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Domingo, 8 de febrero de 2004

QUITA DE LA DEUDA, FMI Y ACREEDORES

La negociación

El G-7 y el Fondo le exigen a la Argentina “buena fe”. En realidad, ese reclamo apunta a flexibilizar la oferta de quita presentada. En el actual contexto, ¿cuáles son los márgenes de negociación de deudor y acreedor?

Por Dardo Ferrer *

En septiembre del 2003, la Argentina planteó un escenario de negociación de la deuda externa muy particular. De aproximadamente una deuda total de 170 mil millones de dólares, renegoció los pagos de un 40 por ciento con los organismos internacionales y al 60 por ciento restante, en manos de privados e inversores institucionales, ofreció una quita del 75 por ciento sobre el valor nominal. No existen dudas por parte del Estado de la imposibilidad de enfrentar los vencimientos de acuerdo con la estructura actual del endeudamiento. Y los acreedores también lo saben.
Esta es una situación que prevalece desde hace más de tres años y que motivó, por ejemplo, durante la gestión del ministro José Luis Machinea, la presentación del “Blindaje”, y posteriormente, durante la gestión de Domingo Cavallo, el “Megacanje”. Visto hacia atrás, su inocuidad es clara, puesto que en ese momento generaba al menos controversias. Porque el problema de la deuda está directamente relacionado con la capacidad de pago que el Estado tiene vía la generación de excedentes. Y esto se logra a través de un saldo positivo en la balanza comercial o de un superávit fiscal. Es decir, se paga con reservas o con impuestos.
Como se sabe, el crecimiento económico es condición necesaria, pero no suficiente. Pareciera necesario aclarar que, durante la década del ‘90, la Argentina tuvo tasas positivas de crecimiento, pero déficit fiscal y comercial. Obviamente, la insolvencia se solucionó enfrentando el endeudamiento con más deuda, dentro de un contexto financiero internacional muy diferente del actual. Cuatro crisis financieras después (México, Hong Kong, Rusia y Brasil) y default mediante, la situación es distinta y la posición de los actores, también.
Dentro del proceso de solución del problema de la deuda, la Argentina se situó en un segundo estadio, el que no logró plasmar Machinea, el que consiguió Cavallo en el ‘92 con el Plan Brady y no alcanzó en el 2001: la negociación.
Como en cualquier proceso de insolvencia, primero hay que aclarar qué se debe, cuánto se debe y a quién se le debe, para luego abrir una instancia de negociación, donde cada una de las partes propone la mejor solución posible a sus intereses.
n ¿Quién debe? La Argentina.
n ¿Cuánto debe? Aproximadamente 170 mil millones de dólares en bonos del Estado y préstamos directos.
n ¿A quién le debe? A organismos internacionales e inversores privados.
n ¿Puede pagar la totalidad de la deuda? No.
n ¿Cuál es la situación del juego? El deudor es sólo uno y los acreedores son muchos, dispersos y con distintos intereses.
En ese contexto, el deudor tiene una mejor posición negociadora y no puede perder la posibilidad de tener la iniciativa. Hacer lo contrario es ineptitud. El rango de negociación va desde pagar nada a pagar el ciento por ciento. Desde luego, en el inicio los jugadores se ubican en los extremos y con el avance del tiempo los que mayores riesgos tienen, tienden a relajarse o cerrar más rápido.
¿Cuál es la posición de los acreedores? Los organismos internacionales, en particular el FMI, prestan dinero por motivos políticos; los privados por motivos especulativos; y en el caso de las AFJP, porque están legalmente obligados. Ninguno hace caridad y los distintos motivos determinan las primas de riesgo.
El FMI siempre va a estar dispuesto a negociar, sobre todo cuando su rol de asesor de políticas, garante del sistema y prestamista de última instancia está bajo cuestionamiento.
Los acreedores privados, más dispersos y con menor poder de negociación, esperan en una segunda instancia para asumir la posición del Fondo. La sorpresa surge cuando ven la oferta: ciento por ciento para el FMI; 25 por ciento para ellos. El Fondo los abandonó. Negoció de acuerdo con sus necesidades. Los privados no quieren negociar en esas condiciones y entonces ejercen presión para que el Fondo recupere el rol dentro de la negociación, pero esta vez en función de sus intereses.
La posición de la Argentina es lógica. Ofrece lo que puede pagar, que ya en sí mismo implica un esfuerzo fiscal que no es neutro. Y, además, no explica por qué no aplicó la misma quita al FMI. Porque esto surge de la propia naturaleza de la negociación y debido a esto es que puede parecer interesante el proceso. Pero lo único importante es el resultado de cierre.
En este momento no existe la instancia de negociación con los privados, por lo cual es irrelevante cambiar las posiciones, como sería disminuir la quita u ofrecer otra forma de pago o no pagarles. Este resultado surge de la negociación y en ese momento se evalúan los costos, sobre todo teniendo en cuenta que la Argentina arranca desde su óptimo lugar, por lo cual cualquier cambio será hacia una posición más desfavorable. Pero eso sólo se puede determinar con el tiempo.

* Economista de la Fundación Mercado.

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“La Argentina arranca desde su óptimo, por lo cual cualquier cambio será hacia una posición más desfavorable”, evalúa Dardo Ferrer.

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“La Argentina planteó un escenario de negociación de la deuda externa muy particular.”

“El problema de la deuda está directamente relacionado con la capacidad de pago que el Estado tiene vía la generación de excedentes.”

“El deudor tiene una mejor posición negociadora y no puede perder la posibilidad de tener la iniciativa.”

“La sorpresa surge con la oferta oficial: ciento por ciento para el FMI; 25 por ciento para los acreedores privados.”

“En este momento no existe la instancia de negociación con los privados, por lo cual es irrelevante cambiar las posiciones.”

 
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