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Domingo, 17 de noviembre de 2013

PROFESIONALES Y “BUSCAVIDAS”

El cuentapropismo

 Por Diego Rubinzal

La incidencia porcentual del cuentapropismo en la estructura ocupacional es un indicador del grado de desarrollo económico. En términos generales, la disminución de los trabajadores “por cuenta propia” –sobre todo los de subsistencia– implicaría un mayor nivel de desarrollo de las fuerzas productivas; y viceversa. Esa categoría incluye a los que trabajan de manera independiente –o a lo sumo con uno o más socios– sin emplear a persona alguna. Ese tipo de trabajadores conforman un heterogéneo universo ocupacional que comprende desde el desarrollo de tareas profesionales hasta actividades de subsistencia.

Los cuentapropistas pueden clasificarse en tres grupos principales:

1. Profesionales: desarrollan actividades altamente calificadas (médicos, ingenieros, contadores, abogados, arquitectos) y ganan en promedio más que los asalariados registrados.

2. De oficios: abarca a trabajadores calificados (enfermeros, albañiles, pintores, electricistas, comerciantes, taxistas, profesores) cuya remuneración promedio es semejante a la percibida por los asalariados no registrados.

3. De subsistencia: incluye a trabajadores no calificados (changarines, vendedores ambulantes, cuidadores). En este caso, el cuentapropismo es el único “refugio” posible ante la imposibilidad de acceso al mercado de trabajo formal. Sus ingresos suelen ser inferiores a los que reciben los asalariados no registrados.

Las características del cuentapropismo en Argentina fueron mutando a través del tiempo. A mediados de la década del setenta, era considerado un sector “cuasiformal” integrado por individuos que rechazaban trabajar en relación de dependencia. En otras palabras, la mayoría de los trabajadores “por cuenta propia” eran emprendedores que optaban libremente por esta alternativa debido a su baja aversión al riesgo.

La política económica de la dictadura militar provocaría un rediseño regresivo del mercado laboral. El retroceso salarial y del empleo formal generaría un incremento del cuentapropismo, en general, y del “de subsistencia”, en particular. Así, la participación de los cuentapropistas en el empleo total pasó a ser en 1980 casi tres veces superior al vigente en 1947. Esa tendencia ascendente, con algunas oscilaciones, continuó hasta el 2003.

La economista Analía Calero, en Perfil de los trabajadores por cuenta propia en la Argentina: 2003-2011, detalla que en ese período “si bien hubo un incremento en términos absolutos de 80.000 ocupados cuentrapropistas, acorde con el crecimiento del empleo, su participación en la estructura ocupacional se redujo en alrededor de tres puntos porcentuales, al tiempo que se incrementó la de los asalariados y patrones, lo cual se encuentra en línea con la visión que afirma que cuanto mayor es el grado de desarrollo, menor es la participación del trabajo por cuenta propia, en particular de subsistencia, en las estructuras ocupacionales”.

En efecto, los cuentapropistas de subsistencia redujeron su participación cerca de un 50 por ciento. La mayoría de ellos (el 80,9 por ciento) desarrolla precarias actividades comerciales. Por el contrario, los cuentapropistas profesionales y de oficio ganaron participación relativa. La disminución del cuentapropismo fue consecuencia del intenso ritmo de crecimiento económico y de la creación de millones de puestos de trabajo. Además, se implementaron políticas públicas que tendieron a la incorporación a la economía formal de los cuentapropistas en situación de vulnerabilidad social. Un ejemplo fue el monotributo social, que permitió la regularización de personas que trabajaban de manera independiente o asociada a cooperativas de trabajo. De esta manera, Argentina presenta una participación de los cuentapropistas al interior de su estructura ocupacional del 18 por ciento, levemente inferior a México, Brasil y Chile, que registran un valor algo superior al 20 por ciento

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