SOCIEDAD › CASI CUARENTA JóVENES DENUNCIARON TORTURAS, PERSECUCIóN Y AMENAZAS DE UNIFORMADOS

Acusan en Capital a la policía jujeña

La muerte de un joven en San Pedro, Jujuy, innumerables persecuciones, aprietes para hacer de mulas, golpes, torturas y miedo. Presentaron un hábeas corpus colectivo, pero la policía se anticipó al juzgado y los citaron para amenazarlos.

A Sonrisa Gómez lo encontraron muerto atrancado en un ventiluz de una casa de la ciudad de San Pedro, Jujuy, de donde la policía sostiene que intentaba escapar después de robar y en el que se asfixió al ahorcarse con su campera. Sonrisa le había revelado una vez a su padre que lo obligaban a hacer de mula y cruzar drogas desde la frontera. Curiosamente, la casa que supuestamente intentaba robar era de un policía, y el ventiluz era tan pequeño que por él sólo pasaba el cuello del sorprendido Sonrisa y la campera. Cuando su padre intentó denunciar el caso, lo persiguieron y amenazaron a otros familiares con que les iba a pasar lo mismo que a Sonrisa. Junto a él, casi 40 jóvenes en San Pedro denuncian persecuciones policiales. La última, esta semana, muestra los ventiluces abiertos de la policía jujeña: como si se tratara de la cita del juzgado, convocaron a declarar a 38 demandantes de un hábeas corpus. Los 38 concurrieron a la policía creyendo que se dirigían ante un juez. Cuando llegaron, los amenazaron de muerte. Sólo seis de los 38 asistieron luego a la verdadera cita para confirmar el hábeas corpus.

Martín Gómez, Sonrisa, le había dicho a su padre que los de la Brigada de Investigaciones de San Pedro lo perseguían, le había contado que a él y a otros los obligaban a cruzar la frontera con Bolivia y traer drogas. Cuando Sonrisa intentaba eludirlos empezaban las persecuciones. Una vez lo detuvieron, lo llevaron a la comisaría, lo picanearon y lo sometieron al submarino seco, lo golpearon y, esposado, le arrojaron una pava de agua hirviendo. En junio del año pasado, una noche, apareció muerto “por asfixia mecánica”, según el relato policial, trabado en el ventiluz de la casa de un policía a la que, según el uniformado, había entrado intentando robar.

Diego Constancio pasó por experiencias casi semejantes, con la salvedad de que las puede contar. Después de un partido de fútbol en el polideportivo del barrio, también en San Pedro, estaba con sus amigos en el kiosco tomando unas cervezas cuando cayó un allanamiento de la Brigada Antidrogas. Era una apretada al del kiosco. ¿Cómo lo supo? Porque tuvo la mala suerte de girar la cabeza y ver cómo un policía llamado Facundo Quiroga arrojaba una bolsita transparente con letras rojas detrás de un cajón de gaseosas. El vio a Quiroga y Quiroga lo vio mirándolo a él. Los llevaron a todos detenidos, incluido al del kiosco. Según dijo Constancio a este diario, a él le depararon un trato especial. Después de media hora lo apartaron del grupo, “me esposaron por la espalda, Quiroga y otro, un tal Panqui, me meten al baño a los empujones y Panqui me empieza a pegar mientras Quiroga me tiene y me amenaza para que no diga nada”. Constancio fue el último en salir, 19 horas más tarde. Un mes y medio después, y un día antes de declarar como testigo (de la bolsita plantada) en la causa iniciada contra el kiosquero por los policías, Quiroga se le apareció en la calle para amenazarlo de nuevo. “Ni se te ocurra declarar porque te vas a comer un garrón”, lo amenazó.

El 20 de octubre, los uniformados de San Pedro le fracturaron varias costillas al ingeniero José Jiménez, sobrino de un ex detenido político. Lo mantuvieron detenido hasta que alguien lo reconoció. Lo internaron por un neumotórax y debieron realizarle un drenaje.

Aldo Medina, de 26 años, denunció que en marzo pasado lo llevaron “a patadas los de la seccional ‘Money’ (así conocen a la comisaría del barrio 9 de Julio, de San Pedro) y los de Investigaciones. Me ponían bolsa para asfixiarme. Ellos lo llaman el submarino, me golpeaban y me ponían corriente en el cuerpo. Los que más torturan son Barbosa y Angel Suárez de Investigaciones”.

A Marcelo Sabando, de 22, le pegaron un tiro con proyectil de goma. Le sacaron la esquirla en el hospital pero no le tomaron declaración. Tiene miedo de decir lo que le pasó. A Yonatan Cruz, de 18 años, lo detuvieron con un amigo el 1º de enero, durante la madrugada de los festejos del Año Nuevo, los esposaron, los llevaron a la comisaría, los golpearon y los liberaron sin decirles nunca por qué los habían detenido. Los nombres, las edades, los golpes, las torturas y amenazas se repiten. Reunidos por Pablo Juárez, del Movimiento 24 de Marzo Nunca Más, presentaron pedidos ante la Secretaría de DD.HH. provincial pero no recibieron respuesta. Juárez, Juan Gómez, padre de Sonrisa, y Constancio, viajaron a Buenos Aires para hacerse oír.

Los uniformados jujeños no se dieron por mencionados: durante la ausencia de los denunciantes dieron una vuelta por sus casas para recordar su presencia. El último de los recuerdos que dejaron tiene unas pocas horas. El 22 de mayo presentaron un hábeas corpus colectivo por 38 denunciantes ante el juez Antonio Llermanos, de la capital provincial, con la intención de saltear la impunidad de la “Money” y los de Investigaciones. Y para evitar deserciones por el miedo, acordaron con el juez que las citaciones se realizarían en dos tandas. Les llamó la atención que de la primera tanda acudiera uno solo. Cuando preguntaron los motivos se sorprendieron. Todos habían recibido una citación a otro juzgado en San Pedro un día antes. En el juzgado los recibían policías, que los amenazaban con molerlos a palos. Sólo seis de los 38 se animaron.

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Juan Gómez y Pablo Juárez viajaron a Buenos Aires para hacer oír sus reclamos.
 
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