SOCIEDAD › PAUL KRUGMAN, ECONOMISTA Y OPOSITOR A LA GUERRA DE IRAK

“Había que leer la prensa extranjera para no enloquecer”

Es uno de los gurúes más renombrados de la economía y las finanzas norteamericanas y también enemigo acérrimo del gobierno de Bush. La suya fue de las primeras voces solitarias que se alzaron contra la aventura en Irak y “el uso político” del atentado a las torres. Acostumbrado a ir a contramano y ser acusado de loco y antipatriota, Krugman asegura que él sólo anticipa lo que pocos años después todos terminan dando por cierto.

Por Ariadna Trillas*

–Usted fue de las primeras voces que se alzó para criticar la actitud de Bush tras los atentados, algo muy impopular en aquel momento. ¿Se ha sentido como un disidente en su propio país?
–Mucho. Durante los seis meses siguientes al 9-11 era casi imposible la menor crítica. Fue muy extraño. Al cabo de una o dos semanas, mucha gente sabía ya que aquella atrocidad se estaba explotando políticamente, que la derecha la estaba utilizando para cosas que nada tenían que ver con el terrorismo. Pero la imagen sentimental que predominaba en la mayoría de los medios de comunicación era la de que todos estábamos unidos. Hubo un tiempo en que tenía que leer prensa extranjera y alternativa para convencerme de que no estaba loco. Posteriormente, también fue duro posicionarse contra la guerra de Irak, de inmediato se lo acusaba a uno de antipatriota.
–¿Se siente más cómodo en Europa? No sólo por sus opiniones políticas, sino también económicas. En algunos sectores de Estados Unidos se lo considera un socialista peligroso.
–Lo curioso es que mi visión de la economía no ha cambiado mucho y en aspectos como la economía libre de mercado es sólo ligeramente liberal en el sentido que se da a este término en EE.UU. (progresista). En realidad, en Estados Unidos, cuando hoy a uno lo acusan de socialista o de marxista, a lo que se refieren es al hecho de que uno critique a Bush.
–Reconocerá que tiene cierta fijación con el actual presidente. Casi todo lo que escribe tiene que ver con él.
–Fijación no es la palabra adecuada. Para un americano, no hay nada más importante que lo que está ocurriendo hoy: América vive en un punto álgido de crisis y Bush y su entorno la personifican. Las cosas que escribía sobre este gobierno hace dos años, como el peligro del creciente déficit presupuestario, que entonces parecían estremecedoras, ahora todos las consideran acertadas. Hoy todos dicen lo que yo decía hace más de un año, cuando me mostraba escéptico sobre Irak y denunciaba que se había vendido la guerra bajo pretensiones falsas y que se estaba manejando mal la situación. Así que no estaba obsesionado con Bush por error. Yo tenía razón. Ha resultado peor que lo que todos, incluido yo mismo, esperábamos.
–De acuerdo con las encuestas, no hay tanta gente que coincida con usted en que ésta es la peor administración en los últimos 200 años. ¿Cómo se lo explica? ¿Falta de alternativa sólida? ¿Obsesión por la seguridad?
–Muchas de las consecuencias de lo que está ocurriendo todavía no son muy visibles. El déficit presupuestario es una cosa abstracta. La política ambiental es terrible, pero llevará décadas ver sus efectos. Muchos americanos han muerto en Irak, pero la cifra no es tan elevada como la de la guerra de Vietnam. Aún no lo es. Además existe una tendencia general a alinearse con un líder en tiempos de guerra. La administración lo explota y trata de mantener viva la fiebre de la guerra tanto como puede. No es tan fuerte como tras el 11 de septiembre, pero ahí está, persiste. Algunos americanos piensan: “Estamos en tiempos de guerra y debemos apoyar al presidente”. Y mucha gente se enamoró de Bush después del 9-11 simplemente porque él era el presidente en aquel momento. Y a los ciudadanos les resulta difícil admitir que fueron tontos. Admitir que además de practicar una mala política económica Bush es un líder militar terrible es admitir que fueron tontos.
–Pero la amenaza terrorista parece mayor que nunca...
–La gente no lo sabe. No es algo evidente para quienes se limitan a mirar 20 minutos de las noticias por la noche.
–Usted escribe en The New York Times. ¿Qué papel tienen los medios de comunicación norteamericanos en la situación?
