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Domingo, 16 de junio de 2002

EL BAúL DE MANUEL

BaúL I y II

 Por Manuel Fernández López

¿Qué curtís?

Devaluaciones eran las de antes. Al devaluar, todo lo importado se encarece y todo lo exportado se abarata... para el comprador extranjero. “Antes” la mayor parte de los bienes de consumo local estaban abastecidos por la industria interna que, como no necesitaba ser competitiva, no producía bienes exportables cuyo precio subiese al mismo ritmo que el tipo de cambio. Lo único exportable eran cereales y carne, y sus precios internos podían controlarse mediante “retenciones”. “Ahora”, gracias a haber entregado graciosamente la producción de bienes de consumo a la industria extranjera y el sector financiero a la banca privada extranjera, podemos hacer predicciones exactas en economía: cada vez que el peso se devalúe, como los salarios nominales están “anclados”, su poder adquisitivo bajará y aparecerán nuevos pobres; a su vez los exportadores, cuyos productos estarán solicitados en todos los países, no podrán expandir su producción para vender en el exterior, por falta de crédito de un sector bancario al que no le importa el país, sino entregar dividendos a sus accionistas. Hoy es tres veces más caro calzarse con zapatos, cambiar una lamparita de luz o comprar un libro, porque esos artículos, que antes se producían en el país, hoy los importamos de Brasil, Chile, Colombia o Canadá. No es ninguna novedad que la industria suma un considerable valor adicional a la materia prima, en la forma de pagos a los factores productivos, ni que es un sector principal en la creación de empleo productivo, y con ello un camino privilegiado para la acumulación de capital y el crecimiento económico. Todo ello fue visto por Manuel Belgrano cuando, el 14 de junio de 1802, leyó ante el Consulado un escrito * en que propiciaba la creación de fábricas y capacitar trabajadores en el curtido de pieles de ganado vacuno, un gran rubro de exportación, que sufría grandes pérdidas a causa de las polillas. Las curtiembres, decía, tienen por fin “tener las manos empleadas, para que consigan el bienestar y atraer las riquezas”. La mano de obra, no calificada, debía aprender mediante “maestros curtidores” traídos de Europa, o enviando a jóvenes aprendices “a los países de Europa donde mejor se benefician las pieles”. Concluía: “La industria del curtido nos atraería riquezas indecibles... nadie podrá entrar en concurrencia con nosotros”.
* Texto completo en Memorias de Manuel Belgrano. Biblioteca Página/12. Serie Documentos.

El Norte

En tiempos de malaria ha florecido un tradicional rebusque popular: la venta callejera. Basta caminar por calles céntricas para vivir el clima de emporio o mercado persa. Y en tiempos de Mundial, las mercancías más vistas fueron objetos con los colores argentinos. Y el dato clave para el vendedor son las preferencias del comprador. Si para colocar un artículo debe insistir, rogar, arrodillarse, siete días a la semana, no ha elegido bien qué ofrecer. Algo que no se ofrece, es porque no tiene demanda, y a la gente no le sirve. Todos vimos que apenas el seleccionado de fútbol quedó eliminado, desaparecieron las banderas en las ofertas callejeras. ¿Desaparecieron los argentinos? ¿o los hinchas de la Selección? Entonces, ¿la Argentina está poblada por argentinos o por hinchas de fútbol? Si lo que nos une es sólo cantar “esta barra quilombera”, cuando el equipo deja de ganar, toda unión se cae y volvemos a la hostilidad de unos con otros, a la ley de la supervivencia del más apto, a hollar los derechos del débil, como ocurre con los ahorristas, y ya ocurría con los ancianos, niños y enfermos. Pero también, a agacharse frente a los poderosos. Intente imaginar al presidente del Banco de la Nación exigiéndole al Congreso de los EE.UU. derogar una ley contraria a nuestro país, como la del precio sostén de los productos agrícolas estadounidenses; o al presidente Duhalde exigiéndole al presidente Bush el veto de un artículo de una ley emanada del Congreso norteamericano. No puede ¿verdad? Es imposible imaginarlo. Sin embargo, si cambiamos los protagonistas, y en lugar de “Banco Nación” ponemos “FMI” y en lugar de “Duhalde” ponemos “Anne Krueger”, no queda nada por imaginar: estamos ante hechos cumplidos. En este país las leyes se sancionan o derogan por iniciativa de una u otra cámara o del Presidente, y la facultad de veto es facultad del Presidente. Es público que la derogación de la Ley de Quiebras y el veto a un artículo de la ley que reemplaza a la de Subversión Económica, fueron propuestos por el FMI. El hecho, cuanto menos, implica que de los tres poderes, dos son ejercidos en cogobierno por el FMI que, como es sabido, no sólo está físicamente en los EE.UU., sino que es influido por su gobierno. Perón dijo que el 2000 nos vería “unidos o dominados”. Le erró por dos años, y su mensaje acaso era cifrado y debía entenderse: “el 2002 nos verá dominados por los Estados Unidos”.

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