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Por Karina Micheletto

A pesar de las marchas y contramarchas que lo tuvieron en vilo hasta último momento, comienza hoy en Cosquín la 42 edición del Festival Nacional del Folklore y el Canto Popular, esta vez con una de sus marcas distintivas ausente con aviso: el grito de “Aquí.... Cosquín, capital nacional del folklore” de la garganta de Julio Mahárbiz. Y con varios obstáculos en el camino, superados sólo en parte.
Aunque a esta altura las dificultades en la organización ya forman parte de la tradición coscoína, ahora llegaron a hacer peligrar su realización. El año pasado Julio Mahárbiz, Ramón “Palito” Ortega y Norberto Baccon, responsables de Paisajes S.R.L., la empresa a la que se le había concesionado la organización del festival por un plazo de cuatro años, solicitaron la reducción del canon de 260 mil pesos pautado, argumentando que el contexto económico les era desfavorable. Cartas documento mediante, la Comisión Municipal de Folklore de Cosquín se negó al pedido de los empresarios, y terminó haciéndose cargo del festival a sólo un mes de realizarse. Cosquín se hace, aunque Mahárbiz no será el único que faltará a la cita: tampoco estará Mercedes Sosa, con quien se habían mantenido negociaciones hasta último momento. Quien este año sí regresa es Jairo (el año pasado ni él ni Mercedes Sosa habían estado presentes), mientras que Soledad tendrá a su cargo la apertura en la Plaza Próspero Molina.
La Agencia Córdoba Cultura del gobierno de la provincia, al igual que el Teatro Colón, contribuirá con personal y recursos técnicos para levantar el escenario mayor de la plaza, pero esta vez no aportará dinero en efectivo. De todas formas, la Comisión cuenta con un presupuesto de 200.000 dólares para llevar adelante esta edición de Cosquín. “Este año todos pusieron el hombro para que se pueda hacer. Sobre todo los artistas, que aceptaron reducir sus cachets haciendo un gran esfuerzo, por amor al festival”, dice Héctor Crigna, integrante de la Comisión Municipal de Folklore, en diálogo con Página/12. Uno de los desafíos, tal como está planteada esta edición, es lograr llegar a su finalización sin que arroje pérdidas. “Eso es lo más difícil”, acepta Crigna.
A pesar de los malos augurios que aporta la mega recesión argentina, Crigna es optimista respecto del resultado: “Históricamente las entradas cubrieron un 40% del costo del festival. Estimamos que este año la cifra se va a mantener, o quizás superar. Pusimos el precio de las entradas entre 3 y 15 pesos, para que todos puedan ir, y el valor del abono por las nueve noches en 120 pesos”. Se espera que el resto del dinero se recaude con las concesiones de los fogones y de los puestos de venta y las publicidades obtenidas. Habrá que ver ahora si la apuesta a algunas de las luminarias del folklore actual (Los Nocheros, el Chaqueño Palavecino, Los Tekis, Amboé, Los Alonsitos) logran cumplir las expectativas tanto económicas como de principios: “reencontrarse con el espíritu del primer Cosquín de 1961, volviendo a las raíces”.