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Domingo, 5 de septiembre de 2004

BUENA MONEDA

De Guante Blanco

 Por Alfredo Zaiat

Varios diarios se dieron cuenta que nombrarlo De Rato era una exigencia aristocrática del recién arribado a la conducción del Fondo. En esos medios el director gerente de ese organismo ha perdido ese De la última semana, pero algunos le asignaron otro De. Con ese aire de nuevo rico que los españoles van mostrando por el mundo, Rodrigo Rato De Guante Blanco hizo su paseo relámpago cumpliendo fielmente su misión: lobbista de privatizadas, acreedores defolteados y de los bancos. Ante esa ilustre visita, que no está de más mencionar que está involucrado en dos causas abiertas en Madrid por escándalos financieros cuando era ministro de Economía del conservador José María Aznar, resulta aleccionador releer el último documento de Lavagna sobre el FMI. Al menos para no estar desprevenido ante esos hombres y grupos económicos de guante blanco. De ese esclarecedor trabajo, que adquiere mayor relevancia porque se trata de un informe oficial del Gobierno, se extraen las siguientes perlitas:
n “Las notables fallas de pronósticos por parte del staff del FMI estuvieron en sintonía con la falta de apoyo, o la oposición abierta, a la gran mayoría de las medidas de política económica decididas por las autoridades”.
n “Es preocupante que, sin contar con fundamentos sólidos ni con una adecuada comprensión de la realidad nacional, el FMI haya impulsado, sobre la base de un diagnóstico errado, la implementación de medidas que pudieron haber ocasionado costos elevados a la sociedad y ser contraproducentes en relación con los objetivos teóricamente perseguidos y la propia dinámica macroeconómica”.
n “La enseñanza que se puede extraer de la experiencia argentina es que cuando un programa del FMI impone una condicionalidad estructural que exige medidas que van más allá de las atribuciones del gobierno en un régimen republicano el resultado final puede ser opuesto al efecto que originalmente se esperaba”.
n “Quizá la conclusión central que puede desprenderse de nuestra experiencia más reciente es que el cuerpo técnico del Fondo no parece estar totalmente preparado para hacer frente a una situación en la cual una crisis de gran magnitud ha ya estallado”.
En la actual relación de no ruptura pero no te quiero del FMI con Argentina, y viceversa, se presenta una oportunidad histórica para redefinir el vínculo con ese organismo. No se trata solamente de cuánto se le pagará y cuánto se logrará refinanciar. Ni tampoco si habrá más o menos condicionalidades cuando se reanuden las conversaciones en enero, según estimó el ministro. Se trata de establecer en forma institucional las reglas de juego de la relación con el FMI, puesto que la ruptura total no está en la actual agenda debido a que detrás de esa entidad se encuentra el Grupo de los Siete países más poderosos del planeta. Entonces más allá de la retórica respecto a terminar con las condicionalidades del Fondo, se requiere fijar límites institucionales al momento de definir acuerdos con ese organismo multilateral.
El regreso, en este caso luego de un alejamiento pasajero, a la mecedora del Fondo debería ser un tema de debate nacional, con intervención del Congreso para aprobar o no ese retorno. No debería quedar a discreción del Poder Ejecutivo. Hubo un antecedente fallido, en octubre de 1994, cuando el entonces ministro Domingo Cavallo decidió desprenderse de la tutela del FMI, para luego volver de rodillas en marzo de 1995 debido al devastador impacto generado por el shock externo de la crisis del Tequila. Fue un ida y vuelta caótico, como todo lo que hizo el mediterráneo más famoso.
Por lo tanto, con la participación del Congreso, simplemente para autorizar o denegar por ley las negociaciones con el Fondo, sin intervenir en su contenido para no herir suceptibilidades de ministros, se evitarían las reacciones espasmódicas de gobiernos, que pasan sin escala del amor alodio, con consecuencias para todos. Tantas leyes pide el FMI para cuidar intereses de sectores económicos poderosos que no es irrelevante una referida a si la sociedad, a través de sus representantes, está dispuesta a asumir los costos de ese matrimonio. Esto tiene su importancia porque hubo y sigue habiendo groseros errores del Fondo con Argentina, como se detalló en la primera parte de este artículo, pero también es cierto que la mayoría de la clase política los ha avalado como simples espectadores y en varias ocasiones como rehenes de perversas presiones políticas.
Para evitar, entonces, violentos barquinazos no es poca cosa que cada uno asuma la responsabilidad que les corresponda. Así el regreso a las condicionalidades o la no ruptura sin acuerdo pero con continuidad en los pagos o el rompimiento de relaciones con el Fondo debería ser una decisión que involucre a diversos niveles del poder político.
De esa forma se sabrá con más claridad si los de guante blanco tienen muchos, pocos o ningún cómplice para sus tropelías.

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