–Es horrible. Una parte de los medios, algunos periódicos o la cadena Fox News forman parte de la maquinaria de la derecha y son completamente tendenciosos. Su público cree que Irak tenía armas de destrucción masiva, que había vínculos entre Saddam Hussein y los atentados del 11 de septiembre y que la mayoría de países del mundo dan su apoyo a Estados Unidos. El resto de los medios son muy, muy, muy prudentes. Por muy escandalosa que sea una mentira, tienden a publicar las dos caras de la historia, que los republicanos dicen una cosa y los demócratas otra. Pero raramente publican o profundizan sobre cuál es la verdad. Hace unos meses ocurrió una cosa inquietante. Los principales medios más o menos reconocieron que hicieron un mal trabajo en la carrera hacia la guerra, no se formularon preguntas, se publicó en grande la versión de la administración y las visiones escépticas quedaron para los últimos párrafos de las páginas de atrás. Pues pese a ello, el traspaso de soberanía a Iyad Alawi en Irak, que es de broma, fue tratado por la mayoría de medios como algo fundamental, como si la guerra de Irak hubiera terminado. La guerra perdió protagonismo en los informativos. Tal vez por ello muchos votantes creen que las cosas están mejorando en Irak.
–¿La seguridad desplazó a la economía en las prioridades?
–La economía crece pobremente, pero no va tan mal como para ser el gran tema. El crecimiento del empleo está débil, pero el último año va mejor que los tres anteriores. Así que la campaña gira más en torno de las cuestiones de seguridad. La batalla en la recta final se centra en la percepción sobre si el gobierno ha defendido bien a la nación o si nos ha metido en el avispero de Irak.
–¿Tampoco provoca malestar en las clases media y media-baja el recorte de impuestos a las familias con mayor renta?
–No lo saben. En EE.UU. se ha explicado mal. El déficit aterroriza a los economistas, pero para el ciudadano normal es algo remoto. De modo que los recortes fiscales que han contribuido al déficit no son un gran tema de debate. De hecho, existe cierta confusión. Por una parte, la gente dice: “No creo que se me haya reducido la presión fiscal”, y, por otra parte, persiste la idea de que los demócratas van a elevar sus impuestos, aunque sólo han propuesto que los impuestos de los ricos vuelvan al nivel que estaban antes de los recortes.
–¿La propuesta de los demócratas sería dañina para la recuperación económica, como sostienen los republicanos?
–John Kerry no propone que el incremento de impuestos para los ricos se utilice para reducir el déficit, sino para gastar más en sanidad, lo que implica utilizarlo para la sanidad de las personas con ingresos medios y bajos. Es devolver el dinero a la economía. Pero mirando la televisión, usted nunca se enteraría de esto.
–¿Le parece un candidato sólido?
–Yo no puedo respaldar públicamente a un candidato, pero Kerry es una buena persona. Sabe mucho. Y ha demostrado que puede ser duro, no sólo por su actuación en Vietnam. Es cierto que le cuesta hablar con frases simples, lo que le supone un problema. Y le ha costado explicar su posición sobre la guerra de Irak, explicar de una manera sencilla por qué votó a favor de la autorización de la guerra, aunque eso no es lo mismo que apoyar la guerra. Pero opino que últimamente vuelve a transmitir energía y fuerza.
–¿Trabaja en un nuevo libro sobre lo que ocurre?
–Sí. Quiero escribir una gran historia sobre cómo EE.UU. ha llegado al punto al que ha llegado y sobre cómo salir de esto. Lo que necesitamos es un nuevo Franklin D. Roosevelt, necesitamos un gran líder, y me temo que todavía no lo hemos encontrado.
–¿Persiste en Estados Unidos la idea de que la retirada de tropas españolas es una rendición al terrorismo?
–Muchos americanos no tienen ni idea de nada de todo esto. Muchos incluso ni sabrían que Francia y España son dos países diferentes. No, en serio. No hay mucha conciencia de lo que ocurre. Sólo un puñado de personas conoce en Estados Unidos lo sucedido con las elecciones en España y los intentos del anterior gobierno de acusar a ETA del atentado de Madrid. Hay mucho desconocimiento. En Estados Unidos, una corriente pretende sostener que Al Qaida quiere que John Kerry salga elegido. Yo creo que para Al Qaida todos somos unos infieles, pero pienso que puede que esté bastante contenta con todo lo que ha hecho Bush.
–Las crecientes desigualdades en Estados Unidos, ¿no dan para un tema de debate en estas elecciones?
