SOCIEDAD › MURIERON CARBONIZADOS UN JOVEN, SU PEQUEÑO HIJO Y UNA NENA

Fuego trágico en una villa porteña

El incendio fue en el asentamiento ubicado detrás de Ciudad Universitaria. Las víctimas se iban a mudar a principios de junio.

Ariel Esteban Quiones tenía 19 años. Vivía con Maira, su pareja de 17, y con el bebé de ambos, de 1 año y dos días, en una de las improvisadas casillas levantadas en el asentamiento ubicado detrás de Ciudad Universitaria, en Núñez. En la mañana de ayer, la vivienda precaria construida con paredes de plástico y techo de alfombra se incendió y quedó destruida. Ariel, su pequeño hijo, y su cuñada, una nena de 7 años que esa noche se quedó a dormir, no pudieron escapar. La mujer se salvó porque fue a llevar a otro de sus hermanos al hospital. Al parecer, un mechero mal apagado fue la causa del incendio. Las víctimas estaban a punto de mudarse del lugar: el gobierno porteño, propietario de esas tierras, ya había consensuado con ellos la entrega de un subsidio para que abandonen el predio, donde se construirá parte del Parque de la Memoria y un espacio verde.

Un camino de tierra, que nace a espaldas de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA, y frente a la ribera del Río de la Plata, es la única manera para ingresar al asentamiento llamado La Aldea, ubicado a unos 400 metros del pabellón II de Ciudad Universitaria. Recién después de caminar una cuadra se puede ver la primera de unas 15 casas que hay en el lugar. Cada una de ellas separadas por caminos angostos, árboles y pastizales.

Las 90 personas que viven allí se dedican a lo mismo: cartonear por los barrios de Núñez y Belgrano. Algunos seleccionan el material y otros salen a recolectar. Los más tempraneros arrancan a las 5. El horario de regreso puede ser a la medianoche o a las 2 de la madrugada.

Todas las casas tienen una construcción similar. Plástico, algo de madera, otro poco de cartón, y en los mejores casos una pequeña porción de material y techo de chapa. La de la familia afectada por el incendio era más precaria aún: estaba recubierta con lonas de plástico para que no pasara el agua, y con parantes de madera para sostener el techo, donde también había algunos retazos de alfombra para amortiguar el frío.

Ayer, alrededor de las 6.20, varios vecinos se despertaron por el crujido que hacían las cañas al ser alcanzadas por el fuego. “Escuché cómo reventaban las cañas, era como si se estuviera quemando un bosque”, comentó una joven vecina. A los pocos minutos, el resplandor de las llamas y el olor a plástico y pasto quemado despertó a todos.

Los vecinos salieron de sus casas con baldes y tachos con agua pero no fue suficiente. Bomberos, personal de Prefectura y de Emergencias del gobierno de la ciudad tampoco pudieron con el fuego. En cuestión de minutos, el material con el que estaba hecha la casilla fue consumido.

Al momento del incendio, Ariel estaba durmiendo con su bebé en brazos. Así quedaron los restos calcinados de ambos. La hermana de Maira, de 7 años, se había quedado esa noche ahí. Su cuerpo apareció debajo del de Ariel, casi en posición fetal.

La madre del bebé se salvó por unos minutos. Antes del incendio se había ido a llevar a uno de sus hermanitos al hospital. Pero antes le había pedido a su pequeña hermana, que quedó en la casa, que no olvidara de apagar el mechero que usan para calentar el ambiente. El mismo mechero que aparece como principal sospechoso de haber causado el incendio.

“No se sabe si la nena se quedó dormida o si cuando lo quiso apagar se le cayó y quemó todo”, contó Daniel, tío de Ariel, quien vive a sólo unos metros de la casa incendiada.

Las familias del asentamiento tenían previsto dejar el lugar. Así lo relataron los propios moradores y lo confirmó la ministra de Derechos Humanos y Sociales, Gabriela Cerruti: “Entre la primera y segunda semana de junio se les otorgará un subsidio de 7 mil pesos para los que viven solos, y otro que va desde los 14 a los 22 mil, según los integrantes del grupo familiar”. “Las personas fueron censadas el año pasado. Ya veníamos trabajando hace rato con ellos”, destacó, y aclaró que “el subsidio es sólo para los que ya están registrados”.

La villa denominada La Aldea se instaló hace más de diez años. Muchos de sus habitantes pertenecían a la comunidad gay. En 1998 fueron desalojados pero luego, como consecuencia de la crisis, volvieron a instalarse familias de cartoneros, que llegaron a conformar una cooperativa de vivienda.

El joven Quiones había llegado al asentamiento en 2002. También era cartonero. “A Ariel lo vamos a velar acá –afirmó su tío–. El bebé y la nena no sé porque eso también depende de la familia de la piba, que seguramente los velarán en otra parte.”


Informe: Luciano Zampa.

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En la villa La Aldea viven unas noventa personas, en su mayoría cartoneros.
Imagen: Ana D’Angelo
 
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