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Domingo, 16 de noviembre de 2003

BUENA MONEDA

No exagerar que se nota

 Por Alfredo Zaiat

Tardaron en darse cuenta. Fueron bastante lentos pero al final se avivaron. El riesgo es que, como con toda exageración, se note demasiado la sobreactuación. Las privatizadas están acercándose al calor del poder con la estrategia de anunciar inversiones millonarias. No importa que sean planes de tres o cinco años o simplemente dinero del giro propio para la indispensable política de mantener el capital físico. Lo relevante en estos momentos pasa por mostrar programas de desembolso de dólares en lugar de cacarear por las tarifas y la demora en la renegociación de los contratos. De esa forma, el Gobierno deja de estar en una postura defensiva y empieza a escuchar con más atención sus reclamos, tal como sucedió con los banqueros cuando dejaron de gritar por las compensaciones, para conseguirlas finalmente con el discreto encanto de adular la gestión de Kirchner.
Después de la frustración vivida por no ver a Carlos Menem otra vez en la Casa Rosada, duelo que para varios fue prolongado, la comunidad empresaria ha empezado a acomodarse. Se sabe que los negocios no se pueden desarrollar con batallas ideológicas, quedando éstas para los nostálgicos de los ‘90, que todavía hay muchos. Mientras ciertos economistas todavía no han aggiornado su discurso (en ese sentido, Miguel Angel Broda y Carlos Melconian son los que más rápido se han adaptado, dentro de la ortodoxia de la city, al nuevo escenario), los dueños del dinero están ajustando su estrategia de relación con el poder político. En los hechos, luego del shock de la devaluación, pesificación y default y la ilusión perdida de volver a las buenos viejos tiempos con Menem, se está produciendo un interesante reordenamiento dentro del bloque de poder económico.
En los ‘80 el enfrentamiento acreedores externos vs. Grupos Económicos locales por apropiarse de recursos fiscales concluyó con la quiebra del Estado y el consiguiente estallido de la hiperinflación de Alfonsín. En los ‘90, previo otro episodio de híper ante la efímera hegemonía de los Grupos vía Bunge & Born, aunque el Plan BB finalmente no respondió a los propios intereses de ese bloque, se produjo la asociación de los dos bandos en pugna. Ese período inicial turbulento del primer gobierno de Menem preparó el terreno para esa alianza estratégica: el Plan Brady de renegociación de la deuda con una quita mínima de capital y el amplio programa de privatización congeló el enfrentamiento. Más bien generó una comunión de negocios, que a mediados de esa década empezó a resquebrajarse a medida que los Grupos y la banca acreedora comenzaron a realizar ganancias extraordinarias vendiendo sus respectivos paquetes accionarios de las privatizadas. En esas compañías quedaron no sólo como operadores, sino como principales dueños, las multinacionales europeas de servicios. Desde entonces, la puja pasó por la batalla entre dolarización vs. devaluación, con el ganador que ya se sabe. En el primer bando se anotaron las privatizadas y las multinacionales que desembarcaron comprando empresas, para mantener su elevada rentabilidad en moneda dura, y los bancos. En el otro, los pocos Grupos Económicos locales que quedaron volcados a la exportación y los ex dueños de empresas con millones de dólares en el exterior.
La interna que se desarrolla en el seno de la Unión Industrial Argentina, que vista en forma aislada parece absurda, refleja ese nuevo escenario de lucha por la hegemonía al interior del bloque de poder económico. En forma más abierta esa pelea se manifestó en los días que coincidieron los mitines del Coloquio de IDEA y el organizado por Industriales, línea interna de la UIA. Por peso propio y poderío económico, el Grupo Techint es la cabeza de uno de los bloques, que impulsa un tipo de cambio alto con un discurso industrialista y aliento al retorno de los capitales nacionales para el manejo de privatizadas (por caso, los Werthein en Telecom) y del sistema financiero. Por el otro lado, también por potencia y capacidad de influencia, Repsol YPF lidera el sector en el cual se cobijan las privatizadas y multinacionales, como las terminales automotrices, que prefieren un dólar no tan alto para enfrentar en mejores condiciones su deuda en dólares y aspiran a una mejora de sus ingresos vía tarifas. La banca extranjera juega en este último círculo pero con participación secundaria debido a su proceso de repliegue de la plaza local, además que ya obtuvieron casi todas las compensaciones reclamadas. Los acreedores, en tanto, han quedado huérfanos debido a que el FMI buscó salvar sus propias cuentas desatendiéndose de sus padecimientos, a la vez que no constituyen un frente unido porque se mezclan fondos buitres, fondos de inversión internacionales, inversores japoneses, alemanes e italianos y ahorristas argentinos.
Esa tensión al interior del bloque de poder económico queda al descubierto en la puja que mantiene Techint y Repsol por el precio del gas en boca de pozo, congelado y pesificado, que beneficia al primero. Pero esa intensa batalla no queda circunscripta al mundo de los negocios, sino que se traslada al seno del Gobierno. Roberto Lavagna manifiesta su simpatía por el Grupo Techint, que le es retribuida en exceso tal como lo expresó Paolo Rocca, líder de los disidente de la UIA, en su discurso en el encuentro de Rosario. Por su parte, Julio De Vido se entiende mejor con la petrolera española, en una relación que no nació con el desembarco de Kirchner en la Rosada, sino que viene desde Santa Cruz donde Repsol tiene una presencia importante desde el mismo momento que tomó el control de YPF.
El peligro, como en anteriores oportunidades, es que la resolución de esa puja en el bloque de poder económico termine saldándose sobre las espaldas del resto de la sociedad.

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