SOCIEDAD

Sandra, abogada, arbolita y travesti

 Por Alejandra Dandan

El dato no era del todo cierto. Alguien llamó a la redacción presentándola como una de las travestis contratadas por una agencia de cambio de lo más fashion. Pero Sandra Debiosa no hacía promociones en la esquina de Florida y Lavalle, atendía ahí su nuevo negocio: compra y venta de billetes, o sea, era uno de los nuevos arbolitos urbanos.
Su profesión en tiempos de estabilidad, es decir, durante esos lejanos tiempos remotos, es la de abogada. Vive en la zona sur y fue una de las pobladoras más habituales de los programas de Mauro Viale. El día de la devaluación estaba de vacaciones, transitando esa larga treintena de feria judicial de la que participan todos los abogados. Cuando se enteró de la estampida del dólar, remontó sus fajos de dinero ahorrados y salió a la calle dispuesta sólo a cambiarlos.
La tentación esa vez fue más fuerte que todos sus libros de doctrina jurídica. Entró en una agencia el día en que la cotización, se acuerda, estaba a 1,55. Ni siquiera sabe cuándo fue pero sabe que nunca más se despegó del centro. Los primeros pasos como arbolito los dio alrededor de la plaza San Martín donde están los hoteles en que suelen parar los turistas más pomposos. Más tarde terminó como buena parte de sus nuevos colegas, un poco corrida, un poco con miedo a la policía.
Ahora está frente a la agencia de Lavalle y anda con su celular enganchado en la boca como un bozal: “No tengo trabajo en estos días -dice–: por lo menos acá hay clientela”. Ni ella ni sus colegas son arbolitos, en esa esquina son más cancheros y optaron por la versión que los define como faroles que, además, suena más tanguero.

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