–Empieza a hablarse de ello y acabará siendo un gran tema. El candidato a la vicepresidencia de los demócratas, John Edwards, ya ha insistido mucho en que los años de Bush han creado dos Américas. Pero este año todas las cuestiones que serían grandes temas en tiempos normales palidecen debido a la guerra.
–¿Por qué hay cada vez más desigualdad económica?
–La primera respuesta es que no lo sabemos. Es uno de los grandes misterios. En los años cuarenta, el mundo se convirtió en un lugar más igualitario y durante los ochenta y los noventa, en uno lleno de mayores desigualdades. Pueden decirse algunas cosas, como que la tecnología tiene propensión a concentrarse en la fuerza de trabajo más cualificado. O que la liberalización del comercio puede haber contribuido. O que instituciones como el Fondo Monetario Internacional probablemente no hayan ayudado.
–¿Y en Estados Unidos?
–En el caso de Estados Unidos, vivimos una etapa hacia mayores igualdades en los años treinta y cuarenta, debido a la política y a la Segunda Guerra Mundial. Eso generó cierto equilibrio de sueldos relativamente similares. Con el tiempo, las normativas laborales y la fuerza de los sindicatos se fueron erosionando. Pero estoy especulando. También habría que hablar de los ejecutivos de las grandes empresas, que cada vez cobran más y más. Hace 30 años, los sindicatos hubieran dicho “¿por qué estos tipos cobran tanto dinero?” Pero los sindicatos cada vez son más débiles en EE.UU. Creo que cambió algo en la política y en la sociedad al respecto.
–En la Unión Europea, particularmente Francia, y en los mismos Estados Unidos algunas voces se alzan pidiendo medidas para penalizar a las empresas que trasladen sus fábricas a países con una mano de obra más barata e incentivar a las que no lo hagan, para proteger el empleo nacional. ¿Es sólo ganar tiempo? ¿Tiene sentido combatir la globalización?
–El caso de Europa no lo he estudiado lo suficiente, pero en Estados Unidos creo que se exagera la externalización (deslocalización) de la producción. Muchos de los problemas con el empleo se vinculan a ella para tener un culpable exterior. Pero creo que no representa más del 5 por ciento o del 10 del problema. El auténtico problema es la debilidad de la economía doméstica. Puede ocurrir como al principio de los noventa, cuando teníamos pánico de la competencia de Japón. Luego tuvimos una fuerte recuperación y dejó de ser un problema político. Creo que ahora puede ocurrir lo mismo, si llega una fuerte recuperación económica. Además, con el tiempo, los sueldos en países como la India y China se incrementarán. Si me equivoco, entonces nos encontraremos con una situación muy complicada y mucha presión política.
–La Reserva Federal parece tener mucha confianza en la recuperación de la economía, considerando su política de ir subiendo los tipos de interés con suavidad y con flexibilidad. ¿Es, a su juicio, la política correcta?
–La FED ha cometido un error. Y es el de haber extendido la creencia de que hay una recuperación sólida en curso. Eso era prematuro y Alan Greenspan se ha metido en una especie de trampa. No creo que podamoshablar de una recuperación sólida. Y ahora tiene miedo de sorprender a los mercados diciendo que van a parar las subidas de tipos. Eso generaría pánico en la gente.
–La última suba de tasas, hasta el 1,75, fue a menos de 40 días de las elecciones. ¿Qué lectura le merece eso?
–Lo están haciendo despacio, así que no lo leo como una gran señal. Pero Alan Greenspan es mucho más optimista sobre la evolución de la economía que... casi todo el mundo. Mucho más optimista que los analistas privados e incluso más optimista que algunos de los funcionarios de la propia institución.
–¿Cuál es la principal amenaza para la economía?
–No veo ninguna gran crisis inminente, salvo por los precios del petróleo. En Estados Unidos puede haber problemas por el déficit, pero pueden transcurrir algunos años antes de que ocurra, y siempre que no se corrija su política. Y la economía europea es decepcionante. Pero todos competimos por un aprovisionamiento limitado de petróleo. La demanda de países como China y la India es muy elevada. China representa un 40 por ciento del incremento de la demanda mundial de crudo de los últimos tres años. Es impresionante. Y la situación en Irak también contribuye a una situación complicada. El precio del barril creo que puede subir a 60 o incluso a 80 dólares por barril.

*De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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