SOCIEDAD › QUISO MATAR A SU MUJER PERO LE DAN UNA PENA LEVE PORQUE ELLA LE FUE INFIEL

Cuando querer asesinar no es tan grave

Un tribunal de Neuquén condenó a un hombre por el intento de homicidio de su esposa a sólo cinco años de cárcel porque consideró como atenuante de la pena que ella lo iba a dejar por otro. Abogados y feministas criticaron la sentencia por machista y sexista.

 Por Mariana Carbajal

Mario Garoglio intentó matar a su esposa dos veces consecutivas en menos de una hora. Primero ahorcándola con un alambre y después, golpeándola salvajemente con una piedra hasta desfigurarle la cara y provocarle múltiples fracturas. Milagrosamente, Ivana Rosales sobrevivió. La Cámara Segunda en lo Criminal de la ciudad de Neuquén encontró culpable a Garoglio de “intento de homicidio agravado”, pero lo condenó apenas a cinco años de prisión –menos de la mitad del máximo previsto para ese delito–, porque consideró que hubo “atenuantes” que justificaron su conducta: es que poco antes de golpear a su esposa hasta dejarla al borde de la muerte, Garoglio se enteró de que le había sido infiel. El fiscal, incluso, llegó a pedir que la pena fuera leve porque la víctima había sido prostituta, actividad que nunca se probó y que, por otra parte, no era motivo de juzgamiento. El fallo –cuyos detalles revela Página/12– recibió duras críticas de profesionales del Derecho por su marcado sesgo sexista y podría derivar en una presentación ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (ver aparte).
“Está visto que la Justicia no es neutra ni imparcial, ya que en vez de juzgar conforme a derecho, lo hicieron conforme a prejuicio. Condenaron a Ivana por su supuesto pasado y por desobediente, así como a todas aquellas mujeres que se desvían de la (doble) moral cristiana que regula el matrimonio, aceptando la violencia como forma de escarmiento y habilitando así toda agresión contras las mujeres”, señaló Ruth Zurbriggen, de Colectiva Feminista La Revuelta que, junto con otras ONG de mujeres de Neuquén, se está movilizando para denunciar los alcances de la sentencia.
“Juzgaron a la víctima en lugar de la brutal agresión que sufrió”, cuestionó el decano de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional del Comahue, Juan Manuel Salgado, quien anunció a Página/12 que promoverá que el caso llegue ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos porque implica una “violación flagrante” de la “Convención Interamericana para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer”, convertida en ley nacional Nº 24.632.
La golpiza
La paliza ocurrió en las últimas horas del 18 de abril de 2002: comenzó dentro del Ford Fiesta gris de la pareja, cuando regresaba a su casa en Plottier luego de tomar un café en el centro de Neuquén, donde Ivana le anunció a su esposo, empleado jerárquico de una empresa, que lo iba a dejar por otro hombre que había conocido en un chat. Llevaban 8 años de convivencia, los últimos tres casados legalmente. Pero la relación se había ido deteriorando. De acuerdo con la acusación fiscal, Garoglio se desvió de la ruta y, en un paraje solitario cerca del aeropuerto de Neuquén, intentó ahorcarla con un alambre: Ivana se desvaneció y despertó en el baúl. Gritó para que la liberara y su esposo, entonces, le reventó la cara y el cráneo con una piedra. Creyéndola muerta, Garoglio fue a su casa, se despidió de los tres hijos de ambos (una nena de 8 y dos varones de 7 y 4) y se entregó en la comisaría de Plottier (una localidad ubicada a unos 25 kilómetros de la capital provincial) donde vivían, y quedó detenido. “Le pegué a mi mujer y creo que se me fue la mano”, anunció en la seccional. A los 50 días fue liberado porque la carátula de la causa fue modificada de “tentativa de homicidio calificada por el vínculo” a “lesiones graves”.
Ivana quedó desfigurada: su marido le fracturó en varias partes la mandíbula y algunos huesos del cráneo, además de provocarle el desprendimiento de la retina de un ojo y múltiples heridas en la cara. Para reconstruirle el rostro y la cabeza fue sometida a cinco cirugías en el Hospital Regional de Neuquén. Recién a los 24 días le dieron el alta. “Tengo clavos en la mandíbula. Un hueso del cráneo me lo hicieron con platino y cartílago. Estoy viva de milagro”, contó la mujer a Página/12 (ver aparte). Los atenuantes
