SOCIEDAD › DETECTAN EN FORMA DIRECTA DOS PLANETAS EXTRASOLARES

Una mirada más allá del sol

Por primera vez, los astrónomos pudieron ver dos planetas de otro sistema solar. Lo hicieron a través del telescopio Spitzer.

 Por Mariano Ribas

Son buenas nuevas para la astronomía: en forma independiente, dos grupos de investigadores estadounidenses han detectado la débil luz infrarroja procedente de dos planetas extrasolares. Son dos enormes mundos que orbitan a sus respectivos soles y cuya existencia ha sido confirmada, de una vez y para siempre, por el agudo ojo del telescopio espacial Spitzer, una suerte de hermano del famoso Hubble, que en lugar de ver el universo en luz visible, lo hace en el rango del infrarrojo. El doble hallazgo acaba de ser anunciado mundialmente y abre una nueva ventana a futuras observaciones directas de exoplanetas (como también se los conoce), algo que hasta hace poco era imposible.
Los planetas extrasolares, aquellos que giran alrededor de otras estrellas, son uno de los temas más calientes de la astronomía moderna. Y lo cierto es que ya se han descubierto casi 160 desde 1995. Pero también es cierto que, hasta hoy, ninguno de ellos había sido detectado en forma directa, sino más bien a partir del ligerísimo “bamboleo” gravitatorio que cada uno de ellos produce en sus respectivos soles. La dificultad por “ver” mundos alrededor de otras estrellas es más que clara: cualquiera de ellos quedaría casi completamente perdido en medio del resplandor estelar, como si fuera un fósforo al lado de un gigantesco reflector. Sin embargo, en luz infrarroja, las cosas son algo diferentes, porque cualquier planeta es más brillante en ese tipo de luz que en la luz visible. No es raro, entonces, que últimamente muchos astrónomos se hayan puesto a buscar exoplanetas con instrumentos capaces de observar el cosmos en luz infrarroja. En teoría, la detección debería bastante más fácil. Y lo que acaba de ocurrir lo demuestra.
Durante los últimos meses, dos equipos de “cazaplanetas” norteamericanos encabezados por David Charbonneau (del Harvard-Smithsonian Center for Astrophysics) y Drake Deming (del Goddard Space Flight Center de la NASA) han estado espiando, cada uno por su lado, un par de estrellas con la ayuda del telescopio espacial Spitzer, ubicado en órbita terrestre y todo un especialista en esto de ver en luz infrarroja. En ambos casos, ya se sabía, por medios indirectos, que ambos soles estaban acompañados por dos enormes planetas. E incluso, había buenas razones para pensar que suelen pasearse por delante y por detrás de sus estrellas a medida que recorren sus respectivas órbitas, protagonizando una suerte de “eclipses extraterrestres”. Pero la idea no era adivinarlo, sino verlos. Y por eso, a fines del año pasado, Charbonneau y Deming utilizaron una estrategia muy ingeniosa: simplemente, observaron en forma continua a ambas estrellas con el Spitzer y esperaron los momentos en que cada planeta pasara por detrás de la suya. Fue así como, en esos momentos, detectaron una ligera caída en la cantidad de luz infrarroja emitida por cada sistema (estrella más planeta). La diferencia entre el antes y el después del eclipse es, justamente, la cantidad de luz infrarroja proveniente del planeta. “Es fantástico, porque hemos estado tratando de cazar la luz de un planeta extrapolar por casi diez años”, dice entusiasmado Charbonneau. Y agrega que “en luz visible, el resplandor de la estrella hubiese opacado absolutamente la tenue luminosidad reflejada por el planeta, pero en luz infrarroja el contraste la estrella y el planeta es mucho más marcado, porque este último emite su propia luz”.
Los planetas observados por estos felices astrónomos se llaman, por así decirlo, TrEs-1 y HD 209458 b. Hasta ahora, las evidencias indirectas indicaban que son muy masivos (varias veces más que nuestro Júpiter), casi con seguridad gaseosos y que sólo tardan unos días en dar una vuelta a sus estrellas. Pero a partir de sus “eclipses” infrarrojos, se ha podido averiguar algo más sobre ellos: sus temperaturas son de 1300 y 1350 C respectivamente. Dos verdaderos infiernos que resultan de su escasa distancia a sus soles (mucho menos que la distancia Sol-Mercurio). Por otra parte, cierta diferencia en la cantidad de radiación emitida por el HD 209458 b en dos franjas del espectro infrarrojo parece delatar ciertos elementos en su atmósfera. En particular, monóxido de carbono y vapor de agua. “Quizás estemos viendo evidencias de su composición atmosférica”, dice Charbonneau.
Hace unos meses, astrónomos europeos habían anunciado, con bombos y platillos, la “primera fotografía” de un posible planeta extrasolar. Sin embargo, ese objeto no gira en torno de una estrella verdadera, sino de una “enana marrón”, una suerte de híbrido astronómico entre planetas y estrellas. Por otra parte, estudios posteriores revelaron que el objeto sería demasiado grande y que, probablemente, al igual que su compañera, no era más que otra enana marrón. A la luz de todo esto, se entiende la euforia que ha despertado este doble suceso en el ambiente astronómico. Se trata, sin dudas, de un hito científico que abre nuevos horizontes para el descubrimiento y la observación de incontables mundos lejanos. Los brindis están más que justificados.

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En la ilustración, la alegoría de un planeta con su sol.
 
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