SOCIEDAD › EMA CIBOTTI, HISTORIADORA

“Son gestos en un rompecabezas”

 Por Mariana Carbajal

“Que hoy tengamos merchandising por todas partes, pero que nadie sienta que no tiene que irse del país porque hay una Patria que lo reclama, es la expresión del fracaso”, opinó la historiadora Ema Cibotti, en una entrevistada con Página/12, en la que desgranó el fervor patriótico a lo largo de la historia nacional.
–Más allá de la euforia celeste y blanca que genera el Mundial, ¿se puede hablar de un resurgimiento patriótico?
–Desde mediados de los ‘90 ha habido una búsqueda de un modelo de inclusión, frente a la exclusión del modelo. Me acuerdo de los discursos de Alfonsín en el ‘97 cuando vivaba la Patria, pero hasta ahora sólo se ha expresado en el nivel del lenguaje.
–¿Y los caceroleros y piqueteros?
–En los caceroleros y los piqueteros hay un reclamo de volver a tener un proyecto integrador, pero, por ahora, veo sólo expresiones, como el episodio de Alicia Castro con la bandera norteamericana. Son gestos puestos en un rompecabezas. Todavía no encontramos una imagen que los una.
–¿Gestos vacíos de contenido?
–No quiero utilizar esa expresión porque es demasiado letal. Son gestos a los que le falta la traducción en prácticas sociales. Lo que tenemos es la irrupción de modalidades muy diversas que todavía no hemos logrado articular en una, dos o tres propuestas, para que esta sociedad pueda encaminarse hacia algún lado. No me parece menor en estos momentos que tengamos a los grupos de derecha tratando de organizarse y que además ya no tienen vergüenza en decir “somos la nueva derecha argentina, ya no nos disfrazamos de demócrata liberales o de centro liberales”. Y otro grupo de gente que está tratando de asociarse en algo que también podríamos llamar la nueva izquierda argentina. Todo está en movimiento. Me parece que hay cosas muy profundas que están sucediendo a nivel de los símbolos que no tienen nada que ver con el celeste y blanco. Porque los símbolos se construyen después. Cuando Belgrano crea la bandera, la Independencia ya está en marcha. Aparece el símbolo como distintivo para unificar, para sostener espiritualmente aquello que ya se ha emprendido.
–¿Hay algo que una a los argentinos, además de la Selección de fútbol?
–Por primera vez hay algo que nos une a lo largo del siglo XX y que podemos expresar con la letra del tango: es el dolor de ya no ser, es la percepción real de que tocamos fondo. Por primera vez sentimos como sociedad que la perspectiva de la movilidad social ascendente ha desaparecido, que esa utopía de la Argentina que incluía se acaba. Por suerte, todavía hay unas cuantas generaciones de argentinos que estamos peleando por aquel recuerdo, porque los más jóvenes, que no lo tienen, son los que buscan irse.
–¿En qué momento histórico usted ve un verdadero resurgimiento patriótico?
–El primero y donde más claramente se ve es en 1910 con el Centenario de la Revolución de Mayo, en el marco de una sociedad que está siendo refundada por la inmigración. Es interesante porque, por un lado, es una gran fiesta cívica de la continuidad nacional, es la Nación que se festeja a sí misma después de 100 años de historia y, por el otro, hay una recuperación simbólica de los orígenes histórico, político, institucionales frente a una población de extraños que son los nuevos argentinos. Ese proceso generó todo tipo de tensiones. El merchandising de 1910 fue muy fuerte.
–¿Merchandising?
–Sí. Se armaron pequeños broches con las imágenes de los hombres de la Junta de Mayo, banderines de todo tipo, prendedores alusivos, imágenes alegóricas en cajas de fósforos, en paquetes de cigarrillos, en pañuelos. Hubo una suerte de puesta a punto de un mercado de los símbolos que, por un lado, tenía mucho que ver con la festividad y también con este primer encuentro entre los viejos argentinos y los nuevos argentinos, que eranlos hijos de inmigrantes y los inmigrantes mismos. Hubo un uso muy fuerte de los símbolos patrios para generar sensación, justamente, de asimilación. Después del golpe del ‘30, desgraciadamente eso va desapareciendo. De la Patria y de los símbolos se apodera la retórica militarista y las prácticas sociales quedan separadas.
–Como en el Mundial ‘78 y la Guerra de Malvinas.
–El Mundial ‘78 y la Guerra de Malvinas encarnaron un arranque de chauvinismo de la peor ralea. Incluso, el fervor que despertó el Mundial se repite al año siguiente con el triunfo del seleccionado juvenil en Japón, y coincide con la llegada de la primera misión de la OEA a la Argentina para hablar de los derechos humanos. Recuerdo la larga cola de los familiares de los desaparecidos esperando ser atendidos cerca de Plaza de Mayo, y (José María) Muñoz agitando a la gente para que pasara en colectivos por Avenida de Mayo y los repudiara. ¿Por qué Muñoz estaba en condiciones de movilizar a la gente? Porque estaba el Mundial juvenil y todos estábamos pendientes de lo que pasaba en Japón.
–¿Y la vuelta a la democracia? ¿O desde 1910 no volvió a aparecer ningún movimiento patriótico?
–El problema no es que no haya sentimientos patrióticos. Lo que pasa es que todo movimiento patriótico –tal vez el de 1910 lo encarna absolutamente– implica un proyecto. Los símbolos acompañan el resultado, representan algo y ese algo tiene que estar y ser tan convincente para aquellos que están dispuestos a dar su vida por ello. La vuelta a la democracia marca un hecho interesante para destacar: hay una revalorización de los símbolos y por primera vez muchas generaciones de argentinos sienten que los militares no son dueños de la bandera, que la bandera es de todos y que depende mucho de qué hace la fuerza civil y política para apropiarse de ese símbolo y hacerlo circular. Uno cantaba el himno, se ponía la escarapela, usaba la bandera y volvía a sentir que había una unidad entre el símbolo y la práctica social. Que hoy tengamos merchandising por todas partes, pero que nadie sienta que no tiene que irse del país porque hay una Patria que lo reclama, es la expresión del fracaso. Porque, en realidad, no hay Patria que lo reclame.

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