Durante el juicio oral quedó probada la feroz agresión que Garoglio nunca negó. Según consta en la sentencia, “la policía encontró tirada (donde el marido detuvo el auto para liquidar a su esposa) la cartera de la afectada, constató en sus proximidades ‘manchas rojizas presumiblemente de sangre, en abundante cantidad líquida y seca’ e incautó un ‘alambre dulce tipo de fardo, en cuatro hebras en forma redonda’ y una piedra que presentaba ‘manchas compatibles con sangre, así como dos muestras de pelo. En el interior del rodado y en el baúl se detectó también la existencia de varias manchas rojizas”. Las pericias comprobaron que la sangre coincidía con la de Ivana y que los pelos también eran suyos.
El 11 de julio, en un fallo dividido, el esposo fue condenado a una pena de cinco años de prisión por “tentativa de homicidio agravado” por la Cámara Segunda en lo Criminal de Neuquén, integrada por los jueces José Andrada, Eduardo Badano y Emilio Castro. El Código Penal prevé una pena máxima de 12 años para ese delito, pero tanto Andrada como Badano –montados en los argumentos del fiscal– evaluaron que aunque “quedó probado que actuó con intención homicida y que si no cumplió su cometido fue por razones por completo ajenas a su voluntad”, existieron “circunstancias extraordinarias de atenuación” que justificaron su conducta. Esas “circunstancias” fueron la confesión de infidelidad que le había hecho Ivana esa noche. Andrada, a cuyo voto adhirió Badano, lo explicó así:
- “En modo alguno ello da derechos ni justifica el avasallamiento de la integridad física del ofensor, pero cabe reconocer que la ofensa resulta ser la contrapartida del mismo vínculo que la misma ley penal considera para agravar la figura básica, esto es, el respeto mutuo que se deben ambos cónyuges”.
- “La violenta reacción del enjuiciado tuvo como causa eficiente precisamente la violación (...) de ese respeto mutuo por parte de la agredida, lo que torna razonable que la agravante ceda o se vea neutralizada”.
“Juzguen como hombres”
No fue la única marca sexista durante el juicio. Para desprestigiar a la víctima y justificar la reacción violenta del imputado, su defensa adujo que la mujer había sido prostituta y él la había sacado de “la mala vida”, dándole un mejor pasar. Aunque esa actividad nunca se probó –y tampoco era el motivo del juicio–, el fiscal del caso, Alfredo Velasco Copello, dedicó gran parte de su acusación a revisar con gran desprecio la historia de vida de Ivana e, incluso, pidió a los jueces que consideraran como atenuantes no sólo la confesión de la infidelidad sino también “la actividad que desplegó la víctima en el pasado”, tomando como verdadera la versión de la defensa.
El tercer camarista, Emilio Castro, fue el único que rechazó los atenuantes y aunque no consideró que haya tenido intención homicida sino sólo “hacer sufrir, quizá marcar, deformar”, a su esposa, pidió 12 años de prisión para el acusado. No obstante, en los fundamentos de su voto también aparecen marcas sexistas. Castro llega a decir que si la mujer hubiera sido prostituta era de esperar que le fuera infiel: “Si la víctima hubiera sido adúltera, como pretende el muy poco caballeresco golpeador y su defensa, eso habría sido algo que estaba en las probabilidades de la mujer que eligió”, sostuvo Castro.
Un comentario aparte merece la defensora de Garoglio, Alicia Garayo. “Gracias a Dios este tribunal está integrado por hombres. Les pido que juzguen desde su punto de vista de seres humanos hombres”, le dijo la abogada a los camaristas durante el juicio oral. Garayo pretendió, sin éxito, convencerlos de que su cliente había actuado bajo emoción violenta. “¿A qué hombre le gusta recibir un sopapo de su mujer, que encima le dice ‘sí, fui adúltera’ –argumentó y siguió así–: Se sintió obnubilado.Hablemos en criollo señores jueces; en ese momento se enteró de que era cornudo.” Más adelante, incluso, minimizó la golpiza: Las lesiones que sufrió Rosales “no son graves: no le falta un brazo, ni una pierna, ni un pulmón; tiene leves cicatrices en la cara, pero para el trabajo que tuvo alguna vez, o el que no tiene ahora, no la perjudica”.

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Durante el juicio, Ivana Rosales describió la golpiza ante la mirada de su esposo, Mario Garoglio.
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