glamorosa de musical de otra época, pasea por la isla como un despreocupado brasilian man in New York. Invita a soñar con vestidos vaporosos que algún día llegará The man I love, con orquestación al tono. Toma declaraciones de amor de musicales (So in Love, que Cole Porter compuso para el musical Kiss Me Kate, o Something Good, de La novicia rebelde, que suena como una canción de cuna tal como lo encara Caetano, sólo acompañado por guitarra). Pasa Gersh-
win, pasa Body and Soul, Feelings. Pasan temas tantas veces escuchados en las voces de Sinatra, Nat King Cole y tantos reyes del Norte.
El cambio no parece abrupto pero llega It’s alright ma (I’m only bleeding) y Bob Dylan se vuelve más crudo con los arreglos eléctricos sobre las cuerdas mientras Caetano canta y rapea. Y la minimalista e incidental Detached, de los vanguardistas neoyorquinos DNA, con la firma de Arto Lindsay, ex productor de Caetano, y Come as you are, con una voz limpia y bella. El tímido bahiano corre por las escaleras que dan al pullman y hace caras, se golpea el pecho, canta sin micrófono, juega a la estrella de rock. Corre y saluda a las primeras filas. Y después hace cuernitos, y no saca la lengua, porque es un señor con clase, pero casi.
Igual que sus discos, el recital de Caetano parece planteado como una obra conceptual íntegra, en el que cada tema adquiere un sentido no sólo por sus formas internas, sino por el diálogo y el cruce con el resto de las canciones, y con el modo en que son presentadas. Y si las canciones que Caetano eligió cantar en inglés son las que retumbaron en su sensibilidad en otra lengua, las pocas que selecciona en su idioma hablan, también, de otras lenguas. El habla de “miradas oblicuas” y explica que cuando planeó este show quiso mostrar su nuevo disco intercalando algún que otro tema que mostrara cómo es visto el Imperio por su lengua. En rigor, eso es lo que hizo, yendo a buscar el portugués con Manhata, de su disco Livro, o Estrangeiro.
Entonces Veloso dice que le salió este recital pero también le hubiera gustado que le saliera otro, donde poder incluir esos grandes-grandes éxitos que saben todos. Ninguno de los que conoce a este bahiano que siempre se sintió incómodo en la comodidad de lo conocido podría haberle creído. Pero Caetano sonríe y regala Mamá yo quiero. Y entonces ese chico desgarbado de pantalones tan caídos que pagó 140 pesos la platea se eyecta del asiento y empuja a bailar a su novia, y se levantan las señoras de peinados prolijos y los señores que ya se habían puesto los sobretodos, y se arma el carnaval, y Caetano es el tío distinguido de la fiesta que se suma al trencito dando pasos de samba. Y después de un largo aplauso llega Garota de Ipanema, que podría sonar como tantas veces, si no fuera por esa guitarra distorsionada de Pedro Sá que insiste en nombrar de nuevo todo lo que toca. Y entonces sí, termina un show re-bonito, como dice Caetano.

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Caetano sabe traducir las influencias que también nutren su obra.
 
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