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“Todo proceso penal resulta revictimizante, pero en el caso de las denuncias por abuso sexual todavía hay que hablar de honorabilidad o sospecha sobre la conducta de la víctima”, consideró Oberlin, una de las abogadas que acompañó a E. en el proceso. La chica debió declarar cuatro veces. Todavía está avergonzada, culpa a su madre por haberla instado a una exposición inevitable, sobre todo en el barrio, porque su nombre siempre fue reservado en los medios de comunicación.
“Actualmente, la actora sufre estrés postraumático. La sintomatología incluye haber experimentado amenazas para su integridad física y responder con temor, desesperanza o un horror intenso”, dice la pericia firmada por la psicóloga María Laura Luciani. Recuerdos que dejaron síntomas persistentes, ausentes antes del trauma. “Dificultades para conciliar el sueño, irritabilidad, ataques de ira, dificultades en la concentración, hipervigilancia”, enumera la profesional sobre las secuelas psicológicas que provocó la agresión en la adolescente. La psicóloga alerta también sobre el peligro que corre la vida de la joven.
La perito concluyó que “no existen actitudes fabulatorias o de simulación que se hayan evidenciado”. Y elabora un diagnóstico que deja poco lugar a dudas: “Ante una personalidad tan limitada cognitivamente, con tan pocos recursos subjetivos, con un presumible aunque leve compromiso neurológico y con una autoestima tan baja, es poco probable que pueda fabular, simular o sobresimular”. Esta pericia viene a descartar el viejo estigma que sufren las denunciantes de violaciones, a quienes se acusa de inventar una historia para perjudicar al agresor. Esta pericia es uno de los elementos concluyentes para el magistrado.